Estaban de pie en un exuberante valle verde, como había adivinado por el sonido, rodeados de montañas, con un masivo templo piramidal dorado frente a ellos.
Los escalones de cada lado pulsaban con magia que él podía sentir incluso desde cientos de metros de distancia, mientras que entre él y el templo había miles de golems de cristal resplandecientes, del mismo tono arcoíris que los cristales que habían venido a recuperar.
—Voy a suponer que no hubo advertencia sobre no tocar el cristal con la piel desnuda. Pero dondequiera que estemos, podríamos estar en problemas —Karl informó a los demás, que eran un poco más lentos para adaptarse que él.
—¿Cómo llegamos aquí? Y santo cielo, ¿son esos gólems? Quiero uno —Dana exclamó, sorprendiendo a Karl con su lenguaje inesperado.
Los golems eran hermosos, y parecían poderosos, pero si la suposición de Thor era correcta, estaban lejos de ser amigables.