Habíamos caminado lentamente unas cuantas cuadras cuando un SUV completamente oscurecido se detuvo de repente a nuestro lado.
—Suban, perdedores —sonrió Kristen, bajando la ventana—. Vamos de compras.
—¡Oh! —sonrió Escarlata, abriendo la puerta trasera para que Paul y yo pudiéramos entrar primero—. Podría usar un nuevo par de zapatos. Creo que tengo sangre en estos.
Luther gruñó mientras empujaba suavemente a Escarlata al vehículo antes de entrar él mismo y cerrar la puerta detrás de él. Los tres estaban algo apretados en la misma fila, Escarlata en el medio, pero nadie se quejó mientras el SUV se alejaba del bordillo y desaparecía en el tráfico.
—Qué bueno tenerte de vuelta con nosotros, Paul —sonrió Kristen, alargando la mano desde el asiento del pasajero delantero para estrechar la mano de mi padre.
—Gracias —asintió Paul—. Pero no creo haber tenido el placer de conocerte antes.
