—Realmente pensé que sentiría algo más —viendo al Consejero caer al suelo, un orificio en su pecho donde antes estaba su corazón, no sentí… nada.
—Había matado a tantas personas en tan corto período de tiempo que pensé que me sentiría mal. O feliz. O triste... Algo.
—Pero no sentía nada.
—No sabía si siempre había tenido esta parte dentro de mí o si era el resultado de pasar tiempo en la instalación, pero de cualquier manera... no sé si me gustaba o no.
—Matar gente es un terreno resbaladizo —murmuró Caleb, tomando el arma de mi mano y volviéndola a poner en su funda—. La primera vez que lo haces, es una sensación revolucionaria, que te sacude el mundo. O te sientes como un dios por quitarle la vida a alguien, o te sientes de la mierda. Piensas en ellos como una persona, con familia y gente que los amaba.
—Si estás tratando de hacerme sentir mejor, estás haciendo un trabajo de mierda —gruñí. Nunca había pensado una sola vez en sus familias o seres queridos.