—Serena miraba el agua frente a ella, pero su mente estaba en otro lugar. Específicamente, en sus labios, que aún hormigueaban por el beso que habían compartido antes. Se dio palmaditas en las mejillas, tratando de disipar el calor que se extendía por ellas. ¿Por qué seguía sonrojándose, maldita sea? ¡Él la había besado hace horas y todavía parecía estar atrapada en eso!
El recuerdo de ese beso parecía estar reproduciéndose en un bucle. Siempre había imaginado que él tendría los labios fríos... y sin embargo, eran tan cálidos y suaves. ¿Y por qué tuvo que sostenerle la cara tan delicadamente? Le estaba dando mariposas en el estómago. ¡Ni siquiera había tenido la oportunidad de reaccionar antes de que él se retirara y luego sonriera, y no esa falsa sonrisa forzada que parecía como si tuviera estreñimiento! Una sonrisa verdadera, casi infantil, que le había hecho saltar el corazón!