Hikaru, un hombre de 24 años, caminaba por las calles de la ciudad después de un agotador día de trabajo. La rutina y el estrés lo habían dejado exhausto, y solo añoraba la comodidad del hogar y su videojuego favorito. Sin embargo, este día era especial, ya que el destino estaba dando un giro inesperado.
De repente, el cielo despejado se oscureció rápidamente y una violenta tormenta estalló de la nada. En un instante, un rayo cayó del cielo, iluminando la noche con un destello deslumbrante. Hikaru no tuvo tiempo de reaccionar; el impacto lo arrojó a la oscuridad y su vida se apagó.
Cuando abrió los ojos, Hikaru se dio cuenta de que estaba rodeado de brillantes nubes blancas. Era un paisaje surrealista, resplandeciente y etéreo que le hizo sentir como si estuviera en un sueño. En medio de su asombro, una figura se materializó ante él: una diosa, radiante y elegante, con un aura que iluminaba el lugar.
Al verlo, la diosa se arrodilló, visiblemente alarmada.
-¡Perdóname!-suplicó con voz angustiada- ¡Te maté por error!
Hikaru, todavía aturdido, intentó parecer comprensivo.
-Está bien, a veces ocurren errores.
La diosa miró hacia arriba con cara llena de arrepentimiento.
-No puedo dejar que esto quede impune. Te maté antes de tiempo, 56 años para ser exactos.
Con un nudo en el estómago, Hikaru sintió una mezcla de tristeza y confusión.
-¿Qué será de mí ahora?-preguntó con voz temblorosa.
La diosa se sentó a su lado con un brillo de esperanza en su rostro.
-Te ofrezco una segunda oportunidad. Podrías ir al cielo o, si lo prefieres, renacer en otro mundo.
Intrigado, Hikaru hizo una pregunta.
-¿Otro mundo?
La diosa sonrió.
-Sí, un mundo de fantasía y magia, lleno de criaturas asombrosas. En él no sólo hay humanos, sino también otras razas.
-¿Otras razas?- repitió Hikaru deslumbrada.
La diosa se acercó animadamente.
Sí, aquí hay elfos, enanos, semihumanos y dragones, y entre ellos también hay semidioses. Tienen rasgos tanto humanos como de zorro y se llevan bien con la mayoría de las razas, excepto con los dragones.
Hikaru intentó responder, pero su curiosidad era tal que lo interrumpió.
-Espera, ¿por qué los semidioses no se llevan bien con los dragones?
-No tengo mucho tiempo -respondió la diosa con urgencia-. Si no te decides pronto, tu alma irá al cielo. ¿Cuál es tu elección?
Hikaru sintió que el tiempo se le escapaba. Ese mundo al que se refería la diosa sonaba fascinante, lleno de magia y aventuras. A pesar de su confusión, la posibilidad de vivir en un entorno tan extraordinario le robó el aliento.
-Estoy listo para renacer -dijo con determinación-. Quiero experimentar ese mundo.
La diosa lo fulminó con la mirada y el suelo comenzó a brillar bajo sus pies.
—Entonces prepárate —declaró ella—. Antes de irme, debo advertirte: hay monstruos peligrosos en ese mundo. Cuídate.
Cuando la luz lo envolvió, la diosa hizo una última aparición.
-Mi nombre es Atenea, diosa de la sabiduría. Te deseo mucha suerte en tu nueva vida.
Con esas palabras, la luz se intensificó y la oscuridad lo devoró una vez más.
Cuando Hikaru volvió a abrir los ojos, ya no era el mismo. Se encontraba en un ambiente reconfortante y acogedor, un templo de madera con una atmósfera serena. Se dio cuenta de que estaba en el suelo y su mirada se encontró con una figura familiar: una mujer de cabello blanco como la nieve y ojos azules profundos, que acababa de dar a luz.
Levantando a su hijo en brazos, la mujer sonrió tiernamente.
-Tu nombre será Jotaro, Jotaro Yoshida- anunció llenando la habitación de alegría.
Jotaro –el nuevo nombre que ahora le pertenecía- estaba abrumado por el amor que su madre le transmitía. "Ella es hermosa", pensó en su mente.
A su alrededor, vio a un hombre que parecía ser su padre. Tenía cabello negro y ojos carmesí, con rasgos marcados y distintivos. Era claramente un semidiós, y Jotaro recordó las palabras de la diosa sobre ellos. Sus ojos se agrandaban con cada revelación.
