"¿Qué… qué pasó? No veo nada… No… en realidad sí veo… es todo blanco. Blanco por todas partes. Me siento tan… ligero. No… es diferente. No siento mi cuerpo."
Nathaniel bajó la mirada, y lo que vio lo dejó helado. Donde deberían estar sus pies, solo había un resplandor sin forma. Una luz brillante que formaba lo que solía ser su cuerpo. "¡Ahh! ¿Mis piernas? ¿Dónde están?" Se llevó las manos al rostro en un acto reflejo, pero al verlas… su desconcierto creció. No eran manos, eran masas de energía parpadeante y errática, sin forma definida.
"¡Mis manos también!" Sacudió los brazos, intentando desesperadamente comprender lo incomprensible. Respiró profundo, tratando de calmarse. "E-esto no es real… debe ser solo un mal sueño…" Musitó con un tono quebrado, intentando convencerse. "Sí… solo tengo que cerrar los ojos y… y despertar."
Se cubrió el rostro con sus manos de energía, en silencio, esforzándose por encontrar consuelo. Sentía que este sueño era demasiado real. Cada segundo que pasaba en el inquietante vacío blanco, se sentía más atrapado, rodeado de un silencio inmenso y sofocante, flotando sin rumbo. Pasaron segundos, minutos… o quizás horas. En algún punto, perdió la cuenta, pero la angustia no hacía más que crecer. Sin poder evitarlo, sus ojos comenzaron a humedecerse, y un sollozo salió de su pecho. Solo una persona podía aliviar su angustia. "Mamá…" susurró.
"¡NATHANIEEEEL!" Una voz le respondió, tan familiar como distante. Sobresaltado, miró a su alrededor, buscando en todas direcciones, aunque solo veía el interminable blanco. Luego sintió algo en su espalda, un peso y unos brazos rodeándolo, cálidos y protectores, aunque igual de brillantes e irreales que los suyos. "Aquí estás. No vuelvas a desaparecer así."
Nathaniel dio media vuelta, y al encontrarse con el rostro de su madre, su expresión cambió a una mezcla de alivio y desconcierto. A pesar de que el cuerpo de Mallory era ahora un destello de energía, su rostro mantenía la misma calidez y familiaridad de siempre.
"¡Mamá! Te ves… muy rara, pero no importa. ¡Estás aquí conmigo!" dijo, abrazándola con una fuerza que nunca había sentido antes, como si quisiera aferrarse a la única realidad que le quedaba en ese extraño lugar.
Mallory sonrió, sus manos -ahora destellos brillantes- acariciaron suavemente las mejillas de Nathaniel, intentando transmitirle calma. "¿Soy parte de tu sueño, cariño?" le preguntó, tratando de aliviar la tensión con un tono suave y protector, aunque en el fondo compartía su confusión. "¿O quizás tú eres parte del mío?"
Nathaniel parpadeó, todavía tratando de entender. "No lo sé, mamá… yo solo… me sentía tan solo aquí antes de que aparecieras. Estaba empezando a asustarme."
Mallory suspiró y asintió, mirándolo con ternura. "Jamás te dejaría solo, Nathaniel. De alguna forma, siempre voy a encontrarte. Aunque… bueno, esto no parece ser exactamente el tipo de sueño en el que me gustaría estar, ¿verdad?" Intentó bromear, con una sonrisa torcida mientras miraba el vacío blanco a su alrededor.
Nathaniel forzó una risa leve, pero su expresión aún reflejaba inseguridad. "¿Crees que esto sea un sueño compartido? ¡Un sueño lúcido entre los dos!"
Mallory hizo una pausa y luego asintió lentamente. "Tal vez… aunque si lo es, no parece que tengamos el control. Es como si estuviéramos atrapados en este lugar…" Miró de nuevo a su alrededor, como si intentara buscar algo familiar en ese espacio infinito. "Podemos movernos, eso es algo… pero no parece haber nada que podamos cambiar." Tras un breve silencio, intentó aligerar el ambiente: "Bueno, podríamos jugar a las escondidas en este vacío interminable." Rió suavemente, aunque sabía que la situación era cualquier cosa menos graciosa.
Nathaniel hizo una mueca, como si no estuviera impresionado con la broma, pero sus ojos mostraban gratitud por el intento de su madre de calmarlo.
