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Chapter 47 - Episodio 47: Enojo de esposa.

Victoria, en su reino oscuro, caminaba por los pasillos de su fortaleza con una expresión de preocupación y frustración. El retumbar de sus pasos resonaba por todo el castillo, mientras su mente no dejaba de darle vueltas a la misma pregunta: ¿Dónde diablos estaba Evil Victor?

Aunque su aspecto no mostraba signos de debilidad, su interior estaba revuelto. Su reino, su hija Mar, y todo lo que había construido junto a él, dependían de su presencia. Aun cuando su hija dormía tranquilamente en sus aposentos, Victoria no podía deshacerse de la sensación de inquietud que la asfixiaba. La espera se había extendido más de lo que esperaba, y su paciencia comenzaba a agotarse.

Mar, una niña con el mismo poder en sus venas que su padre, estaba segura bajo la protección de los sirvientes del reino, pero Victoria no podía evitar la ansiedad que sentía por su esposo.

"¿Por qué tarda tanto?", murmuró para sí misma mientras se asomaba al balcón que daba hacia el horizonte, donde las estrellas brillaban con la misma luz que su propio poder. "No puedo quedarme esperando aquí... Algo está pasando, y no tengo idea de qué."

Su mente estaba llena de posibilidades. ¿O tal vez algo peor había sucedido? ¿Algo mucho peor que ni ella sabía?

Decidió que no podía quedarse de brazos cruzados. Activó un hechizo antiguo, enviando su energía hacia el reino de los dioses para intentar obtener alguna respuesta sobre el paradero de Evil Victor. Mientras lo hacía, sus ojos reflejaban una mezcla de furia y preocupación.

"Victor, si no regresas pronto, me veré obligada a ir por ti", dijo, con una determinación fría como el hielo.

La oscuridad que envolvía su reino parecía tomar una forma más tangible mientras sus pensamientos se llenaban de inquietud. La espera era cada vez más insoportable.

Decidió actuar. A través de un hechizo que había aprendido con el tiempo, Victoria abrió un portal, un portal hacia un plano en el que podría encontrar respuestas.

Al cruzarlo, apareció frente a un semi-dios, una figura enigmática que la miraba con una mezcla de respeto y curiosidad. Él, que había estado observando el destino de su familia, parecía entender inmediatamente la tensión en su mirada.

—Victoria... —su voz resonó con una profundidad extraña, como si conociera su angustia—. Te has presentado con urgencia, ¿qué es lo que buscas?

Victoria no perdió tiempo, su voz era firme, pero la preocupación aún podía oírse en sus palabras.

—Mi esposo, Evil Victor, no ha regresado. Ha pasado demasiado tiempo, y no sé qué ha sucedido. ¿Sabes algo de él? ¿Está en peligro?

El semi-dios observó sus ojos, que mostraban más que preocupación; reflejaban un amor profundo y desesperado. Era evidente que algo no estaba bien, pero no podía ofrecerle una respuesta inmediata.

—Lo que ocurre con Evil Victor... —comenzó el semi-dios—. No es algo que puedas entender con facilidad. Su destino es más complejo de lo que imaginas. Pero si deseas respuestas, debes saber que el viaje será arduo. Hay fuerzas más grandes de lo que crees, y te lo diré, no es solo su ausencia lo que te atormenta, sino la naturaleza misma de lo que está enfrentando.

Victoria apretó los dientes, sus ojos destellando con una mezcla de rabia y determinación.

—Lo que sea que esté enfrentando, lo enfrentaré con él. Dime, ¿dónde está? ¿Por qué no regresa?

El semi-dios, entendiendo la fuerza de su determinación, extendió su mano, abriendo un portal que mostraba una visión de lo que sucedía en otro plano.

—Él está luchando con su propio ser, Victoria. La oscuridad que lleva dentro lo está arrastrando. Si deseas verlo de nuevo, deberás viajar a un lugar donde las sombras y la luz se entrelazan. Allí podrás encontrar las respuestas. Pero ten cuidado, lo que encontrarás puede cambiarlo todo.