Al mirar a sus padres, notó que ambos tenían orejas puntiagudas, características de los semidioses. Recordó las descripciones de las diosas, esos poderosos seres de magia que se parecían a los dioses.
-Mira, tiene el mismo color de pelo que su madre, ¿no es así, Takara? -comentó Akimitsu, el padre.
—Tienes razón, Akimitsu —respondió Takara, con una sonrisa amorosa.
Jotaro asimiló esos nombres, sintiendo que ahora eran parte fundamental de su nueva vida. La habitación en la que se encontraba era acogedora, adornada con colores suaves y decoraciones que hablaban de una rica cultura.
Mientras el pequeño Jotaro exploraba visualmente su nuevo hogar, una energía se encendió en su interior. Estaba entusiasmado ante la perspectiva de crecer como hijo de semidioses. La idea de aventurarse en un mundo lleno de magia y criaturas fascinantes lo llenaba de emoción.
Con una determinación ardiente, Jotaro pronunció en su mente:
-Quiero crecer rápido y explorar todo lo que este mundo tiene para ofrecer.
La promesa de una nueva vida como hijo de semidioses se estaba manifestando ante él, y no podía esperar a que comenzara su aventura. Jotaro sabía que su historia apenas comenzaba, y con cada nuevo día, se sentía más preparado para enfrentar el destino que la diosa Atenea le había trazado.
Unos años después del renacimiento de Hikaru, ahora conocido como Jotaro, se encontró cazando en el bosque cercano a su hogar, utilizando la agilidad y las habilidades que había heredado de sus padres semidioses. A los seis años, se sentía más fuerte y capaz de lo que jamás había imaginado, con una conexión especial con la magia que emanaba del lugar. Las historias que había escuchado sobre su linaje y las hazañas de sus antepasados lo llenaban de orgullo y ansias de aventura.
Jotaro había partido con un pequeño arco que le había regalado su padre, Akimitsu, y se había concentrado en atrapar algún animal pequeño para su cena. Mientras se abría paso entre los árboles, su mente se llenaba de fantasías de dragones y héroes, y su corazón latía con fuerza con cada susurro de las hojas.
De pronto, escuchó un ruido peculiar, un sonido que resonó como un débil susurro. Intrigado, se acercó con cautela, con sus instintos agudizados como los de un verdadero cazador. Lo que encontró lo hizo detenerse en seco: un pequeño zorro de pelaje dorado estaba atrapado en uno rojo hecho con algún tipo de magia. Los ojos del zorro eran de un azul profundo y su mirada llena de miedo contrastaba con su belleza.
-¡No te preocupes, pequeño! –dijo Jotaro con dulzura, intentando calmarlo. Yo te ayudaré.
Con manos temblorosas, Jotaro se acercó y examinó la trampa roja. No era una trampa común y corriente; reconoció rápidamente que estaba imbuida de magia. Recordando las lecciones de su madre sobre el uso de la magia, Jotaro cerró los ojos y se concentró. Sintió el poder fluir dentro de él, como si la esencia mágica del entorno estuviera alineada con él.
-¡Desata este hechizo! -murmuró con determinación.
Con un leve destello, el rojo comenzó a brillar antes de desvanecerse. El zorro, ahora libre, se volvió hacia Jotaro y le dio las gracias con un suave jadeo. Para su sorpresa, el animal no huyó, sino que se acercó y se acurrucó a sus pies.
—¿Eres un semidiós? —preguntó el zorro, su voz era una melodía suave y encantadora.
Jotaro, estupefacto, avanzó lentamente. Había oído historias sobre seres que podían comunicarse, pero no esperaba que fuera en su propia piel. El zorro, que seguía frotándose contra él, continuó.
-Soy Kira, la guardiana del bosque. He visto tu valentía. Tienes un gran futuro por delante, Jotaro. La magia que hay en tu interior es poderosa.
Jotaro sintió una oleada de emoción. Ahora no solo tenía la sangre de los semidioses corriendo por sus venas, sino también la oportunidad de aprender sobre el mundo mágico que lo rodeaba.
—¿Puedo aprender de ti? —preguntó Jotaro, con la voz llena de esperanza.
Kira sonrió, revelando un aire de sabiduría que desafiaba su tamaño.
-Por supuesto, joven semidiós. Pero recuerda, un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Yo te enseñaré, pero también debes aprender a cuidar este bosque y las criaturas que lo habitan.
El corazón de Jotaro latía con fuerza, la promesa de aventura y aprendizaje se bordaba en su mente. Todo lo que había deseado se estaba materializando ante él y, decididamente, sentía que su vida apenas comenzaba.