Entonces, sin previo aviso, una voz surgió en el vacío, envolviéndolos desde todas direcciones y resonando como un eco distante pero penetrante: "Ya están los dos aquí."
Mallory se sobresaltó, y su abrazo se hizo más fuerte alrededor de Nathaniel, sus ojos recorriendo el entorno en busca de la fuente de aquella voz. "¿¡Quién eres!?" exclamó, su tono una mezcla de desconcierto y desafío. Su instinto protector se activó de inmediato, manteniendo a Nathaniel a salvo entre sus brazos.
Nathaniel, sorprendido y tratando de liberarse un poco del abrazo de su madre, negó rápidamente. "No fui yo quien invitó a nadie aquí… ni siquiera sé dónde estamos."
Mallory lo miró, frunciendo el ceño mientras mantenía la mirada fija en la nada. "Ni yo tampoco… No creo que sea el tipo de sueño que alguna de nuestras mentes pueda imaginar…" dijo, con el corazón latiendo con fuerza, y una sospecha sombría formándose en su mente.
"Estoy aquí…", respondió la voz, cortando el silencio otra vez con su tono sereno y, al mismo tiempo, incomprensiblemente distante.
Mallory respiró hondo, buscando recomponerse, y entonces se aventuró a preguntar, con la voz temblorosa pero decidida: "¿Qué eres…? ¿Algo que he creado en mi mente… o… algo… real?"
La voz, sin una pizca de emoción, continuó: "Nada de eso. Yo existo aquí, soy aquí. Y ustedes dos… acaban de fallecer."
Las palabras resonaron como un golpe sordo, dejándolos a ambos paralizados. Mallory y Nathaniel se miraron en silencio, asimilando la crudeza de lo que acababan de oír. Ella sintió cómo el peso de la situación caía sobre ella, y, sin poder evitarlo, acarició la cabeza de su hijo, en un gesto inconsciente de consuelo.
"¿Entonces… esto es el cielo?" preguntó, apenas logrando hablar, su voz rota. "¿Es aquí donde nos juzgarán… para decidir si vamos abajo o… arriba?" Sus manos temblaron al rodear a Nathaniel, como si temiera que él fuera separado de ella en cualquier momento. Nathaniel observó en silencio, pero sus pensamientos estaban llenos de preguntas, empezando a percibir un lado de su madre que no había notado antes, un miedo profundo y latente.
La voz, imperturbable, continuó: "No, esto no es el cielo ni el infierno. Es un intermedio. Uno del cual pueden elegir si desean volver… pero no en su mundo original."
"Devolverlos a sus cuerpos no es la mejor idea, considerando el estado en que quedaron y las preguntas que surgirían si dos víctimas de un accidente automovilístico se recuperaran milagrosamente," dijo la voz, con un tono neutral. "O, por otro lado, podrían rechazar la oferta y enfrentar lo que venga después. Quizás tenga algo que ver con lo que tú mencionaste," añadió la voz enigmática.
Mallory frunció el ceño, luchando por entender las implicaciones. "Entonces… ¿por qué se nos da la oportunidad de elegir? ¿Es porque nuestra vida era… complicada? Todos esos días en los que luché por criar a Nathaniel sola, desde que lo tuve…"
"Exactamente. Suena bien, ¿no? La oportunidad de empezar de nuevo, en un mundo con posibilidades, lejos de las limitaciones de su vida anterior," dijo la voz, casi entusiasta.
Mallory mantuvo el silencio, perdida en sus pensamientos. Su mirada recorrió el infinito blanco, preguntándose si este lugar era solo el preludio de un cambio del que ya no habría vuelta atrás. Sabía que no había otra opción real: aceptar y vivir con Nathaniel en un nuevo mundo o rechazar y enfrentar una separación incierta. La idea le apretó el pecho. Cerró los ojos brevemente, recordando el peso de tantos días solitarios.
Un largo silencio los envolvió hasta que Nathaniel, rompiendo la calma, dijo con firmeza: "Aceptemos, mamá."
Mallory lo miró, desconcertada. Observó a su hijo en silencio, sorprendida por la determinación en su voz. Usualmente era ella quien tomaba las decisiones, pero ahora Nathaniel se mostraba firme, casi adulto.
"Nathaniel…" susurró, buscando entender de dónde provenía esa fuerza en su voz.