Victoria, sin dudarlo, asintió con fuerza, sabiendo que no había marcha atrás. Si quería recuperar a Evil Victor, tendría que enfrentar lo desconocido, enfrentarse a su destino y al de él, sin importar lo que costara.

Con un último vistazo a su hija, que seguía sin entender completamente la magnitud de lo que sucedía, Victoria cruzó el portal, dispuesta a salvar a su esposo y, si fuera necesario, arriesgarlo todo por él.

Victoria atravesó el portal y, para su sorpresa, se encontró en un lugar deslumbrante: el cielo mismo. Las nubes radiantes se extendían como un vasto océano luminoso, y a lo lejos, un majestuoso trono brillaba con una luz cegadora. Antes de que pudiera dar un paso más, una figura imponente descendió con calma: Jehová, rodeado por un aura de paz, aunque con un semblante que mostraba cierta tensión.

Jehová, al reconocerla, supo de inmediato quién era y por qué estaba allí. No era solo una visitante inesperada; era la esposa de Evil Victor, alguien que venía buscando respuestas que él preferiría evitar. Con un suspiro profundo, comenzó a caminar hacia ella, manteniendo una expresión neutral, aunque en su interior ya anticipaba lo difícil que sería esa conversación.

Victoria, con su determinación habitual, avanzó hacia él, sus ojos encendidos de ira y preocupación.

—¿Dónde está mi esposo? —exigió, su voz firme pero cargada de emociones—. Lleva semanas sin regresar a casa, y ahora entiendo que tú sabes exactamente dónde está.

Jehová se detuvo frente a ella, cruzando los brazos mientras intentaba mantener la calma. Con un tono mesurado, respondió:

—Victoria, comprendo tu preocupación, pero debes saber que tu esposo, Evil Victor, es un ser que representa un gran peligro. Por eso di la orden de que fuera detenido.

Victoria entrecerró los ojos, dando un paso adelante mientras su ira crecía.

—¿Detenido? ¿Encerrado? ¿Y quién te dio a ti el derecho de tomar esa decisión? Mi esposo no es el hombre que solía ser. Ha cambiado. Tiene una familia que lo espera. ¿Con qué derecho lo apartas de nosotros?

Jehová se rascó la cabeza, claramente nervioso ante la intensidad de sus palabras. Por un momento, su rostro, normalmente sereno, mostró un atisbo de incomodidad.

—Victoria, entiendo tu enojo, pero debes entender que Evil Victor, o como algunos lo conocen, Nihil, ha sido un peligro para los mundos desde su existencia como el dios de las maldiciones. Aunque ahora se haya calmado, su poder sigue siendo una amenaza para el equilibrio de todas las cosas. Tomé esta decisión no solo por precaución, sino también para proteger a los que amas.

Victoria apretó los puños, conteniendo las lágrimas que comenzaban a arder en sus ojos. Su voz se alzó, temblando de rabia:

—¿Proteger a los que amo? ¿Encerrándolo lejos de su familia es tu idea de protección? ¡No tienes idea de cuánto ha cambiado! No tienes derecho a juzgarlo por lo que fue en el pasado. Yo misma he visto su lucha por ser alguien mejor, por dejar atrás ese pasado oscuro.

Jehová bajó la mirada, claramente incómodo con la conversación. Aunque tenía el poder de mandar ejércitos de ángeles y desatar fuerzas divinas, enfrentarse al amor inquebrantable de una esposa parecía más desafiante de lo que había anticipado. Después de un momento de silencio, intentó explicar con más suavidad:

—Victoria, no es mi intención hacerte daño ni causar sufrimiento a tu familia. Sé que Evil Victor ha cambiado, pero su presencia sigue generando temor. Él mismo debe comprender el alcance de sus acciones pasadas y de las fuerzas que lleva dentro.

Victoria lo miró con incredulidad, dando un paso más cerca.

