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Chapter 4 - La chispa y la llama

El aire frío de la mañana le dio la bienvenida mientras parpadeaba para despejar la neblina de sus pensamientos. Jin despertó tendido en el suelo, sobre una manta áspera que le picaba la piel. A su alrededor, el campamento de Etrea cobraba vida. Podía escuchar a los soldados revisando su equipo, el chisporroteo de una hoguera cercana y el entrechocar de metal mientras algunos afilaban sus armas.

 

Incorporándose lentamente, Jin sintió cómo los músculos de su cuerpo protestaban. Una punzada de dolor en el costado le recordó los eventos difusos que lo habían traído aquí, aunque apenas podía poner en orden sus pensamientos. Observó el campamento, sin reconocer las caras de quienes se movían a su alrededor, y en medio de esa confusión, notó una figura que se acercaba hacia él con pasos firmes.

 

Era una mujer de porte intimidante, con una postura que hablaba de fuerza y control absoluto. Cada paso suyo parecía una declaración de autoridad, como si el suelo mismo le cediera espacio. Su cabello largo y oscuro se balanceaba ligeramente a su espalda, y sus ojos, fríos y calculadores, lo escrutaban con una intensidad que lo hizo sentirse en guardia. La mirada de la mujer, a la vez despiadada y analítica, parecía capaz de atravesar cualquier barrera que él pusiera.

 

Al detenerse frente a él, lo miró con una leve sonrisa, una curva apenas perceptible que no escondía su expresión de interés.

 

—Vaya, parece que finalmente despertaste —comentó, con un tono que era mitad burla, mitad curiosidad—. No todos los días vemos a alguien llegar a Etrea en tan... peculiares circunstancias.

 

La voz de la mujer tenía una autoridad indiscutible, y aunque la forma en que lo miraba tenía algo de inquietante, Jin no apartó la mirada. Había algo en su tono y en su porte que le resultaba familiar de alguna manera. Como si, a pesar de no haberla visto nunca, sintiera que sus destinos habían estado conectados desde mucho antes de este encuentro.

 

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó, su tono gélido y demandante.

 

Sin dudar, Jin respondió, con una claridad que incluso a él le sorprendió:

 

—Soy Jin Uzui.

 

Un brillo de sorpresa pasó fugazmente por los ojos de la mujer, aunque rápidamente recuperó su expresión neutral, apenas inclinando la cabeza mientras parecía evaluarlo de nuevo, con una intensidad renovada. La reacción de Kiera, por mínima que fuera, no pasó desapercibida para Jin. Parecía como si su nombre hubiese despertado algún interés particular en ella.

 

—Así que Jin Uzui —repitió, en voz baja, como si saboreara las palabras, dándole un peso especial a cada sílaba—. Has elegido un mal lugar para venir, ¿o es que solo tienes una insaciable curiosidad por meterte en problemas?

 

—Eso depende —respondió él, con una calma que intentaba igualar el tono de ella—. No recuerdo haber pedido un recibimiento tan... interesante.

 

Kiera soltó una risa breve, aunque carecía de calidez. Era una risa fría, casi cruel, que reflejaba un tipo de disfrute retorcido.

 

—Aquí en Etrea, Jin, cada nuevo rostro que aparece debe demostrar su valía. —Dio un paso más cerca, de forma casi imperceptible, como si quisiera que él sintiera la presión de su presencia—. Y no suelo perder tiempo en evaluar personalmente a cualquiera. Solo a aquellos que creo que podrían sobrevivir.

 

La intensidad de su mirada parecía sugerir un desafío implícito, y Jin lo sintió. Había algo en la postura de Kiera que le daba la impresión de que ella esperaba algo de él, como si su llegada significara algo más. Era como si quisiera probarlo, y no solo con palabras.

 

Kiera entrecerró los ojos y sonrió de una forma que dejó claro lo que estaba pensando.

 

—¿Por qué no haces algo útil para demostrarlo? —sugirió, casi susurrando—. Aunque, claro, podrías negarte... y sería un final muy decepcionante para alguien como tú.

