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Chapter 8 - Reunion

Jin se despertó con un sobresalto.

Su respiración era errática, su cuerpo cubierto de sudor frío. El techo de su habitación estaba frente a él, iluminado por la tenue luz del amanecer que entraba por la ventana.

Tardó unos segundos en ubicarse. No estaba en Etrea.

Su corazón latía con fuerza, como si acabara de escapar de una pesadilla. Pero no era una pesadilla.

Giró la cabeza, observando su escritorio, la computadora encendida con la pantalla en negro, y el reloj digital que marcaba 11:45 AM.

Todo fue real.

Se llevó una mano a la cara, tratando de calmarse. Hikaru, los Knights of None, Lukas y Stein… Kiera.

Y luego recordó la nota.

"Nos vemos en la escuela Kintaro.

16:00 PM."

La escuela Kintaro. Su propia escuela.

Se incorporó lentamente, con la sensación de que todo su cuerpo seguía atrapado entre dos mundos.

Etrea no era solo un juego, ni un sueño. Era algo más. Algo que estaba alcanzándolo incluso en la realidad.

Jin miró sus manos. No estaban cubiertas de sangre, pero el peso de sus acciones seguía ahí.

—Mierda… —susurró.

Se puso de pie con torpeza, sintiendo las piernas débiles. Solo faltaban unas horas para el encuentro.

Kiera lo estaba esperando.

Y esta vez, no tenía dónde huir.

Jin caminaba por las calles camino a la escuela Kintaro, pero cada paso se sentía más pesado de lo normal.

El tiempo avanzaba, pero en su mente, todo iba a cámara lenta. Cada minuto parecía una eternidad.

El tráfico, los estudiantes pasando a su lado, los sonidos de la ciudad… nada parecía real.

Era la primera vez que tenía miedo de ir a la escuela.

Cada vez que miraba su teléfono, el reloj apenas se movía. 13:07 PM… 13:12 PM… 13:20 PM.

¿Por qué el tiempo avanzaba tan lento?

Jin apretó los puños. Tal vez porque no quería que llegaran las 16:00 PM.

Cuando finalmente cruzó la entrada de la escuela, sintió que su cuerpo se tensaba aún más. Todo era normal… demasiado normal.

Los estudiantes caminaban por los pasillos, hablando sobre cosas triviales. Para ellos, todo era igual que siempre.

Para Jin, era un campo de batalla esperando a explotar.

Necesitaba aire.

Sin pensarlo dos veces, subió las escaleras hasta la azotea.

El viento fresco golpeó su rostro cuando abrió la puerta, y por un momento, pudo respirar de verdad.

Caminó hasta la orilla de la azotea y apoyó los brazos en la baranda, dejando que el aire despejara su mente.

No estaba listo.

No sabía qué lo esperaba en ese encuentro. ¿Kiera realmente estaba aquí? ¿Cómo iba a reconocerla? ¿Era posible que…?

Jin…

Su cuerpo se congeló.

Esa voz.

Giró lentamente la cabeza.

Yumi estaba allí.

Mirándolo.

El viento sopló con más fuerza.

Jin sintió un escalofrío recorrer su espalda.

Jin sintió que su mundo se partía en dos.

Yumi estaba allí, con su sonrisa tranquila, su uniforme impecable, sus ojos brillando bajo la luz del sol. Pero algo en su mirada… estaba mal.

Demasiado confiada. Demasiado calculadora.

El aire alrededor de ellos se sintió pesado. Como si Etrea estuviera filtrándose en la realidad.

—Jin… —repitió ella, dando un paso adelante.

Jin tragó saliva.

—¿Qué haces aquí? —logró decir, aunque su voz sonaba más débil de lo que esperaba.

Yumi ladeó la cabeza con una leve sonrisa.

—Eso debería preguntártelo yo. Eres tú quien vino hasta aquí, ¿no?

Algo en su tono le puso los pelos de punta.

Jin frunció el ceño. Esto no era normal.

No era Yumi.

—Tú… —susurró, con la garganta seca—. ¿Quién eres?

Yumi sonrió aún más.

—Oh, Jin, qué cruel. ¿Ya me olvidaste?

El corazón de Jin se detuvo un segundo.

La brisa agitó el cabello de Yumi, pero su expresión no cambió.

—No puede ser… —murmuró.

Yumi inclinó un poco la cabeza, disfrutando de su reacción.

—Es un poco gracioso. Te tomó menos tiempo descubrirlo aquí que en Etrea. Tal vez… porque ahora ya conoces mi esencia.

El escalofrío en la espalda de Jin se hizo insoportable.

—Kiera… —susurró.

Los ojos de Yumi brillaron con una chispa de diversión.

Bingo.

Jin sintió que la realidad se derrumbaba sobre él.

Yumi… era Kiera.

—¿Pero cómo…?

Ella rió suavemente, como si todo esto fuera un juego.

—¿Sorprendido? ¿O… emocionado?

Jin se quedó en silencio. Su mente estaba procesando a mil por hora.

—Tú… eres la misma persona, ¿cierto?

Kiera—Yumi sonrió con malicia.

—¿Qué crees tú?

Jin sintió una punzada en el pecho.

Cada interacción con Yumi en la escuela… cada conversación con Kiera en Etrea…

Siempre hubo algo. Algo que ahora tenía sentido.

