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Miré fijamente, esforzándome por encontrar algún rastro de burla o mofa. ¿Quizás solo me estaba gastando una broma? ¿Acaso le gustaba jugar a ser un príncipe azul?
Mi mente luchaba... luchaba por encontrar cualquier escapatoria para que mi corazón dejara de latir tan fuerte, más fuerte que los fuegos artificiales. Luchando por encontrar una manera de que mi mente no tropezara y fuera persuadida por la ilusión de un cuento de hadas.
Pero no había nada dentro de su sonrisa tierna y su mirada firme que pudiera usar para aplastar el sentimiento efervescente que cosquilleaba mi corazón. Lentamente, suavemente, me hizo girar para enfrentarlo, y esos cosquilleos me hicieron flotar aún más alto.
—¿Crees que te haré mi novia solo por diversión? —me atrajo hacia él, con delicadeza, y yo no tenía voluntad de resistirme.
—...¿Por qué? —logré responder después de un largo silencio—. Soy un enemigo.