El cuerpo de Rika, una pesada carga, parecía arrastrarla hacia abajo con cada paso. Sus pies luchaban por mantener el ritmo como si estuvieran encadenados por cadenas invisibles. Cada movimiento era una lucha, como si caminara sobre el aire, sus pasos carentes de su usual impacto.
Además, no podía diferenciar si esto era un efecto secundario de su medicina o otra condición médica que Rika ignoraría.
—¡Vaya! Dormiste mucho más de lo que esperaba. ¿Estás segura de que estás bien? —preguntó la señora del dormitorio—. No necesitas nada más para sentirte cómoda, ¿verdad? Puedes decirme si hay algo que quieras.
La señora del dormitorio fue extremadamente amable, y Rika vio muchos de sus platos favoritos en la mezcla ante ella.
Aunque estos platos no estaban en el menú del día, Rika se aseguró de que la señora del dormitorio los había preparado especialmente para ella.