Jin apretó los puños.

—¿Por qué me citaste aquí?

Kiera/Yumi se acercó lentamente, demasiado cerca, obligándolo a retroceder hasta la baranda.

—Tienes tantas preguntas, Jin. Pero dime, ¿realmente quieres respuestas… o solo estás buscando excusas para olvidar lo que hiciste?

El peso de la culpa lo golpeó.

—¿Qué…?

Kiera/Yumi sonrió con falsa dulzura.

—Dos muertes… una traición… y ahora finges que puedes seguir con tu vida como si nada hubiera pasado. ¿Cómo te sientes al respecto, Jin?

El aire le faltó. Era como si ella estuviera apretándole el pecho.

—Yo…

—¿Te sentiste poderoso cuando hundiste la espada en ellos? ¿O solo aliviado de que no fueras tú el que muriera?

Jin sintió un ardor en su garganta.

Cada palabra de Kiera era un puñal.

—Déjate de juegos… —murmuró, intentando recuperar la compostura.

Ella rió suavemente.

—Oh, Jin… yo nunca juego.

Y entonces, antes de que pudiera decir algo más…

Una voz interrumpió la conversación.

—Ya basta.

Jin y Kiera/Yumi giraron la cabeza al mismo tiempo.

Hikaru estaba allí (El reheen que kiera agarro la vez que fueron a reclutar al pueblo).

Mirándolos.

Su expresión no tenía la típica sonrisa confiada. Estaba serio.

—¿A qué nos citaste, Kiera?

Kiera/Yumi lo miró en silencio por un momento. Luego, con una sonrisa juguetona, dio un paso atrás.

—Oh… así que también viniste.

Hikaru cruzó los brazos.

—No juegues con nosotros.

El viento sopló con fuerza.

Jin sentía que algo importante estaba por revelarse.

Y cuando Kiera/Yumi abrió la boca para hablar, supo que nada volvería a ser igual.

El viento soplaba fuerte en la azotea de la escuela Kintaro. Jin sentía la tensión en el aire, pero esta vez no venía de Etrea, sino de la realidad misma.

 

Kiera ya no tenía esa actitud burlona de antes. Su mirada estaba fija en ellos, seria, fría.

 

—Escuchen bien —dijo, su voz firme y sin rastro de juego—. Algo está a punto de ocurrir. Algo que cambiará todo.

 

Jin y Hikaru intercambiaron miradas.

 

—¿De qué estás hablando? —preguntó Hikaru, con los brazos cruzados.

 

Kiera se giró hacia la baranda, observando la ciudad. Por un momento, parecía perdida en sus pensamientos.

 

—Etrea nunca fue solo un juego —continuó—. Es una puerta. Una puerta que se ha estado abriendo poco a poco.

 

Jin sintió un escalofrío recorrer su espalda.

 

—¿Puerta hacia qué?

 

Kiera cerró los ojos por un momento antes de responder:

 

—Hacia algo que nunca debió ser despertado.

 

Hikaru frunció el ceño.

 

—¿Algo…?

 

Kiera se giró de nuevo hacia ellos. Por primera vez, su mirada reflejaba algo más que confianza.

 

Reflejaba miedo.

 

—Lo llaman el Shin de la Destrucción.

 

Jin sintió que el aire se volvía pesado. El nombre por sí solo tenía un peso ominoso.

 

—¿Qué demonios es eso? —preguntó, sin poder ocultar la incomodidad en su voz.

 

Kiera apretó los puños.

 

—No es un "qué" —corrigió—. Es un "quién".

 

El silencio se apoderó del lugar.

 

—El Shin de la Destrucción es… —hizo una pausa, como si buscara las palabras correctas— una entidad que trasciende las realidades. Algo que no pertenece ni a nuestro mundo ni a Etrea, pero que está intentando manifestarse.

 

Hikaru permaneció en silencio, su mente procesando la información.

 

Jin, en cambio, no podía evitar sentir una presión en el pecho.

 

—¿Y cómo sabemos que esto no es solo otra parte del juego? —preguntó, con el ceño fruncido—. ¿Cómo sabemos que no nos estás manipulando?

 

Kiera lo miró directamente a los ojos.

 

—Porque yo ya lo he visto.

 

Jin tragó saliva.

 

Hikaru rompió el silencio.

 

—¿Quieres decir que este Shin… ya está aquí?

 

Kiera negó con la cabeza.

 

—Aún no. Pero alguien en Etrea está intentando invocarlo.

 

Jin sintió que un sudor frío le recorría la espalda.

 

—¿Para qué?

 

La respuesta de Kiera fue inmediata.

 

—Para traer el fin.

 

Jin sintió un vacío en el estómago.

 

Hikaru chasqueó la lengua.

 

—¿Y cómo se supone que lo detenemos?

 

Kiera se cruzó de brazos, su mirada afilada.

 

—Para empezar… necesito saber en qué lado están.

 

Jin frunció el ceño.

 

—¿En qué lado…?

 

Kiera asintió.

 

—No hay escapatoria, Jin. Hikaru. Ya están metidos en esto.

 

Jin sintió el peso de sus palabras.

 

Ya no había vuelta atrás.

 

El viento sopló con fuerza una vez más.

 

Y, por primera vez, Jin se dio cuenta de que la realidad nunca volvería a ser la misma.