—Si tienes tanto miedo de lo que es capaz de hacer, ¿por qué no lo ayudas? ¿Por qué no le das una oportunidad real para demostrar que puede ser algo más que su pasado?

Jehová levantó la mirada, sorprendido por la sinceridad y la valentía en sus palabras. Por primera vez, la fuerza del amor de Victoria por su esposo le hizo cuestionar si realmente había tomado la decisión correcta. Sin embargo, aún no podía concederle una respuesta definitiva.

—Victoria... necesito tiempo para reflexionar sobre lo que has dicho. Pero debo advertirte que no será sencillo liberarlo. El arcángel Miguel no se detendrá fácilmente, y Evil Victor mismo deberá probar que puede controlar el poder que lleva dentro.

Victoria, aún enfurecida, pero con la misma determinación de antes, lo miró fijamente.

—No necesito que reflexiones, Jehová. Lo único que necesito es recuperar a mi esposo. Si no vas a ayudarme, encontraré la manera de hacerlo por mi cuenta, aunque tenga que enfrentar a todos tus arcángeles para lograrlo.

Jehová permaneció en silencio, observando cómo Victoria, con toda su valentía y amor, se giraba y avanzaba hacia la salida, lista para encontrar su propio camino hacia Evil Victor, sin importar los obstáculos que tuviera que superar.

Jehová observó en silencio cómo el portal se abría frente a él, emanando una energía oscura y potente. De él salió Evil Victor, cubierto de sangre y heridas, pero con una mirada llena de determinación y rabia. Arrastraba al arcángel Miguel con una sola mano, como si el peso del poderoso ser celestial no significara nada para él. Al llegar frente a Jehová, soltó el cuerpo del arcángel, dejándolo caer pesadamente junto a su creador.

—A la próxima, no me encierres, Jehová, —dijo Evil Victor, su voz grave resonando con furia contenida—. Sabes bien de lo que soy capaz. Sé que mi potencial te asusta, pero también sabes que puedo ser útil para enfrentar lo que viene. Si tanto miedo tienes de ese futuro, déjanos ayudarte.

Jehová, que había permanecido tenso, observó primero al arcángel Miguel, que se levantaba con dificultad, limpiando la sangre que escurría por su rostro. Luego dirigió su mirada hacia Evil Victor, analizando sus palabras. La expresión del todopoderoso era seria, aunque en su interior había una mezcla de incomodidad y asombro. No era común que alguien desafiara su autoridad de esa manera y menos aún con razones que tenían un peso difícil de ignorar.

—Evil Victor... —dijo Jehová con una voz profunda y pausada—. Entiendo tu frustración, pero debes comprender algo: no se trata solo de miedo. Tu poder, incluso bajo control, altera el equilibrio del cosmos. Si te liberé en este momento, es porque Victoria llegó hasta aquí y me convenció de que merecías otra oportunidad. Pero no será sin condiciones.

Evil Victor frunció el ceño, pero no interrumpió. Victoria, que había estado observando la escena con un corazón que oscilaba entre el alivio y la preocupación, se adelantó para interceder.

—Jehová, —dijo ella, su voz firme—. Mi esposo ha demostrado que ya no es quien solía ser. Tiene una familia por la que vive, por la que lucha. No necesita que lo vigiles o que lo pongas a prueba constantemente. Confía en él.

Jehová asintió lentamente, procesando las palabras de ambos. Sus ojos divinos se posaron sobre Evil Victor.

—Tu potencial es grande, y eso es algo que no puedo negar. Pero también es cierto que tu pasado te sigue como una sombra. Si realmente estás decidido a luchar por lo que viene, entonces demostrarás con tus actos que has cambiado. Si no, sabes bien que no dudaré en detenerte nuevamente.

Evil Victor sonrió, una mezcla de arrogancia y cansancio en su expresión.

—No tengo nada que demostrarte a ti, Jehová, —dijo, cruzando los brazos—. Pero por mi hija, por mi esposa, por mi familia... sí demostraré que soy más que mi pasado. Y recuerda bien esto: lo que viene no será algo que puedas manejar sin alguien como yo.

