—Capitán, ¡esto es el paraíso! —exclamó Wang Yi frotándose las manos con anticipación.
Sus manos estaban ansiosas por hacer compras.
—Recuerda lo que dije: nada de derroches innecesarios. Tenemos que ser inteligentes en esto —le recordó Liu Feng.
Pero Wang Yi ya estaba en marcha, agarrando un carrito y empujándolo por el primer pasillo con una sonrisa de alegría.
—¡No te preocupes, Capitán! ¡Voy a ser inteligente al respecto!
Liu Feng suspiró, sabiendo que era una causa perdida, pero le permitió a Wang Yi su momento.
Los soldados seguían a un ritmo más lento, examinando los estantes de manera más conservadora.
De hecho, al igual que Wang Yi, ellos también querían comprar, pero para su consternación, no trajeron dinero en absoluto.
La primera parada de Wang Yi fue el pasillo de snacks.
Sus ojos se agrandaron al ver estantería tras estantería de favoritos olvidados: papas fritas, barras de chocolate, fideos instantáneos de todos los sabores imaginables y carne seca al vacío.