—¡Mis manos están muy débiles! Ni siquiera puedo levantarlas... —Ella murmuró seriamente mirándolo con sus ojos de cachorro mientras parpadeaban varias veces encantadoramente.
No sabía si debería reírse de esos ojos serios y a la vez no serios de ella, con ella alrededor, él podía sentir que volvía a vivir, sentía que los últimos veinte años de su vida habían sido una total pérdida.
—Pero lograste llevar un plato lleno de comida desde la cocina hasta aquí... —La regañó, pero aun así, sostuvo la cuchara y comenzó a alimentarla con el arroz cocido, cucharada tras cucharada, él lo hacía diligentemente... Estaba atento y concentrado en ella y no derramó nada.