Correr. Jamás habría pensado que una actividad tan sencilla podría convertirse en una especie de tortura autoimpuesta. Mis piernas ardían, mis pulmones parecían incapaces de captar suficiente aire, y cada zancada que daba me sentía más cerca de colapsar. Pero a pesar de mi evidente agotamiento, Hiroshi seguía animándonos con ese entusiasmo que nunca parecía agotarse.
—¡Vamos, chicos! ¡No se rindan! Si no siguen corriendo, nunca mejorarán. ¡Vamos, solo un poco más!— gritó, girándose para mirarnos con una sonrisa desafiante mientras corría delante de nosotros casi como si estuviera volando.
Miré a Koharu, quien corría a mi lado. Su rostro estaba tan rojo como el mío, y el sudor le empapaba la frente. A pesar de su determinación inicial, estaba tan agotada como yo.
—Shiro… no puedo… seguir… —jadeó entre respiraciones pesadas.
—Tampoco yo… —logré decir con dificultad. Cada palabra era un esfuerzo titánico.
Finalmente, mis piernas decidieron rebelarse contra mi voluntad y me desplomé sobre la hierba del campo. A mi lado, Koharu también cayó, como si estuviera sincronizada conmigo. El mundo daba vueltas mientras intentaba recuperar el aliento. Hiroshi se detuvo, cruzó los brazos y nos miró con una expresión de decepción mezclada con algo de diversión.
—Si continúan así, nunca se volverán más fuertes —dijo, negando con la cabeza. —¿Cómo esperan enfrentar verdaderos desafíos si no pueden soportar un simple entrenamiento?
Quise responderle con algo ingenioso, pero estaba demasiado ocupado intentando que mis pulmones funcionaran correctamente. Koharu tampoco dijo nada, simplemente se dejó caer completamente sobre la hierba, extendiendo los brazos como si intentara abrazar la tierra misma.
Tras unos momentos, Hiroshi suspiró y finalmente cedió.
—Bien, tómense un descanso. Pero no demasiado largo. En cuanto recuperen el aliento, volvemos a correr.
Ambos suspiramos aliviados. Me senté y saqué una botella de agua de mi mochila. El líquido frío fue como un regalo de los cielos. Koharu también comenzó a beber, y por un momento, ninguno de los dos dijo nada.
Finalmente, rompiendo el silencio, me atreví a hacer una pregunta que había estado rondando mi mente desde que empezamos a entrenar bajo la tutela de Hiroshi.
—Maestro Hiroshi… —comencé, intentando encontrar las palabras adecuadas. —¿Qué sabe sobre los 24 Maestros Elementales?
Hiroshi, quien había estado mirando el horizonte con una expresión relajada, se giró hacia mí con una ceja levantada. Sus ojos brillaron con una curiosidad que no esperaba.
—¡Vaya! Esa es una pregunta interesante, Shiro —dijo, acercándose para sentarse frente a nosotros. Cruzó las piernas y apoyó los codos sobre las rodillas, como si estuviera preparándose para contar una historia. —¿Por qué quieres saber sobre ellos?
Me encogí de hombros, aunque la curiosidad en mi interior era casi insaciable.
—He oído hablar de ellos desde que era niño, pero nunca entendí realmente qué los hace tan especiales. Siempre se habla de los elementos y del equilibrio, pero… no sé. Parece algo tan distante.
Hiroshi sonrió, como si mi respuesta lo hubiera complacido.
—Bueno, supongo que es hora de que aprendan un poco más sobre el mundo al que aspiran pertenecer. Escuchen con atención.
Tomó una ramita del suelo y comenzó a dibujar en la tierra mientras hablaba. Sus palabras nos transportaron a otro tiempo y lugar.
—Los 24 Maestros Elementales no son como los guerreros comunes. Cada uno de ellos es el máximo exponente de un elemento, pero no de los que ustedes podrían imaginar al pensar en elementos tradicionales como fuego o agua. No, esos son elementos que solo los Kuragamis pueden usar. Los Maestros Elementales controlan fuerzas más sutiles, más abstractas, pero igual de poderosas.