Jehová lo miró fijamente durante unos instantes antes de extender una mano hacia Victoria, como si le ofreciera algo invisible.

—Llévalo contigo, Victoria. Cuida de él, y asegúrate de que este pacto no sea roto.

Victoria asintió, tomando la mano de Evil Victor. Con un leve tirón, lo acercó hacia ella.

—Gracias, Jehová, —dijo sin rastro de gratitud real en su voz—. Pero no necesitaba tu permiso para traerlo de vuelta.

Con esas palabras, ella abrió otro portal, uno que conducía a su reino, donde su hija Mar los esperaba. Evil Victor lanzó una última mirada desafiante a Jehová y Miguel antes de atravesarlo junto a su esposa, dejando el cielo en silencio, salvo por el susurro de las nubes al cerrarse el portal tras ellos.

Mientras caminaban de regreso a través del portal hacia el reino de Victoria, la atmósfera era tensa. Evil Victor parecía cansado, pero aún mantenía esa aura imponente, mientras Victoria lo miraba de reojo con un aire enigmático. Fue ella quien rompió el silencio primero.

—Así que Nihil, ¿eh? —dijo con un tono curioso, aunque con un dejo de reproche.

Evil Victor se detuvo en seco, sorprendido por lo que acababa de escuchar. Su mirada se tornó seria, y sus ojos rojos buscaron los de Victoria con intensidad.

—¿Cómo sabes ese nombre? —preguntó con voz grave, mezclando asombro y molestia.

Victoria se cruzó de brazos, mirándolo fijamente como si estuviera evaluándolo.

—Jehová me lo dijo, —respondió sin rodeos, su tono firme, pero no acusador—. Parece que hay más de ti que lo que has compartido conmigo.

Evil Victor apretó los puños y desvió la mirada, su expresión endureciéndose por un instante antes de suavizarse.

—No hablemos de mi nombre, —dijo finalmente, su voz cargada de algo que parecía ser vergüenza o incluso miedo—. Ese nombre pertenece a un pasado que no quiero recordar.

Victoria avanzó hacia él y tomó suavemente su rostro entre sus manos, obligándolo a mirarla.

—Evil Victor, Nihil... no me importa cómo te llames. Lo que me importa es quién eres ahora. Lo que hiciste o quién fuiste no define quién eres conmigo ni con Mar. Pero quiero que confíes en mí lo suficiente como para no esconderme nada.

Él la miró, sus ojos llenos de emociones encontradas, pero no dijo nada. Solo bajó la mirada, respirando profundamente para calmar el torbellino en su interior.

—No es tan simple, Victoria, —respondió después de un momento—. Hay cosas que ni siquiera yo entiendo completamente. Cosas que... que si supieras, tal vez me odiarías.

Victoria suspiró, pero no lo soltó.

—¿Odiarte? —repitió suavemente, casi con incredulidad—. ¿De verdad crees que eso es posible después de todo lo que hemos pasado juntos?

Evil Victor no respondió, pero el peso de sus palabras y su gesto bastaron para que Victoria supiera que había algo mucho más profundo detrás de ese nombre. Sin más palabras, ella lo tomó de la mano y lo guió a través del portal hacia su hogar, decidida a darle el tiempo que necesitara para abrirse completamente a ella.

Porque, aunque él no lo sabía, Victoria ya había decidido que ningún secreto, por oscuro que fuera, cambiaría lo que sentía por él.

Cuando llegaron al reino, la tensión del viaje comenzó a desvanecerse, dejando lugar a una calma que solo el hogar podía ofrecer. Las calles del reino, iluminadas por la luz tenue de la luna, parecían más tranquilas de lo habitual, pero la preocupación seguía reflejada en el rostro de Victoria mientras observaba a Evil Victor caminar con sangre escurriendo de sus heridas.

Evil Victor, con una sonrisa cansada y sarcástica, rompió el silencio:

—Debería darme un baño antes de dejar todo esto hecho un desastre.

