—¿Ella me va a hacer una mamada? —La salvaje imaginación de Dominique intensificaba su creciente excitación. Continuó mirándola, sus ojos oscurecidos por el deseo. Por mucho que quisiera tocarla, no podía. Su brazo lesionado le impedía hacer cualquier movimiento.
Simplemente se acomodó en el sofá, anticipando las próximas acciones de Atenea. Sus dedos bajaron la cremallera de él, mirándolo intensamente.
En su interior, Atenea estaba un poco nerviosa. Hacía tanto tiempo desde la última vez que le había hecho una mamada a Dominique. Él le quitó su inocencia, enseñándole todo sobre satisfacer su deseo.
Sintiéndose tan determinada, Atenea apartó la hesitación que le quedaba. Sus labios se curvaron en una sonrisa juguetona mientras tocaba su erección suavemente a través de sus calzoncillos boxer.
Dominique se mordió el labio inferior, conteniendo su gemido. Se tragó duro una vez más, tratando de controlarse. Pero, su cuerpo no colaboraba con él.