 

Jin la miró fijamente, notando la emoción contenida en sus ojos. No era una emoción común; era la emoción de alguien que anhelaba el combate, que vivía para la prueba de fuerza y habilidad. Sin querer, sintió cómo su corazón latía más rápido, atrapado entre el miedo y la adrenalina.

 

—¿Quieres que luche contigo? —preguntó, con una mezcla de sorpresa y precaución.

 

—Oh, no te preocupes, Jin Uzui —respondió Kiera, casi acariciando el sonido de su nombre—. No me interesan las formalidades de una pelea común. Quiero ver si tienes lo necesario para sobrevivir aquí, en Etrea, donde solo los más fuertes sobreviven. —Sus ojos brillaron con una chispa que lo desconcertó—. Y tengo la extraña intuición de que tú... podrías estar a la altura.

 

Él asintió, sintiendo que no tenía mucho más que decir. La situación lo obligaba a aceptar el desafío, aunque algo en ella, en esa mirada indescifrable, le recordaba a alguien. La familiaridad era intensa y confusa, y aunque su mente le decía que desconfiara, su cuerpo estaba listo para actuar.

 

Kiera retrocedió unos pasos y, sin dejar de mirarlo, hizo un gesto hacia un espacio despejado del campamento. Sus compañeros comenzaron a notar la escena, y algunos se acercaron con interés. Era evidente que un combate o una prueba estaba por comenzar, y eso captaba la atención de los soldados y exploradores a su alrededor.

 

Sin apartar la vista de Jin, Kiera extendió una mano hacia una de las espadas que colgaban en su cinto y la desenfundó con una gracia peligrosa.

 

—Espero que no te contengas, Jin. Aquí no tengo tiempo para juegos. —La frialdad en su voz había sido reemplazada por un destello de emoción, una emoción que parecía reservada para quienes la entretenían verdaderamente.

 

Jin tomó una postura defensiva, con la mirada fija en ella, consciente de que cada movimiento sería evaluado. A su alrededor, los demás observaban con atención, pero él solo tenía ojos para Kiera y la espada que brillaba a la luz del amanecer.

 

—Cuando estés listo —dijo ella, su tono suave, pero cargado de intensidad—. Y créeme, no mostraré piedad solo porque seas nuevo aquí.

 

Jin sintió cómo su cuerpo se tensaba mientras se preparaba. La familiaridad que percibía en ella le resultaba cada vez más confusa, pero en ese momento, todo lo que importaba era el combate. En Etrea, estaba solo, pero enfrentarse a alguien como Kiera era su primera prueba, una prueba de la que dependía su supervivencia.

 

Kiera avanzó con una rapidez que lo tomó por sorpresa, y Jin apenas logró esquivar el primer golpe, un movimiento preciso y letal que le dejó claro que ella no estaba bromeando. Cada ataque suyo parecía más rápido, como si quisiera medir hasta qué punto él era capaz de seguirle el ritmo.

 

Sin poder evitarlo, Jin sintió que una chispa de adrenalina se encendía en él.

Jin parpadeó y enfocó su mirada, sintiendo aún el cansancio de su llegada reciente a Etrea. Apenas acababa de despertar, y ya estaba enfrentándose a una de las guerreras más formidables que había visto en su vida. Kiera estaba frente a él, erguida y segura, sus ojos brillando con una intensidad que contrastaba con la sonrisa tranquila en su rostro.

 

Sin perder tiempo, Kiera avanzó con una rapidez asombrosa, levantando su espada en un movimiento amplio que parecía desafiar el peso del acero. Jin apenas tuvo tiempo de levantar su propia espada, y el choque resonó por todo el campamento, atrayendo la atención de los soldados que comenzaron a murmurar y a rodearlos en un círculo de observación.

 

La fuerza de Kiera lo desestabilizó, y dio un par de pasos atrás. Pero antes de que pudiera estabilizarse, ella ya estaba encima de él nuevamente, lanzando una serie de estocadas rápidas y precisas que lo obligaron a retroceder aún más.

