—Abre los ojos, Ofelia.
Ofelia negó con la cabeza, sus movimientos lentos y letárgicos. Jadeó cuando él le acarició suavemente la cintura. Su piel era áspera, pero la sujetó con delicadeza.
—No hemos terminado, mi adorable esposa.
Adorable. Así era como él siempre la llamaba.
Ofelia lo miró tambaleante, sus labios formando un leve puchero. Ya no podía más. Estaba exhausta, pero él rebosaba energía. ¿Cómo es que el agitado y traqueteante viaje en carruaje no lo había fatigado?
—Sigue haciendo pucheros y meteré mi polla ahí —Killorn pasó su pulgar por su labio inferior. Ella jadeó ante sus obscenas palabras, pero su expresión seria mostraba que lo decía en serio.
Ofelia inclinó la cabeza con curiosidad. ¿A qué sabría?
Killorn gruñó ante su expresión. De repente, se inclinó, casi como si fuera a besarla. Luego, en el último momento, se movió hacia la esquina de su boca.