Después de la reunión en el bosque, Jotaro y Kira se dirigían al templo donde vivían los padres de Jotaro. Cuando salieron del bosque, el sol comenzó a asomarse entre los árboles, dándole un brillo dorado a la escena.
-Oye, Kira, ¿cómo terminaste atrapada en esa red de maná? -preguntó Jotaro, curioso.
Kira suspiró y comenzó a narrar su historia.
-Bueno, estaba caminando por el bosque buscando algo para comer. De repente, escuché unas voces, así que fui a ver de quién provenían. Justo cuando me acercaba, unos cazadores mágicos me lanzaron esa red para que no pudiera escapar.
-Eso suena terrible -dijo Jotaro con los ojos muy abiertos por el asombro-. Pero entonces, ¿por qué cuando te encontré estabas solo?
—Es porque cuando esos cazadores intentaron atraparme, apareció un oso de las cavernas —respondió Kira, como si fuera lo más normal del mundo.
-¿Un oso de las cavernas?-preguntó Jotaro sorprendido.
-Sí, un oso de las cavernas -repitió Kira-. ¿No sabes lo que son los osos de las cavernas?
Jotaro se quedó en silencio por un momento. Finalmente, dijo, un poco avergonzado:
-La verdad es que no lo sé.
Kira entrecerró los ojos, intrigada.
-¡Pero claro que lo sabes! Son osos grandes que viven en lo profundo de las cuevas -dijo Kira, todavía confundida-. ¿De verdad no lo sabes?
Jotaro, sintiéndose un poco avergonzado, respondió.
-La verdad es que no lo sé -respondió.
En su mente, pensó: "Por supuesto que lo sé, son osos grandes que viven en las profundidades de las cuevas, pero para estar seguro, será mejor que diga que no lo sé". Kira, al escuchar que Jotaro no conocía a los osos de las cavernas, lo miró con curiosidad.
-Oye, Jotaro, ¿cuántos años tienes?-preguntó.
Jotaro un poco confundido dijo:
-Tengo 6 años. ¿No te das cuenta?-dijo Jotaro, un poco confundido por la pregunta.
Kira se detuvo y, después de examinarlo de arriba a abajo, exclamó:
-Así es, ¡tienes 6 años!
Jotaro se quedó en silencio por unos segundos y luego preguntó:
-¿En realidad?
-Lo siento, no me di cuenta-respondió Kira un poco avergonzada.
-¿Por qué no te diste cuenta de que tengo 6 años?-preguntó Jotaro, genuinamente curioso.
Kira se rascó la cabeza y dijo:
-Es que como ves soy un zorro pequeñito así que para mí todo es grande.
Jotaro pensó para sí mismo: "¿Es realmente el guardián del bosque? No creo que sea un impostor, ya que emana un aura aterradora". La curiosidad sobre la verdadera identidad de Kira comenzó a crecer dentro de él.
De repente, Kira gritó:
-¡Oye, Jotaro! ¡Mira, hay un pueblo!
Al escuchar esto, Jotaro dejó de pensar y se giró para mirar hacia donde señalaba Kira, "Sí, sí, Kira, sé que hay una aldea", dijo Jotaro, con un tono de reconocimiento.
Al acercarse al pueblo, Jotaro tomó un camino que se diferenciaba del resto.
-¿Adónde vas? El pueblo está por aquí -preguntó Kira.
-Me voy a mi casa-respondió Jotaro.
-¿Cómo que tu casa? Si tan sólo veo que vas por otro camino que el del pueblo -se quejó Kira intrigada.
-Mi casa está junto al pueblo, pero es por otro lado -aclaró Jotaro, manteniendo el rumbo con determinación.
Kira suspiró y, sintiéndose un poco frustrada, dijo:
-Está bien, entonces guíame hasta tu casa.
-¿Por qué suspiraste?-preguntó Jotaro al notar la expresión de Kira.
—Nada —respondió Kira, tratando de ocultar su interés en visitar el pueblo.
Mientras caminaban, Jotaro le preguntó:
-Oye, Kira, ¿dónde están tus padres?
Kira se detuvo en seco y se quedó en silencio durante unos segundos antes de responder:
-No tengo ninguna.
-¿Por qué no tienes padres? -¿Qué pasó? -preguntó Jotaro preocupado.
-Unos meses después de que yo naciera aparecieron los cazadores mágicos, mis padres intentaron evitar que me capturaran y terminaron capturados ellos mismos.
-Pero ¿cómo los capturaron si tú eres el guardián del bosque? Quiero decir, tus padres también debieron serlo -dijo Jotaro.