 

Cada movimiento de ella parecía calculado y certero, como si no estuviera probándolo, sino simplemente esperando a que él fallara para tomarlo por sorpresa. Sin embargo, Jin se mantuvo firme, bloqueando cada ataque con una concentración férrea, estudiando su estilo y buscando algún patrón en su técnica.

 

—¿Esto es todo lo que tienes, Jin Uzui? —se burló Kiera, su voz calmada pero teñida de desafío.

 

—Aún no he mostrado todo lo que puedo hacer —respondió Jin, apretando los dientes.

 

Kiera soltó una risa ligera, como si su respuesta le divirtiera, y sin previo aviso redobló la intensidad de sus ataques. Ahora se movía como un torbellino, su espada trazando arcos complejos y precisos que lo ponían en un estado de alerta constante. Jin trataba de seguirle el ritmo, bloqueando y esquivando con todas sus fuerzas, pero notaba que ella parecía moverse con una facilidad casi insultante.

 

Finalmente, tras un par de intercambios intensos, Jin logró encontrar una pequeña apertura y lanzó un corte rápido hacia su costado, esperando al menos sorprenderla. Para su sorpresa, el ataque hizo que Kiera retrocediera un paso, aunque su expresión era tranquila y serena, como si hubiera permitido el golpe para evaluarlo.

 

—Nada mal, Jin. Pareces aprender rápido —comentó, aunque sus ojos mostraban una intensidad renovada.

 

El corazón de Jin latía con fuerza, y sentía una mezcla de agotamiento y determinación. Observó su postura y se dio cuenta de que estaba subestimando sus habilidades. Tal vez él no tuviera el mismo nivel de experiencia, pero no era un novato. Respiró hondo y se preparó para el siguiente asalto, tratando de anticipar sus movimientos.

 

Kiera se lanzó nuevamente hacia él, pero esta vez Jin estaba listo. Con una rápida maniobra, interceptó su ataque y giró su cuerpo, desviando su espada en un intento de hacerla perder el equilibrio. Kiera se detuvo, sorprendida por un segundo, y esbozó una sonrisa más amplia.

 

—Vaya, parece que tienes algunos trucos bajo la manga —dijo, su voz cargada de aprobación—. Esto se está poniendo interesante.

 

Ella cambió de postura, empuñando su espada con ambas manos, y Jin sintió un escalofrío recorrerle la columna. Esta vez, su ataque fue más calculado, su fuerza aumentada, y cada tajo resonaba con una precisión brutal. Jin bloqueaba y esquivaba como podía, pero cada golpe parecía acercarla más a su objetivo, y la presión era casi aplastante.

 

Kiera aprovechó un breve instante en el que Jin estaba ocupado defendiendo un ataque lateral para lanzar un tajo ascendente, apuntando a su torso. Él apenas logró desviar la espada, pero el golpe lo hizo tambalearse hacia atrás. Con rapidez, recuperó el equilibrio y lanzó un corte diagonal hacia Kiera, quien lo esquivó por unos milímetros, su sonrisa ahora llena de un desafío palpable.

 

—Si no te tomas esto en serio, terminarás en el suelo —advirtió ella, lanzando un ataque rápido que apenas rozó su costado.

 

—Créeme, lo estoy haciendo —replicó Jin, con un tono de voz decidido.

 

Ambos continuaron intercambiando golpes, cada vez más rápidos y feroces. Jin intentaba encontrar un ritmo en el combate, una manera de anticipar sus movimientos, pero Kiera era impredecible. Con cada paso que daba, él podía notar que ella lo observaba, evaluando su estilo, y eso lo ponía cada vez más tenso. Sin embargo, lejos de intimidarlo, esta presión lo obligaba a buscar nuevos enfoques, a ser más creativo con cada movimiento.

