—No fue eso —dije tras un momento, pensando en lo que iba a decir antes de que las palabras simplemente salieran.
—Me encanta tu posesividad y tu excesiva necesidad de protegerme a toda costa. Si un chico me mira demasiado tiempo, tienes mi permiso para gruñirle. Si alguien quiere hacerme daño, adelante y arráncales la cabeza. Pero no eres responsable de todo cuando se trata de mí. También debería poder tomar mis propias decisiones. Sin importar cuáles puedan ser sus consecuencias.
—Entiendo —suspiró Dominik, hundiendo su cabeza en la curva de mi cuello. No sabía por qué ese era el lugar favorito de los chicos, pero todos parecían ir allí cuando se sentían molestos o inciertos.
—Entonces dejémoslo, ¿vale? —pregunté, con un tono esperanzador en mi voz. Esto no era como esperaba que fuera la última hora de mi vida. Aún quería ser follada hasta el olvido, no estar peleándome con mis compañeros por algo que ya había pasado y terminado.