Victoria, aún con la preocupación latente, dejó escapar una pequeña risa y asintió mientras caminaba junto a él.

—Sí, deberías. Pero antes de que pienses en otra cosa, quiero que sepas algo: te amo demasiado, pase lo que pase.

Evil Victor se detuvo de golpe, sorprendido por la sinceridad de sus palabras. Al mirarla, vio en sus ojos algo que había estado buscando durante años, incluso antes de recordar quién era realmente: aceptación, comprensión y, sobre todo, amor genuino.

Sin decir una palabra, la envolvió en un abrazo firme, casi desesperado, como si temiera que pudiera desaparecer en cualquier momento. Por primera vez en mucho tiempo, sintió algo que creía perdido: paz.

Mientras la tenía entre sus brazos, pensó en todo lo que había dejado atrás: el caos, el odio, el vacío. Ahora tenía algo que nunca había imaginado posible en su vida anterior como Nihil: una familia, alguien que lo amaba no por lo que podía destruir, sino por lo que era en el fondo.

Con la voz un poco quebrada, susurró:

—No sé qué hice para merecerte... pero prometo que haré todo lo posible para ser digno de ti y de Mar.

Victoria sonrió contra su pecho, sintiendo el calor y la sinceridad en sus palabras. No importaba lo que el pasado de Evil Victor/Nihil hubiera sido; lo que realmente importaba era el presente que estaban construyendo juntos.

Después de un momento, ella lo tomó de la mano, tirando suavemente de él.

—Vamos, es hora de que te limpies. Mar se alegrará de verte, y yo no quiero que mi esposo se desmaye de cansancio.

Evil Victor rió ligeramente y, dejando a un lado el peso de su pasado, la siguió hacia la casa, donde su familia y su amor lo esperaban.

Mientras caminaban hacia su hogar, Evil Victor sintió de repente un firme apretón en su trasero. Se detuvo en seco, alzando una ceja, y giró la cabeza para ver a Victoria con una expresión traviesa.

—¿Amor, suelta esas manos? —dijo con una mezcla de sorpresa y una sonrisa divertida, pero apenas terminó de hablar, Victoria le dio una leve nalgada que resonó más en su orgullo que en su cuerpo.

—¡Eso es por hacerme pensar que habías muerto o desaparecido durante dos semanas! —dijo ella con fingida seriedad, aunque sus ojos brillaban con ese amor único que siempre lo hacía rendirse.

Evil Victor suspiró y se pasó una mano por el cabello.

—No planeaba estar fuera tanto tiempo… pero sabes cómo es esto. No puedes simplemente ignorar a un arcángel cuando decide encerrarte.

Victoria cruzó los brazos, fingiendo molestia.

—Eso no te excusa. Podrías haber enviado una señal, un mensaje… algo.

Evil Victor se inclinó hacia ella, acercándose lo suficiente para mirarla directo a los ojos.

—¿Y qué mensaje crees que iba a enviar desde una prisión celestial? "Cariño, estoy en el cielo, atrapado y peleando con un ser divino. No me esperes para cenar."

Victoria intentó mantener su semblante serio, pero una risa se escapó de sus labios.

—Sabes, aún no te perdono del todo. Pero supongo que puedo dejarte vivir… por ahora.

Evil Victor sonrió, divertido.

—Qué generosa eres, mi reina.

Mientras continuaban caminando, él la tomó de la cintura y la acercó a él.

—Gracias por venir a buscarme. No sé qué haría sin ti, Victoria.

Victoria sonrió, apoyando la cabeza en su hombro mientras respondía con suavidad:

—Siempre te buscaré, Victor. Donde sea que estés.

Cuando Evil Victor y Victoria finalmente llegaron al palacio, este observó alrededor con cansancio, sintiendo el peso de las batallas recientes. Apenas cruzaron las puertas, su mirada se suavizó al percibir la quietud del lugar.

—Nuestra hija está dormida, ¿verdad? —preguntó, casi en un susurro, con un pequeño suspiro de alivio.