 

Jin decidió cambiar su táctica. Observando que Kiera confiaba en su velocidad y habilidad para esquivar, lanzó una serie de ataques en sucesión, cada uno dirigido a diferentes partes de su cuerpo, forzándola a moverse de un lado a otro. Kiera se defendía con destreza, pero Jin notó un destello de concentración más profunda en sus ojos. Finalmente, lanzó un ataque diagonal hacia su hombro, y aunque ella lo bloqueó, pareció retroceder un paso.

 

—Vaya, Jin. No esperaba que tuvieras tanta resistencia —dijo ella, sin dejar de sonreír—. Me agrada. Quizás te deje pasar esta prueba después de todo.

 

Jin jadeaba, su respiración pesada, pero no podía negar que había algo en Kiera que le resultaba extrañamente familiar. Era como si esa determinación, esa mezcla de fuerza y desafío, resonara en algún rincón olvidado de su memoria. Ella lo observaba con esa misma mirada intensa, y en su mente, empezaba a formarse una pregunta que no lograba articular.

 

Sin previo aviso, Kiera se lanzó hacia él, su espada describiendo un arco feroz. Jin levantó su propia espada, y ambas armas chocaron con fuerza. Esta vez, la intensidad del golpe le hizo tambalearse, pero él se mantuvo firme, sosteniendo su postura y aguantando el peso del ataque.

 

El enfrentamiento continuó, con ambos atacando y defendiendo en un ritmo casi coreográfico. Jin sentía la tensión acumulándose en sus músculos, pero cada vez que pensaba en ceder, algo en él lo impulsaba a seguir. Sabía que no estaba a la altura de Kiera en habilidad o experiencia, pero esa extraña sensación de familiaridad le daba la fuerza para no rendirse.

 

La intensidad del combate no hacía más que crecer. Jin, que hasta ahora se había esforzado en mantener el ritmo de Kiera, empezó a notar algo diferente. Cada bloqueo, cada esquiva y cada golpe que lograba devolver con precisión le otorgaban una extraña confianza que, por un momento, parecía darle la ventaja. Era como si el mismo aire a su alrededor le estuviera brindando una energía renovada, permitiéndole predecir con mayor claridad los movimientos de Kiera.

 

Con un giro ágil, Jin logró esquivar una estocada lateral y aprovechó la apertura para deslizar su espada hacia su oponente. Esta vez, el filo de su arma rozó el brazo de Kiera, obligándola a retroceder y mirar su herida con sorpresa. Aunque era solo un corte superficial, parecía haberla desconcertado. Ella esbozó una media sonrisa y asintió, reconociendo su habilidad.

 

—Nada mal, Jin. Parece que realmente tienes algo especial —comentó ella, observándolo con una mezcla de admiración y desafío—. Pero estás lejos de terminar.

 

Jin respiraba con dificultad, pero sentía que la situación se estaba inclinando a su favor. Estaba a punto de lanzar otro ataque cuando Kiera extendió su mano libre hacia adelante y, con un movimiento sutil de sus dedos, un viento feroz comenzó a soplar alrededor de ella. El polvo se levantó y el aire se volvió denso, como si una tormenta estuviera a punto de desatarse en pleno campo de batalla.

 

De pronto, el viento comenzó a girar alrededor de Kiera, formando un remolino que la rodeaba y la hacía parecer más imponente, casi como una diosa guerrera. Jin trató de mantenerse firme, pero el viento lo empujaba, desestabilizándolo y dificultando sus movimientos. Entonces, en un instante, Kiera realizó un movimiento brusco con su brazo, y una ráfaga de viento salió disparada hacia él.

 

La ráfaga impactó directamente en su espada, arrebatándosela de las manos antes de que pudiera reaccionar. Jin sintió cómo su arma se le escapaba entre los dedos y caía a varios metros de distancia, incrustada en el suelo. Desarmado, dio un paso atrás, manteniéndose alerta mientras trataba de evaluar la situación.

 

Kiera avanzó lentamente, con el viento girando a su alrededor como un aura invisible, y en su mirada se veía la seguridad de quien domina más que solo la espada. Era obvio que no iba a detenerse ni mostrarle piedad alguna.

