Ofelia miró a su esposo a los ojos. Se encontró con un hombre que se parecía a él, pero que no la amaba como tal. Se encontró con el hombre que la abrazaba fuertemente en la cama, pero que se iba por la mañana. Se dio cuenta de que nunca sería suficiente para él.
—Ya veo... —murmuró Ofelia.
Así que así era cómo Killorn iba a castigarla de ahora en adelante. Sin golpizas. Sin hambre. Solo un sufrimiento cruel. Eso estaba bien. Estaba acostumbrada a esto desde la infancia. La Matriarca Eves era más dura.
—Guía el camino —respondió Ofelia con un tono firme y afligido.
Su comportamiento lo tomó por sorpresa. La indignación de Killorn se disipó momentáneamente. Sus rasgos se volvieron tan vacíos como una pizarra limpia. No había un solo pensamiento cruzando por su mente. Esperaba que ella suplicara y gritara pidiendo misericordia. Pensó que finalmente obedecería si hacía esto.