—Tienes razón. Le han inyectado un sedante —dijo Aiden al ver su forma durmiente—. La situación se está saliendo de control y no puedo permitirme más complicaciones. Debemos evitar todo tipo de trauma debido a su salud mental de todos modos, y ahora, si la abuela descubre lo sucedido, las cosas serán aún peores.
—No te preocupes. El sedante no era demasiado fuerte. Debería despertar en unos treinta minutos —le aseguró el doctor.
—Gracias, doctor. Y agradecería que mantuviera este asunto en privado —pidió Aiden.
El médico asintió y salió en silencio, pero Aiden no estaba tan calmado como parecía. Esa noche había sido sacudido por la intensidad de su propia ira al descubrir que su padre había intentado hacerle daño a Serena. Ese viejo había hecho cosas mucho más horribles en el pasado con cualquier chica que había salido, pero la idea de que intentara hacerle alguna de esas cosas a Serena le revolvía el estómago. Necesitaba darle una lección a ese viejo que no olvidara.