 

—¿Sorprendido? —preguntó ella, con una sonrisa confiada—. Creíste que esto sería solo un duelo de espadas, pero Etrea es un mundo donde la magia y la fuerza van de la mano. Aquí, debes estar preparado para cualquier cosa.

 

Sin perder el ritmo, Kiera movió su brazo nuevamente y el viento se intensificó, formando una serie de cuchillas invisibles que comenzaron a dirigirse hacia él. Jin, aunque desarmado, no estaba dispuesto a retroceder. Se lanzó hacia un lado, rodando sobre el suelo y esquivando por poco las ráfagas de viento cortante que impactaban donde él había estado un segundo antes.

 

A pesar del peligro, algo en su interior despertaba con cada segundo de este combate. Incluso sin su espada, sintió que podía enfrentarse a ella, que aún podía encontrar una forma de resistir y, quizás, contraatacar. Con esa determinación renovada, se levantó, esquivando otra ráfaga de viento y evaluando sus posibilidades.

 

—No me subestimes tan rápido, Kiera. —Su voz estaba cargada de resolución—. Aún tengo mucho más por demostrar.

 

Kiera rió con una mezcla de diversión y respeto. Movió su mano y el viento volvió a formarse a su alrededor, como si estuviera dispuesta a lanzar un ataque más poderoso. Sin embargo, en ese momento de tensión, Jin notó algo: aunque sus ataques eran fuertes, la concentración de Kiera se centraba en sus manos, y cada vez que lanzaba una ráfaga de viento, bajaba su guardia durante un instante.

 

La idea se formó rápidamente en su mente. Jin esperó, estudiándola con calma, y cuando Kiera lanzó otra ráfaga, él se abalanzó hacia ella en una finta arriesgada. En el último momento, cuando ella dirigió el viento hacia donde él estaba, Jin giró en un ángulo inesperado, esquivando el ataque y acortando la distancia entre ambos.

 

Con un movimiento rápido, se lanzó hacia su costado, usando toda su fuerza para empujarla hacia atrás y desestabilizarla. Kiera perdió el equilibrio momentáneamente, sorprendida por su determinación. Jin aprovechó ese instante y se lanzó hacia donde había caído su espada, recuperándola con un rápido movimiento y volviendo a su posición de combate.

 

Kiera lo miró con un destello de respeto en los ojos, dándose cuenta de que este combate era más que un simple entrenamiento. Jin la encaró, con la respiración agitada, pero con una confianza nueva que ni él mismo sabía que tenía. Había aceptado el reto de Etrea, y ahora, nada lo haría retroceder.

Kiera dio un último paso hacia atrás, su espada descendiendo hasta quedar paralela al suelo. Sus ojos se encontraron con los de Jin, que respiraba con dificultad, agotado pero aún de pie. Con una leve sonrisa de satisfacción, Kiera alzó una mano en señal de que el combate había terminado.

 

—Por ahora es suficiente —dijo, soltando la espada y apoyándola contra el suelo.

 

Jin se tomó un momento para recuperar el aliento antes de levantar la mirada y, tras unos segundos de silencio, decidió arriesgarse con una petición que había rondado en su mente durante todo el enfrentamiento.

 

—Kiera, enséñame a usar magia.

 

La guerrera lo miró con una mezcla de sorpresa y diversión, como si su solicitud fuera un pequeño atrevimiento que ella estaba considerando. Tras un breve instante de silencio, sonrió con una pizca de malicia en los labios.

 

—¿Crees que te enseñaría algo tan valioso… solo porque me lo pides? —respondió ella, cruzando los brazos.

 

Jin tragó saliva, pero se mantuvo firme—. Quiero aprender de alguien como tú. No quiero quedarme solo en esto.

 

Kiera lo miró evaluándolo nuevamente y, tras una pausa pensativa, dio un paso hacia él, extendiendo su mano y sujetándolo firmemente por la muñeca.