Victoria asintió, viéndolo de reojo mientras caminaban hacia sus aposentos.

—Sí, Mar está descansando. Se quedó dormida esperándote... otra vez.

Evil Victor frunció el ceño por un instante, pero rápidamente lo ocultó tras una expresión más seria.

—Necesito que me ayudes con algo —dijo mientras señalaba sus heridas, algunas aún sangrando y otras ya cicatrizando lentamente.

Victoria lo miró preocupada mientras se sentaba en un banco cercano.

—Victor, ¿cuánto daño te hicieron?

Él negó con la cabeza, como si quisiera quitarle importancia.

—Estaré bien, pero necesito que sutures las heridas más graves. Mi regeneración natural se encargará del resto, aunque… tardará al menos dos días en completarse.

Victoria suspiró, caminando hacia un gabinete para tomar los suministros médicos necesarios.

—Deberías aprender a ser más cuidadoso. No eres invencible, ¿sabes?

Evil Victor soltó una risa suave, casi irónica.

—Lo sé, pero cuando enfrentas a un arcángel, no es como si te dieran muchas opciones.

Mientras Victoria comenzaba a limpiar y suturar sus heridas, él se quedó en silencio, observándola con atención. Sus manos, aunque firmes, se movían con un toque casi cariñoso, como si cada puntada fuera una promesa de mantenerlo entero.

—Gracias, Victoria —murmuró de repente, rompiendo el silencio.

Ella levantó la vista, sorprendida por el tono serio en su voz.

—¿Por qué?

Evil Victor respiró hondo, intentando encontrar las palabras correctas.

—Por cuidarme... por seguir creyendo en mí, incluso cuando yo mismo a veces no lo hago.

Victoria sonrió levemente mientras terminaba de suturar la última herida.

—Es porque sé quién eres realmente, Victor. No solo Nihil ni Evil Victor. Eres un esposo, un padre... y alguien que siempre encuentra su camino de vuelta a casa.

Victor inclinó la cabeza, sintiendo que sus palabras lo tocaban profundamente.

—Y siempre lo haré, por ustedes.

Ella le dio un leve toque en el hombro antes de recoger los suministros.

—Bien, ahora descansa. Y no me des más sustos, ¿entendido?

Evil Victor asintió, recostándose en el diván con una sonrisa cansada pero satisfecha. Por primera vez en días, sentía que estaba donde realmente pertenecía.

Evil Victor permaneció en silencio por unos momentos después de que Victoria terminó de suturar sus heridas. Su mirada parecía perdida en un punto lejano, pero en realidad estaba luchando con las palabras que quería decir. Finalmente, suspiró profundamente y habló, su voz baja pero cargada de sinceridad.

—Victoria... Hay algo que debo confesarte.

Ella, que estaba organizando los suministros médicos, se detuvo y lo miró con curiosidad, aunque también con un poco de preocupación.

—¿Qué sucede, Victor?

Él evitó su mirada al principio, pero luego la enfrentó, dejando ver en sus ojos una mezcla de arrepentimiento y resolución.

—Siempre he sentido... una fuerza dentro de mí que me jala hacia atrás. Como si estuviera destinado a ser algo más, algo oscuro. Esa parte de mí, ese "Nihil", siempre ha susurrado en mi mente, tentándome a regresar a lo que una vez fui: el dios de las maldiciones. Un ser que destruía sin pensar, sin importar nada ni nadie.

Victoria se acercó lentamente, su preocupación aumentando, pero decidió escuchar sin interrumpir.

—Por mucho tiempo pensé que esa era mi verdadera naturaleza, que ese era mi propósito —continuó él—. Incluso después de haber cambiado, de haberlos conocido a ti y a Mar, ese deseo seguía ahí. A veces me preguntaba si estaba hecho para esto... para ser esposo, padre, o simplemente un monstruo que mata y destruye.

Evil Victor apretó los puños, su expresión endureciéndose mientras hablaba, pero al mismo tiempo sus ojos brillaban con un destello de emoción.