Koharu y yo nos inclinamos hacia adelante, atrapados por su tono. Hiroshi continuó, con voz baja y solemne.
—Imaginen el tiempo mismo. Hay una Maestra que usa el elemento de Tiempo que puede ralentizar o acelerar los momentos, incluso detenerlos por completo por un instante. Luego está el Maestro que usa el elemento de Gravedad, quien puede manipular la fuerza que mantiene todo en su lugar. Pero también hay maestros de cosas que quizá nunca hayan considerado, como el Sonido, capaz de crear armonías que sanan o destructivas ondas de choque.
Me sentí pequeño al escuchar eso. Era difícil imaginar tener ese tipo de poder, pero al mismo tiempo, una chispa de esperanza nació en mi interior.
—¿Y qué los hace tan especiales? ¿Solo sus habilidades? —pregunté.
Hiroshi sacudió la cabeza.
—No solo es su poder, sino cómo lo usan. Cada Maestro es elegido no solo por su habilidad, sino por su corazón, su voluntad y su mente. Deben ser dignos de representar su elemento, equilibrados en su esencia y capaces de proteger el mundo con su sabiduría.
—¿Y todos trabajan juntos? —intervino Koharu, con la voz llena de fascinación.
Hiroshi se encogió de hombros.
—En teoría, sí. Pero como siempre ocurre, las cosas no son tan simples. A veces hay desacuerdos, incluso conflictos. Pero cuando el equilibrio del mundo está en peligro, los 24 Maestros siempre encuentran la manera de unirse.
Hizo una pausa y nos miró a ambos con intensidad.
—Eso es lo que significa ser un Maestro Elemental. No solo tener poder, sino comprender el peso de la responsabilidad que conlleva.
Koharu se veía algo curiosa y volvió a hablar con el Maestro Hiroshi
—Maestro Hiroshi, ¿Todos los Maestros Elementales son humanos? —preguntó Koharu, con una mezcla de duda y asombro.
Hiroshi negó con la cabeza.
—No, Koharu. Los Maestros Elementales provienen de muchas razas. Además de los humanos, hay Elfos, Draconianos, Yuki Onnas, Yuki Otokos y Kitsunes. Cada raza aporta algo único al equilibrio que representan. Los Elfos tienen una conexión natural con las energías del mundo, los Draconianos son inquebrantables en cuerpo y espíritu, mientras que los Kitsunes poseen una sabiduría ancestral y una agudeza que pocos pueden igualar, por otro lado los Yuki Onnas y Yuki Otokos poseen una calma casi divina e inteligencia muy alta.
—Eso es increíble… —murmuré, sintiendo cómo mi visión del mundo se expandía. —Pero… ¿qué hay de usted, maestro Hiroshi? ¿Es uno de ellos? ¿Es uno de los Maestros Elementales?
—Sí —admitió sin rodeos, con una sonrisa tranquila. —Estoy en el rango 3 entre los Maestros Elementales.
Mis ojos se abrieron de par en par.
—¡Espera! ¿Hay rangos?
—Por supuesto —respondió. —Todo comienza con los cinco rangos de guerreros. Primero está el Aprendiz, luego el Aspirante, seguido por el Guerrero, el Guardián y finalmente el Campeón. Solo los campeones excepcionales con un dominio superior en sus habilidades son elegidos para convertirse en Maestros Elementales. Una vez que ingresan, hay otros cinco rangos: Iniciado, Adepto, Maestro, Gran Maestro y Guardián Elemental. Cada nivel representa un dominio y una responsabilidad mayor.
—¿Y tú estás en el tercer rango? —preguntó Koharu, claramente impresionada.
—Así es. Como Maestro, no solo domino mi elemento, sino que también enseño a otros. Pero aún tengo mucho que aprender antes de alcanzar los niveles superiores.
—Entonces, el Guardián Elemental es el rango más alto… ¿Qué hace alguien así? —pregunté, incapaz de contener mi curiosidad.