 

—Muy bien, Uzui. Pero tendrás que hacer algo por mí primero —dijo, sin darle más explicaciones mientras tiraba de él en dirección a la salida del campamento.

 

Jin apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que Kiera lo arrastrara con ella. Al pasar junto a la entrada, el guardia de turno, un hombre robusto con barba, los observó con una ceja levantada y soltó una carcajada.

 

—¿Esta es tu nueva víctima, Kiera? —bromeó el guardia, lanzándole una mirada burlona a Jin.

 

Él se sintió un poco confundido y curioso, pero antes de que pudiera preguntar, Kiera se limitó a sonreír, sin responder al comentario del guardia. Continuó caminando sin detenerse, y Jin sintió cómo la curiosidad se intensificaba mientras se alejaban cada vez más del campamento, internándose en una zona de árboles hasta que finalmente llegaron a un lago tranquilo, rodeado de vegetación y con el agua brillando bajo la luz del sol.

 

Kiera soltó su muñeca, girándose hacia él con una expresión divertida.

 

—Primero, fuera esa ropa —ordenó, señalando el lago.

 

—¿Qué? —Jin se sonrojó y retrocedió un poco, sin poder evitar sentirse incómodo ante la idea de quedarse a solas con ella en ese lugar.

 

—¿Acaso te pones nervioso? —se burló ella, cruzando los brazos y alzando una ceja—. Vamos, no es para tanto.

 

Kiera misma comenzó a despojarse de su ropa, quedando en un traje de baño que se ajustaba a su figura con una naturalidad que desarmó aún más a Jin. Él apartó la mirada, sintiendo el calor subirle al rostro, sin saber cómo reaccionar.

 

—¿Te vas a quedar ahí toda la tarde, o piensas entrar al agua? —preguntó ella, con un tono divertido.

 

Jin, sin muchas opciones, comenzó a desvestirse, quedándose en lo justo y necesario para no sentirse completamente expuesto. Sintió una incomodidad que lo mantenía en alerta, sin poder evitar echar miradas rápidas hacia Kiera, quien parecía disfrutar de su desconcierto. Ella lo observó con una sonrisa juguetona y se acercó al borde del lago.

 

—Relájate, Jin. No voy a morder… mucho —le dijo, guiñándole un ojo antes de lanzarse al agua, creando un chapuzón que rompió el silencio del lugar.

 

Jin suspiró, tratando de calmarse. Entró en el agua con cuidado, sintiendo cómo el frescor le ayudaba a relajarse un poco. Pero su nerviosismo se intensificó cuando Kiera nadó hasta él, mirándolo con ese brillo pícaro en los ojos que parecía desafiarlo a cada instante.

 

—¿Te preocupa estar a solas conmigo, Jin? —preguntó, acercándose un poco más, lo suficiente para que él sintiera su presencia a tan corta distancia.

 

—No es… eso —dijo él, tratando de mantener la compostura y evitando su mirada. Pero la cercanía de Kiera, su sonrisa segura y el hecho de que estuvieran tan lejos de todo lo demás lo hacían sentir vulnerable y, en el fondo, algo fascinado.

 

Kiera soltó una risa suave, disfrutando de la reacción de Jin—. ¿Te intimida entrenar conmigo en este ambiente? Tal vez es bueno que aprendas a relajarte, si de verdad quieres aprender magia de mi mano.

 

Jin asintió lentamente, sintiendo cómo la tensión comenzaba a transformarse en algo diferente. Sabía que Kiera no era alguien fácil de impresionar, y que si quería ganarse su confianza, tendría que estar dispuesto a enfrentar situaciones como esta. Con un leve suspiro, miró a Kiera a los ojos, decidido a dejar de lado sus miedos.

 

Ella lo observó en silencio, como evaluándolo una vez más, y después de un instante asintió, acercándose un poco más.

 

—Bien, si estás dispuesto a aprender… entonces tendrás que confiar en mí completamente —murmuró, su voz casi un susurro que lo envolvía, y sin más, le dio una palmadita en el hombro antes de alejarse hacia la orilla del lago—. Vámonos, hay mucho que debes aprender, pero por hoy, disfruta de este momento.

