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Solo había dos tipos de trato que una criatura poderosa recibiría: respeto o miedo.
Y Bassena Vaski recibía ambos.
El mismo hombre lo sabía bien. Presenció ese miedo de primera mano en los ojos de los miembros de su propia familia. El miedo que se ramificaba en odio y envidia. El miedo que los llevó a buscar herramientas de control. El miedo que mató a su madre.
Bassena se había acostumbrado. Demasiado acostumbrado. Desde sus colegas hasta su mejor amigo, o los guías encargados de purificarlo; todos tenían miedo de su poder. Su oscuridad. Así que incluso cuando la gente a la que salvaba temblaba de miedo frente a él, realmente no le importaba. No le importaba. No intentaba volverse más fuerte por ellos. Lo hacía por sí mismo.
Y por él.
Por el guía que dijo que no le gustaba trabajar con un mocoso. Por el guía que dijo que solo se convertiría en su guía exclusivo si Bassena se convertía en el mejor esper del mundo.