Hiroshi asintió, su expresión fue tornándose más seria.
—El Guardián Elemental no solo es el más poderoso en cuanto a control sobre su elemento, sino también el responsable de proteger el equilibrio del mundo. Sus decisiones pueden influir en el destino de civilizaciones enteras. Pero alcanzar ese nivel no se trata solo de poder, sino de sabiduría y sacrificio. Solo unos pocos en la historia han llegado tan lejos.
Un silencio cayó sobre nosotros mientras procesábamos sus palabras. Era difícil imaginar la inmensa responsabilidad que debía recaer sobre alguien así.
Hiroshi finalmente se levantó y nos tendió una mano.
—Bien, chicos. El descanso ha terminado. Si quieren siquiera acercarse a comprender el mundo de los Maestros Elementales, necesitamos seguir entrenando.
Tomé su mano, sabiendo que, aunque el camino sería duro, estaba listo para enfrentar lo que viniera. Al menos, eso quería creer. A medida que retomábamos el paso, sentía una mezcla de agotamiento y determinación. Cada zancada dolía, pero también me acercaba un poco más a descubrir mi verdadero potencial.
Mientras corríamos, Koharu rompió el silencio.
—Maestro Hiroshi… mencionó los elementos, pero dijo que no eran comunes. ¿Qué otros elementos existen?
Hiroshi sonrió nuevamente, como si estuviera esperando que alguien hiciera esa pregunta.
—Ah… hay muchos más. Por ejemplo, está la Maestra de la Energía Vital, quien puede manipular la fuerza de la vida misma para curar o debilitar. El Maestro de la Entropía, que controla el desorden y la descomposición, puede desintegrar materiales o acelerar procesos naturales. También está el Maestro de la Magia Negra, quien puede crear mundos enteros dentro de la mente de otros.
—Eso suena aterrador… —dijo Koharu, con un leve escalofrío.
—Lo es, si cae en las manos equivocadas —respondió Hiroshi con un tono serio. —Por eso los Maestros Elementales son elegidos con tanto cuidado. No se trata solo de poder, sino de tener un corazón que pueda soportar el peso de ese poder.
Mis piernas seguían doliendo, pero mi mente estaba ahora completamente absorta en sus palabras.
Mientras seguíamos corriendo, mi mente no dejaba de dar vueltas en todo lo que Hiroshi había dicho. Los Maestros Elementales no eran solo guardianes del equilibrio, sino seres con habilidades tan abrumadoras que apenas podía imaginar. Cada palabra de Hiroshi era un portal a un mundo mucho más amplio y complejo de lo que había creído.
Koharu fue la primera en romper el silencio.
—Maestro Hiroshi, ¿Cómo se elige a un Maestro Elemental? ¿Nacen con esas habilidades, o es algo que pueden aprender?
Hiroshi redujo un poco el ritmo para correr a nuestro lado. Su expresión se suavizó, como si recordara algo lejano.
—No es una cuestión de nacimiento, Koharu. Aunque algunos tienen talentos naturales para ciertos elementos, lo que realmente define a un Maestro Elemental es su voluntad de pelear, aprender, enseñar, de sacrificarse por otros o por algo más grande. Cada uno de ellos pasa por un proceso de entrenamiento exhaustivo, enfrentando desafíos que pondrían de rodillas al guerrero más fuerte.
Hice un esfuerzo por mantenerme a su ritmo y añadí:
—¿Y esos desafíos? ¿Cómo son?
—Intensos —respondió, mirándome con seriedad. —Por ejemplo, para dominar el elemento del Tiempo, un aprendiz debe experimentar la aceleración y ralentización de sus propios momentos. Imagínate viviendo un solo día que para ti dura cien años, o un instante que pasa en un parpadeo. Ese nivel de concentración puede quebrar a una persona si no está lista.
—¿Y tú? ¿Cómo fue su entrenamiento? —pregunté, incapaz de ocultar mi fascinación.
Hiroshi dejó escapar una risa breve, pero cargada de cierto peso.
