Raphael observaba impasible como el Consejero Anderson se transformaba en su bestia. El lobo gris y negro seguía firmemente atrapado en el agarre de Dominik, su fuerza lo hacía capaz de soportar el peso de la criatura tal como lo hacía con el hombre.
El lobo parecía sorprendido, seguro de que el cambio repentino haría que el Beta lo soltara, permitiéndole llegar a su objetivo deseado. Pero ahora, simplemente parecía un cachorro descarriado, sus cuatro extremidades luchando frenéticamente en el aire.
Estaba humillado más allá de lo creíble.
Soltando un gruñido profundo, cambió su objetivo de los dos que sostenían a su hijo al que lo sostenía a él.
Intentó acortar la distancia entre su hocico y el cuello de Dominik, pero por más que lo intentaba, el otro hombre no se movía, su brazo extendido aseguraba una distancia segura entre ambos.