—Buenas noches, mi querido Guía —dijo Zein, observando la sonrisa encantadora que le recordaba a los anuncios de las vallas publicitarias, y cerró la puerta de golpe—. Intenta de nuevo.
—Con una rapidez digna de un título de clase Santa, Bassena agarró la puerta para evitar que se cerrara, metiendo la cabeza en el espacio con una sonrisa nerviosa—. Mi error, mi error, no lo volveré a hacer.
—¿Qué no vas a volver a hacer? —Zein sostuvo el picaporte, ya no intentando cerrarla, pero sin soltarla tampoco.
—Eh... ¿llamarte 'mi querido Guía'? —Bassena sonrió, pero al ver la expresión impasible de Zein, inmediatamente pensó en otra cosa—. ¿No? Eh—¿entonces qué?
—Con su mano libre, el guía estiró y pellizcó la mejilla del esper, tirando de la piel resistente con un poco de energía mágica hasta que Bassena se quejó—. Ah—¿qué? ¿Qué?
—No uses esa sonrisa conmigo —dijo Zein secamente, antes de soltar la puerta y entrar al interior.