—No fue fácil. Mi elemento es el Definitivo, la conexión entre todas las cosas vivas y las energías que las rodean. Para comprenderlo, tuve que pasar días enteros en total aislamiento, sintiendo cada pequeño cambio en el mundo a mi alrededor. El susurro de las hojas, el latido de mi propio corazón… al principio fue insoportable, pero con el tiempo aprendí a escuchar más allá del ruido. Y así, poco a poco, me convertí en quien soy ahora.
Koharu y yo nos miramos, impresionados. No era solo la dificultad física del entrenamiento, sino el nivel de introspección y paciencia que parecía exigir.
—Maestro Hiroshi —comencé, algo vacilante —¿En qué va a consistir nuestro entrenamiento?
Él se detuvo de golpe, haciendo que Koharu y yo casi tropezáramos al intentar frenar también. Su expresión cambió; ahora parecía evaluar cada detalle de nuestra postura, nuestra respiración, incluso nuestra determinación.
—Su entrenamiento —dijo finalmente —Será diferente al de cualquier otro aprendiz. Ustedes no están aquí solo para fortalecerse físicamente. La fuerza es solo una parte del viaje. Quiero que aprendan a conocerse a ustedes mismos, a descubrir sus límites y, más importante, a superarlos.
—¿Cómo hacemos eso? —preguntó Koharu, claramente intrigada.
—Para empezar, correr no es solo correr. Cada paso que dan ahora es una forma de liberar su mente, de empujar sus cuerpos a lugares incómodos. Pero pronto, su entrenamiento será más específico. Shiro, en tu caso, quiero trabajar en tu capacidad para concentrarte bajo presión. Eres demasiado impulsivo, y eso podría costarte caro en una batalla real. Koharu, por otro lado, tienes un espíritu calmado, pero careces de confianza cuando enfrentas desafíos inesperados. Voy a obligarlos a salir de su zona de confort.
Sus palabras me golpearon como un martillo. ¿Impulsivo? Tal vez tenía razón, pero no me gustaba escucharlo. Koharu pareció menos afectada, aunque noté que apretaba los labios, procesando lo que había dicho.
—Y una vez que superemos eso —continuó Hiroshi —comenzaremos con los fundamentos de los elementos. No los comunes, claro está, sino aquellos que podrían estar más alineados con sus habilidades naturales.
—¿Cómo sabes cuáles son nuestras habilidades? —pregunté, sintiéndome algo expuesto.
Hiroshi sonrió.
—He estado observándolos desde el primer día. No puedo estar completamente seguro, pero tengo algunas teorías. Shiro, creo que podrías estar conectado con el flujo de energía pura. Koharu, por otro lado, tienes una afinidad con las vibraciones, lo cual podría traducirse en una conexión con el sonido.
—¿El sonido? —Koharu ladeó la cabeza, confundida.
—Sí. No solo como lo oyes ahora, sino en sus formas más puras: frecuencias, ecos, incluso el silencio absoluto.
Me quedé pensando en lo que había dicho sobre mí. ¿Energía pura? No sabía exactamente qué significaba eso, pero sonaba como algo increíblemente difícil de dominar.
Hiroshi retomó la marcha, y esta vez su tono se tornó más ligero.
—Pero por ahora, sigan corriendo. Necesito que sus cuerpos sean tan fuertes como sus mentes. Hay un largo camino por delante, y no pienso dejarlos rendirse.
Seguíamos corriendo por el campo, aunque mis piernas ya parecían hechas de plomo. Koharu, a mi lado, mantenía su ritmo habitual, pero había algo en su expresión que parecía distante, como si estuviera pensando en algo más que en no tropezar con sus propios pies.
—Maestro Hiroshi, creo que se equivoca en algo sobre mí —dijo de repente, rompiendo el silencio.
Hiroshi, que corría un poco más adelante, giró la cabeza hacia ella sin disminuir el ritmo.
—¿Ah, sí? —preguntó con curiosidad. —¿En qué exactamente?
