Javier apareció en su vida como un torrente. Con su mirada intensa y su sonrisa desenfadada, parecía ser todo lo que ana había deseado. Sin embargo, en lo profundo de su corazón, había un vacío que ni su compañía podía llenar. ana lo sabía: su corazón aún estaba atado a Luis, su amor de la adolescencia, el hombre que había partido dejándola en un mar de preguntas sin respuestas.
Las semanas pasaron en una mezcla de pasión y confusión. Ana se dejó llevar por los momentos con Javier, pero siempre había un eco de Luis que reverberaba en sus pensamientos. Las noches se convertían en un refugio temporal, pero al amanecer, la realidad de su dolor regresaba.