—Pero hoy... hoy fue diferente. Mientras estaba en esa prisión, mientras peleaba con Miguel, algo cambió en mí. Me di cuenta de que esas voces, ese deseo de volver atrás, no tienen poder sobre mí. Porque ahora sé lo que realmente me importa.

Victoria lo observó con atención, su mirada suave pero penetrante.

—¿Qué es lo que realmente te importa, Victor?

Él la miró directamente a los ojos, y su voz se quebró ligeramente cuando respondió:

—Ustedes dos. Tú y Mar son mi todo. Mi razón para seguir adelante, para ser mejor. Ya no quiero ser ese dios de las maldiciones. Quiero ser un hombre, un padre, un esposo. Quiero protegerlas, amarlas, y asegurarme de que nunca les falte nada.

Victoria sintió que su corazón se apretaba ante la honestidad de sus palabras. Se acercó a él y le tomó las manos, notando la fuerza que intentaba controlar en su cuerpo.

—Victor... No importa quién hayas sido antes. Lo que importa es quién eres ahora y quién decides ser. Y tú ya eres todo lo que necesitamos.

Él cerró los ojos, permitiendo que las lágrimas rodaran por su rostro mientras asentía.

—Gracias, Victoria. Prometo que nunca más permitiré que mi pasado me controle. Mi lugar está aquí, con ustedes.

Victoria lo abrazó con fuerza, dejando que sus palabras se grabaran en el momento. Ambos sabían que el camino no sería fácil, pero también entendían que, mientras estuvieran juntos, podrían enfrentar cualquier cosa.

Evil Victor se sorprendió al sentir los pequeños brazos de Mar rodeándolo. Giró lentamente la cabeza y la vio, con su cabello despeinado y los ojos todavía somnolientos, pero llenos de alegría al verlo.

—¡Papá! —exclamó Mar, aferrándose a él con fuerza.

Evil Victor esbozó una sonrisa cálida, dejando de lado por un momento el peso de sus pensamientos y heridas. Se inclinó para envolver a su hija en un abrazo lleno de ternura, olvidando el dolor que sentía en su cuerpo.

—Mar, deberías estar dormida —le dijo suavemente mientras acariciaba su cabello.

Ella lo miró con una mezcla de preocupación y felicidad.

—Escuché ruidos y me desperté... Pensé que no ibas a volver nunca, papá.

Victoria, que observaba la escena desde un lado, sintió que su corazón se llenaba de emociones. Evil Victor levantó a Mar y la sostuvo en sus brazos, a pesar de que su cuerpo seguía adolorido.

—Lo siento, pequeña —le dijo mientras le sonreía—. Pero aquí estoy, y no pienso irme a ningún lado.

Mar le tocó una de las heridas con cuidado, sus ojos reflejando preocupación.

—¿Te lastimaste mucho?

—Nada que tu mamá no pueda arreglar —respondió él con una risa ligera, tratando de calmarla. Luego miró a Victoria—. Aunque tendré que descansar unos días, eso es todo.

Mar suspiró aliviada y luego apoyó su cabecita en el pecho de su padre.

—Te extrañé mucho, papá.

Evil Victor sintió que su corazón se derretía ante esas palabras.

—Yo también te extrañé, Mar. Siempre vuelvo por ti y por mamá.

Victoria se acercó y colocó una mano en el hombro de Victor, sonriéndole con amor.

—Bueno, creo que esta familia necesita un poco de calma por unos días. Mar, deja que tu papá descanse, ¿de acuerdo?

—¡Está bien! —dijo Mar con entusiasmo, aunque no parecía tener intención de soltarse de su padre pronto.

Evil Victor, con su hija en brazos y su esposa a su lado, sintió que finalmente estaba completo. No importaban las batallas que había librado ni los demonios que enfrentaría en el futuro; este era su verdadero hogar, su verdadero propósito.

