—Trae el controlador ahora mismo —ladró en el dispositivo, su voz llena de urgencia.
Pero la línea estaba muerta.
La frustración hervía mientras el general continuaba luchando, su cuerpo esquivaba y bloqueaba ataques que venían de todas direcciones.
Su barrera parpadeaba mientras repelía los golpes implacables, pero podía sentir que su fuerza se debilitaba.
Uno de los soldados lanzó una bola de fuego, y el general apenas logró esquivarla, el calor chamuscaba el aire a su alrededor.
Sin respuesta de su subordinado y sin manera de recuperar el control de sus soldados, el general se quedó luchando por su vida.
Sus golpes se volvían más lentos, sus movimientos menos precisos, y respiraba con jadeos entrecortados.
Podía sentir que sus poderes disminuían, escurriéndose por sus dedos como arena.
En un momento de desesperación, metió la mano en su abrigo y sacó un frasco de líquido rojo brillante: una poción de energía de alta calidad.