Koharu tomó aire antes de responder, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras.
—No creo que mi afinidad sea con el Elemento de Sonido —dijo, con una seguridad que me hizo fruncir el ceño.
Hiroshi arqueó una ceja, claramente intrigado.
—¿Y por qué estás tan segura de eso? —preguntó, desacelerando para trotar a nuestro lado. Su tono era ligero, pero había una pizca de duda en su mirada.
Koharu lo miró directamente, sus ojos brillando con una intensidad que no había visto antes.
—Porque… poseo el elemento Celestial.
Hiroshi se detuvo de golpe, casi haciendo que yo chocara contra él. Su expresión pasó de curiosidad a sorpresa, y luego a algo que no podía identificar del todo: una mezcla de incredulidad y confusión.
—¿Celestial? —repitió, como si tratara de confirmar que había escuchado bien.
Yo no pude evitar apartar la mirada y soltar una risa, intentando no hacerlo demasiado obvio. La situación tenía un aire tan extraño que no podía evitar encontrarla divertida.
Hiroshi se llevó una mano a la cabeza, rascándosela como si eso lo ayudara a procesar la información.
—Bueno, supongo que mis teorías pueden fallar a veces… —admitió con una sonrisa torcida, aunque aún parecía perplejo. —El elemento Celestial, dices. Eso es… bastante inusual.
Koharu asintió, con un rostro completamente serio.
—Es algo que he sabido desde hace tiempo, aunque nunca lo he utilizado al límite. No estoy segura de cómo explicarlo, pero es lo que siento dentro de mí.
Hiroshi se cruzó de brazos y la miró detenidamente, como si intentara descifrar un acertijo particularmente complicado.
—El elemento Celestial no es algo que se vea a menudo —dijo finalmente, en un tono más serio. —Es una de las fuerzas más puras y abstractas. No me sorprende que no lo hayas utilizado por completo; dominarlo requiere más que habilidad, requiere un entendimiento profundo de ti misma.
Yo seguía intentando contener mi risa, pero no pude evitar intervenir.
—¿Y qué hay de mí? ¿Tengo algún elemento oculto que no sé? ¿O todavía soy solo un "talento en bruto"? —pregunté, medio en broma.
Hiroshi me lanzó una mirada que no pude descifrar por completo.
—Eso es lo raro contigo, Shiro. Aún no has mostrado señales claras de poseer un elemento —admitió, aunque no parecía preocupado. —Pero no te preocupes. A veces, el elemento de una persona no se manifiesta de inmediato. Puede suceder durante el entrenamiento o incluso en medio de una batalla. Todo depende de las circunstancias y de cuánto estés dispuesto a empujar tus propios límites.
—¿Así que básicamente soy un caso perdido y un inútil hasta que algo haga "clic"? —respondí, tratando de sonar despreocupado, aunque sentía una pequeña punzada de inseguridad.
Hiroshi negó con la cabeza.
—No es eso, Shiro. De hecho, los que tardan más en manifestar su elemento a menudo terminan siendo los más interesantes o poderosos. Puede que tu camino sea más largo, pero eso no significa que sea menos significativo. Todo a su tiempo.
Sus palabras no eran exactamente reconfortantes, pero había algo en su tono que hacía que fuera difícil no creerle. Koharu, por otro lado, parecía más relajada ahora, como si haber revelado su verdad la hubiera aliviado de una carga.
Hiroshi finalmente rompió el incómodo silencio que había caído entre nosotros.
—Bueno, chicos, basta de filosofar por hoy. ¡Sigamos corriendo! Si quieren averiguar más de sus elementos, necesitan fortalecer sus cuerpos y mentes primero. Y eso empieza aquí, en este campo, con cada paso que den.
Suspiré, resignado, mientras comenzábamos a correr de nuevo. Pero, en el fondo, una chispa de emoción brillaba. Tal vez todavía no sabía cuál era mi elemento, pero el camino para descubrirlo ya había comenzado, y estaba listo para enfrentar lo que viniera.