 

Jin la observó mientras ella se alejaba, sintiendo que había algo en esa relación de mentora y aprendiz que iba mucho más allá de lo que él había imaginado

El agua fría parecía volverse más cálida a medida que Jin se acostumbraba a su presencia en el lago. Pero no era el agua lo que lo hacía sentir ese calor; era la intensidad de Kiera, que flotaba cerca, observándolo con una mezcla de desafío y algo que él aún no lograba descifrar.

 

Kiera se movió con fluidez en el agua, cerrando la distancia entre ellos una vez más, sin apartar sus ojos de él. Jin notó que en sus labios se formaba una leve sonrisa, esa que parecía guardar secretos que ella no tenía intención de revelar por completo.

 

—¿Sigues nervioso? —preguntó ella, con una suavidad que contrastaba con el filo de su mirada. La proximidad era electrizante, y aunque el lago estaba en calma, Jin sentía que todo su entorno vibraba con una tensión invisible.

 

—No… creo —respondió él, luchando por mantener la compostura, aunque estaba seguro de que ella percibía cada uno de sus pensamientos.

 

Kiera inclinó un poco la cabeza, como si quisiera explorar sus reacciones. Luego, suavemente, colocó una mano en el centro de su pecho, justo sobre donde su corazón latía descontrolado. El toque era ligero, pero en la quietud del lago, se sentía como si su piel irradiara energía.

 

—La magia es como esto, Jin —dijo en un murmullo, su voz apenas un susurro—. Es algo que te conecta con otra fuerza, algo que puede ser tan sutil o intenso como el latido de tu corazón.

 

Sus palabras y su cercanía hicieron que él perdiera el hilo de sus pensamientos, completamente concentrado en ella. Era casi como si hubiera olvidado que estaban en un entrenamiento; la sensación de ese momento lo absorbía por completo.

 

Kiera dejó su mano en su pecho un segundo más antes de retirarla, sin perder su expresión seria, pero con un brillo en sus ojos que lo desafiaba a entender más allá de las palabras.

 

—Cierra los ojos otra vez —ordenó, en un tono bajo que se sentía casi íntimo.

 

Jin obedeció, y al instante sintió su propia respiración volverse más profunda, consciente de su presencia en cada sentido. Mientras sus ojos permanecían cerrados, escuchó el sonido suave del agua cuando Kiera se movió, acercándose un poco más.

 

—Imagina esa llama creciendo otra vez —murmuró ella, su voz envolviéndolo, y Jin la sintió moverse a su alrededor, como si lo rodeara en una especie de danza invisible—. Permite que esa llama se extienda, pero sin quemar. Mantenla controlada.

 

Jin intentó hacerlo, visualizando la llama tal como ella le decía, sintiendo cómo crecía y se extendía, envolviéndolos a ambos en su imaginación. El calor parecía real, y aunque él sabía que estaba en el agua fría del lago, su piel sentía como si el ambiente a su alrededor estuviera cargado de esa energía.

 

Kiera no se alejó, y aunque no veía sus movimientos, podía percibir su cercanía, cómo su presencia era tan potente como la magia que intentaba convocar. Finalmente, abrió los ojos y la encontró a escasos centímetros, mirándolo fijamente, sus labios a solo una breve distancia.

 

—Esto es solo el principio —murmuró ella, su voz baja, y Jin sintió que el momento parecía detenerse, atrapándolo en esa cercanía.

 

Ambos permanecieron en silencio, como si una línea invisible los uniera, una corriente de energía que parecía ir más allá del entrenamiento, de la magia, y del propósito por el que estaban allí. Finalmente, Kiera se apartó ligeramente, pero no lo suficiente como para romper por completo esa conexión invisible.

 

—Espero que estés listo para seguir aprendiendo —dijo con una sonrisa suave, dejando entrever que este era solo un fragmento de lo que estaba por descubrir.