La señora Salvador apartó el cabello de Joanna de su rostro, con el corazón destrozado por la joven.
Cambiando de tema, quería concentrarse en la recuperación de Joanna. —Vamos a sentarte, querida —dijo, ayudando suavemente a Joanna a ponerse en posición sentada—. Y vamos a tomar un poco de esta sopa para ti.
Sirvió una porción de la sopa en un bol, el vapor subiendo en el aire. —Aquí —dijo, entregando el bol a Joanna—. Esto te ayudará a sanar.
Joanna sonrió débilmente, sus ojos llenos de gratitud. —Gracias, señora Salvador —dijo, tomando un pequeño sorbo de la sopa.
Las manos de Joanna temblaban ligeramente mientras sostenía el bol de sopa, su rostro dibujado por el agotamiento. La señora Salvador la observaba cuidadosamente, su corazón lleno de compasión.
—Joanna, querida —dijo con voz suave—. Quiero que sepas que estoy aquí para ti, no importa qué. Eres como una hija para mí y haré todo lo que esté en mi poder para ayudarte a sanar.