Kira, medio enojada y alzando la voz, respondió:
-No lo eran.
-¿Y por qué no?-preguntó Jotaro.
-Cuando capturaron a mis padres, me dijeron que me fuera lejos y que no volviera por nada del mundo. Al final, por tanto correr, me perdí. Tenía hambre y sed, pensé que iba a morir, pero de repente apareció el guardián del bosque.
-¿El guardián del bosque?-preguntó Jotaro intrigado.
-Sí, me dio de comer y de beber. Fue muy amable -dijo Kira con una sonrisa. Pero un día...
-¿Algún día?-preguntó Jotaro ansioso.
Kira respiró profundamente y continuó:
-Un día, el guardián tuvo que irse a luchar contra unos cazadores. Me dijo que me escondiera y me mantuviera a salvo. Me sentí triste porque quería estar a su lado, pero sabía que no había nada que pudiera hacer. Después de eso, nunca más supe de él. Al final me nombraron guardián del bosque porque era el único discípulo del guardián. Dijo Kira un poco triste.
Jotaro la miró, sintiendo una mezcla de tristeza y admiración, "Entiendo... Debe haber sido difícil para ti seguir sola", dijo Jotaro. -. Pero ahora estás conmigo, y estoy aquí para ayudarte.
Kira le sonrió tímidamente y respondió:
-Gracias Jotaro. No esperaba encontrarme con alguien tan amable como tú.
Mientras caminaban, se cruzaron con un grupo de niños que jugaban en la calle. Jotaro los observó mientras se reían y se empujaban, y sintió nostalgia. Era una época que parecía muy lejana para él, antes de que su vida se volviera tan complicada. Kira notó su mirada triste y le preguntó:
-¿Estás bien?
-Sí, justo estaba pensando en cómo era mi vida antes de todo esto -dijo Jotaro intentando sonreír.
-A veces lo que pasó es doloroso, pero también podemos crear nuevos recuerdos, ¿no crees?-respondió Kira intentando animarlo.
Jotaro asintió. Mientras se acercaban a su casa, Jotaro sintió que el calor que emanaba del templo calmaba sus pensamientos.
De repente, Kira lo interrumpió en sus pensamientos:
-Oye, Jotaro, ¿esa es tu casa?
Jotaro, distraído, no escuchó con claridad.
-¿Qué dijiste, Kira?-preguntó.
-Dije que sí, ¿esa es tu casa?-repitió Kira.
Al girar la cabeza, Jotaro se dio cuenta de que ya habían llegado y respondió:
-Si, esta es mi casa.
Kira miró el templo con admiración.
-Es un templo. Bueno, eso ya lo esperaba de los semidioses. Viven en templos para que la gente y otras razas les den ofrendas -dijo Kira mientras caminaban hacia la entrada con Jotaro.
Jotaro abrió la puerta del templo.
-¡He vuelto!-anunció.
En ese momento se escuchó una dulce voz que decía:
-Bienvenido a casa.
Una mujer con cabello blanco como la nieve y ojos azul profundo se acercó a Jotaro.
-Bienvenido, Jotaro-dijo la mujer sonriendo.
Entonces su mirada se posó en Kira.
-Vaya, no esperaba que mi hijo trajera una mujer a casa tan pronto, y esta es su primera vez en el bosque.
Jotaro permaneció en silencio unos segundos y luego, sorprendido, gritó:
-¡Eres una mujer!
Kira, al oír esto, le respondió irónicamente:
-Era más que obvio ¿no?
Jotaro respondió algo avergonzado:
-No me di cuenta.
-¿Cómo es posible que no te hayas dado cuenta si tengo voz de mujer?-preguntó Kira, con tono de molestia.
-¿De verdad tienes voz de mujer?-preguntó Jotaro confundido.
En ese momento, Kira, sintiéndose ofendida, intentó golpear a Jotaro, pero su madre la detuvo.
-Oye, ¿qué tal si tomamos un té?-sugirió la madre de Jotaro, suavizando el ambiente.
Kira se relajó y estuvo de acuerdo, al igual que Jotaro.
De vuelta en la cocina, Jotaro le preguntó a su madre dónde estaba su padre.
-Tu padre está ayudando a la gente del pueblo que le pidieron ayuda para construir algunas casas -respondió la madre de Jotaro.
-Ah, está bien-dijo Jotaro.
De repente, una duda surgió en su mente y miró a Kira.
-Kira, ¿puedes agarrar el vaso con tus patas?-preguntó, sorprendido por su naturaleza.
