El Jefe Su podría haberlo superado con sus astutas promesas y capas a prueba de sol, pero la tierra, esa era un campo de batalla diferente.
La tierra era poder, y sin ella, su base no podía expandirse. Chen Mu sabía que si lograba bloquear su acceso a territorio estratégico, paralizaría su crecimiento.
Incluso si su base estaba muriendo, todavía podía comprar tiempo para planificar su próximo movimiento.
—De acuerdo —respondió Dong Shin después de una larga pausa—. Veré lo que puedo hacer. Pero recuerda, si no cumples con tu promesa, no podré contenerlos por mucho tiempo. Y si me traicionas, bueno... digamos que no será bueno para ti.
Chen Mu gruñó en reconocimiento.
Dong Shin era uno de los generales militares más despiadados con los que había tratado, un hombre que tenía conexiones tanto dentro como fuera de la ley.
Pero Chen Mu sabía que podía confiar en él, al menos en lo que respecta a sus negocios.