Ella luchaba fieramente en su agarre, retorciéndose y siseando, pero Lin Hao la sujetaba fácilmente, su agarre suave pero ineludible.
Llevantóla sin esfuerzo y la acunó contra su pecho como si no fuera más que un gatito quisquilloso.
—Necesitas relajarte —murmuró Lin Hao, su tono molesto calmante—. Es solo un baño, no hay nada de qué preocuparse.
Los maullidos de Su Jiyai se volvieron frenéticos, su pequeño cuerpo azul sacudía la cabeza salvajemente, tratando de comunicar su total rechazo.
Pero Lin Hao no entendía o no le importaba.
Continuó llevándola hacia su habitación, una pequeña sonrisa en sus labios como si encontrara su resistencia tierna.
Una vez dentro de su habitación, Lin Hao caminó directamente al baño, sin aflojar su agarre sobre la forma luchadora de Su Jiyai.
El pánico la inundó mientras el inconfundible sonido del agua llenando la tina llenaba el aire.
¡No, no, no! ¡Esto no puede pasar!