-Claro que no, para eso tengo mi forma humana-respondió Kira con una sonrisa.
-Está bien.-respondió Jotaro.
- Espera, ¿forma humana? -preguntó intrigado.
—Sí —asintió Kira, mientras se transformaba en su forma humana.
Jotaro, al ver la transformación, se quedó boquiabierto ante la belleza de Kira en forma humana. Ella notó su mirada y preguntó:
-¿Tengo algo en la cara?
-No, no hay nada en tu cara-dijo Jotaro mirando hacia otro lado. Maldita sea, ¿por qué me pasa esto?-pensó Jotaro.
La madre de Jotaro se volvió hacia Kira.
-¿Cuántos años tienes, pequeña?
-Tengo 9 años-respondió Kira.
-¿9 años? Pensé que tenías 11 o 12 años -exclamó.
Kira se encogió de hombros.
-Las apariencias engañan-respondió ella con una sonrisa traviesa.
Después de un momento de charla, se sirvió el té. Jotaro se sentó a la mesa, sintiéndose a gusto. Sin embargo, decidió que necesitaba un tiempo a solas. Después de tomar un par de sorbos, dijo:
-Saldré un momento, necesito aire fresco.
Salió del templo y, mirando hacia el bosque, decidió trepar a un árbol cercano, abriendo su libro de magia mientras se acomodaba en una de las ramas.
Fueron unos minutos de paz, disfrutando del sonido de las hojas meciéndose con el viento. Pero de repente, escuchó la voz de Kira llamándolo desde abajo.
-¡Jotaro!
Al mirar hacia abajo, vio a Kira levantando la mano.
-¿Qué pasa?-preguntó Jotaro alzando un poco la voz.
-¿Qué haces ahí arriba?-preguntó Kira, sorprendentemente curiosa.
Jotaro bajó del árbol y con una sonrisa tímida respondió:
-Estoy leyendo un libro sobre magia-¿por qué preguntas?
Kira al oír esto soltó una carcajada.
-Nada, sólo me pareció interesante verte sentado allí como un rey de los árboles.
Jotaro se rió entre dientes y, mientras miraba el libro, se dio cuenta de que estaba en un momento de tranquilidad que nunca antes había tenido. La interacción con Kira estaba comenzando a abrir su mente a nuevas posibilidades.
-En realidad es un momento bastante bonito, ¿no crees? -dijo Jotaro dejando el libro a un lado.
-Sí, lo es. A veces, simplemente necesitamos unas horas de descanso de nuestras rutinas habituales -respondió Kira sonriendo.
Mientras ambos disfrutaban de la tranquilidad del bosque y el sol comenzaba a poner su toque dorado en el horizonte, Jotaro sintió que la conexión entre ellos crecía. Después de un momento de reflexión, reunió coraje y se volvió hacia Kira.
-Oye, Kira… -comenzó, nervioso-. No quiero que esto sea sólo un encuentro pasajero. ¿Te gustaría… vivir con nosotros?
Kira lo miró con sorpresa, sus ojos brillando.
-¿Vives aquí?-preguntó incrédulo.
-Sí, me gustaría que formaras parte de nuestra familia. Mi madre estaría encantada, y mi padre también, y así estarías a salvo de esos cazadores. Podríamos explorar juntos, aprender magia... -Jotaro se entusiasmó con la idea, encontrando en sus palabras un deseo genuino de tenerla cerca.
Kira sonrió, la idea resonó en su corazón. La posibilidad de tener un hogar y amigos era más de lo que jamás había esperado. —Eso... sería maravilloso, Jotaro. Gracias —respondió Kira, su alegría desbordaba.
Ambos sonrieron y, en ese momento, supieron que su aventura juntos apenas comenzaba. La conexión entre ellos se hizo aún más fuerte, marcando el inicio de una hermosa amistad que los llevaría a explorar juntos no solo el bosque, sino también los misterios que los aguardaban en el futuro.
Jotaro se levantó de golpe, agitado y asustado, el sudor resbalando por su frente. Su corazón latía desbocado mientras se esforzaba por asimilar la realidad.
—¡Fue un sueño! —exclamó, apretando los ojos con fuerza. En su mente aún permanecían vívidas las imágenes de su infancia, cuando tenía 6 años, un tiempo en el que la risa de sus padres llenaba el aire y nada parecía amenazar su felicidad.
—Por un momento creí que tenía 6 años de nuevo… —murmuró, el nudo en su garganta empeorando—, cuando mis padres todavía estaban vivos…