Evil Victor terminó de bañarse y se miró al espejo. Observó su reflejo, ahora limpio, libre de la sangre y la suciedad del combate. El agua aún caía de su cuerpo, pero algo había cambiado en él. Por un momento, se permitió ver más allá de la furia y el caos que había arrastrado por tanto tiempo. Su cuerpo, ahora limpio, parecía reflejar también la limpieza interna que empezaba a sentir.

Con una leve sonrisa en el rostro, se secó con una toalla, luego se puso una camisa gris y unos pantalones cómodos, listos para la noche. Miró un poco más su reflejo, notando que incluso en su aspecto había una diferencia, un cambio que se sentía más profundo de lo que pensaba. Con todo listo, salió del baño.

Caminó por el pasillo, su mente aún dando vueltas a las palabras que había compartido con Victoria. Llegó a la habitación, donde la luz suave iluminaba el rostro de su hija, Mar, quien estaba acomodando un muñeco en la cama. Victoria, sentada al borde, parecía ya preparada para descansar, aunque notaba un cansancio leve en su rostro.

Victor se apoyó en el marco de la puerta y se quedó observándolas en silencio. El corazón le dio un pequeño golpe al verlas tan tranquilas, tan ajenas a las batallas y caos que él había enfrentado. La calidez de ese momento le recordaba que, pese a todo lo que había sido, aún podía hallar algo digno en su vida.

Victoria levantó la vista, notando su presencia en el umbral.

—¿Qué tanto miras? —le preguntó con una sonrisa suave.

Evil Victor dio un paso dentro de la habitación, su rostro relajado, pero con una mirada profunda.

—Nada —respondió mientras se acercaba a la cama—. Solo recordaba por qué vale la pena seguir adelante.

Se acercó a Mar, acariciando suavemente su cabeza antes de tomar asiento junto a Victoria. La abrazó con suavidad, envolviendo a su familia en un momento de calma que, por fin, sentía genuino.

Evil Victor sonrió, una sonrisa tranquila y llena de significado, esa sonrisa que había dejado de mostrar durante tanto tiempo. Era una sonrisa que reflejaba paz, algo que nunca había creído posible para él. Se recostó junto a su hija y su esposa en la cama, dejando que la calidez de su familia lo envolviera por completo.

Mar, ya acurrucada junto a él, se acomodó más cerca, mientras Victoria lo miraba con una expresión suave, sabiendo que ese momento, por fin, era suyo. Un descanso merecido.

Por primera vez en mucho tiempo, se permitió sentir lo que muchos tomarían como algo natural: la felicidad, la certeza de que había encontrado algo por lo que valía la pena vivir y luchar.

A su lado, el sonido suave de la respiración de Mar y Victoria, y el calor de su cuerpo, le daban la sensación de que todo lo que había hecho, todo lo que había pasado, valía la pena. Finalmente, después de tanto caos, tenía un hogar, una familia.

Y, mientras se quedaba allí, con su hija y su esposa, feliz y en paz, Evil Victor, por fin, se permitió dejar atrás el peso de su pasado, sabiendo que lo que tenía ahora era lo más valioso que podría haber encontrado.

Evil Victor se quedó profundamente dormido, rodeado por la calidez de su hija y su esposa. La sábana los cubría a los tres, brindándoles una sensación de seguridad y calma, algo que para él era completamente nuevo.

Mientras su respiración se volvía más tranquila, el sonido de los latidos de su corazón y el de su hija, aún dormida junto a él, se mezclaban en una armonía que nunca había experimentado. Estaba en paz, algo que había estado buscando durante tanto tiempo, y ahora, con su familia a su lado, sentía que, por fin, había encontrado su lugar en el mundo.

Victoria, a su lado, también se quedó dormida, con una expresión relajada en su rostro. El peso de las batallas pasadas ya no parecía tan grande, porque el amor que compartían los tres superaba cualquier adversidad.

En ese momento, bajo la suave luz de la luna que entraba por la ventana, Evil Victor durmió profundamente, por primera vez sintiendo que estaba realmente en casa.

Fin.