Desplacé mis caderas, dejando que Travis se alineara con mi núcleo fundido antes de empezar a bajar lentamente mis caderas, tomando su interior en mí.
En el momento en que sentí la expansión de mi coño alrededor de la cabeza de su polla, abrí mi ratón y mordí tan fuerte como pude sobre su pecho, justo encima de su corazón.
—Soy tuyo —gruñó, agarrando mis caderas y empujándome con fuerza sobre su polla tensa. —Soy tuyo —jadeó una y otra vez mientras nos daba la vuelta hasta que quedé de espaldas y él se cernía sobre mí.
Sus enormes brazos se flexionaron donde lo sostenían a cada lado de mi cabeza mientras lentamente se retiraba pulgada por pulgada hasta que estaba descansando en mi entrada.
—Soy tuyo —susurró, con la cabeza gacha, observando cómo entraba y salía de mí lentamente. —Soy tuyo.
Era como si se estuviera reasegurando de que si lo decía suficientes veces, se haría realidad.