Él la miró directamente a los ojos, apartándose apenas de su abrazo, y repitió con un tono más suave: "Aceptemos, mamá." Tragó en seco antes de continuar, dejando caer su mirada. "Esta podría ser… la única vez que tengamos una oportunidad así. No quiero perderla." La tristeza se asomaba en su voz. "Quizás sea lo mejor para los dos. Como dijo la voz… seremos los mismos, pero en un lugar nuevo, donde todo será diferente. No más esos días… no más verte sonreír solo para ocultarme que estás agotada. Esos días en los que hacías todo por mí, sin poder tomarte un respiro."
Mallory llevó una de sus manos de energía al rostro, en un reflejo automático para secar sus lágrimas, aunque no había nada allí para detenerlas. Mientras tanto, Nathaniel la miraba, tratando de mostrarle una sonrisa alentadora. "Sé que siempre me ocultas tus problemas, mamá," dijo en voz baja. "Como cuando vienes a consolarme, pero nunca dejas que yo haga lo mismo por ti. Escuché cuando llorabas en tu cuarto después de regresar tan tarde… no tienes que ocultármelo."
"N-no… eso no…" Mallory intentó responder, pero las palabras se atoraron en su garganta. La culpa y el dolor la sofocaron, impidiéndole hablar.
Nathaniel se acercó un poco más, manteniendo la mirada en su madre. "Si eso te diera felicidad… entonces yo elegiría ir a ese otro mundo, porque sé que lo que más te dolería sería separarte de mí." Respiró hondo y continuó, su voz más segura. "Así que… me acompañarías en esta decisión, porque sé que no podrías dejarme. Y allá… lejos de todo lo que pasó, podríamos tener algo que nunca tuvimos. Nuestra propia versión de una vida normal."
Mallory cerró los ojos, asintiendo lentamente, permitiendo que las palabras de su hijo calaran hondo. La intensidad de sus emociones la dejó sin voz, pero su reacción fue suficiente. Nathaniel lo había dicho todo.
Entonces, la voz misteriosa rompió el silencio, retomando con un tono formal. "Bien. Ya que han tomado su decisión, es momento de hacer unos últimos ajustes antes de que partan."
Mallory y Nathaniel asintieron al unísono. El entorno blanco comenzó a oscurecerse gradualmente, sumiéndolos en una negrura profunda que los rodeaba. La voz continuó: "El mundo al que reencarnarán es, en términos simples, un lugar de fantasía. Encontrarán allí una sociedad con ciertos avances, aunque algunos territorios están más desarrollados que otros, como en toda civilización. Podría enviarlos allí sin más, pero… ¿no sería más interesante si tuvieran una ventaja? Algo especial para enfrentar los desafíos de ese mundo. Puedo otorgarles un poder a cada uno, si lo desean. Este mundo tiene sus propios héroes, su propio modo de resolver calamidades y enfrentar amenazas. ¿Qué les parece?"
Nathaniel, visiblemente emocionado, exclamó: "¡Por supuesto! ¿Entonces podemos elegir el poder que queramos? ¿Cualquier cosa?"
La voz pareció asentir en el aire. "En cierto modo, sí. Pero recuerden, lo que elijan será su responsabilidad. El poder trae consigo un propósito y un peso. Sean prudentes. El mundo que los espera tiene sus propias amenazas, y algunas pueden ser muy hostiles."
Las palabras "amenazas" y "hostiles" despertaron la alarma de Mallory. Algo en su instinto la llevó a intervenir rápidamente.
"Un momento," dijo, su voz firme y protectora. "Mi Nathaniel aún es joven para pensar en esas cosas… ¿no lo crees?" Se giró hacia la negrura, como si mirara directamente a la voz. "¿Por qué no dejamos que solo yo elija? Si yo tengo ese poder, será suficiente. Podré mantener a Nathaniel a salvo."
La voz permaneció en silencio, observando la conversación que parecía a punto de desarrollarse entre madre e hijo. Mallory y Nathaniel se volvieron el uno hacia el otro, sus miradas cargadas de emociones distintas.
"Oh, vamos, mamá… no seas así," dijo Nathaniel, con una leve risa nerviosa.
Mallory arqueó una ceja, en parte divertida y en parte seria. "¿Qué significa eso? Sabes bien que no dejaría que te pongas en riesgo. No tienes por qué convertirte en un héroe enfrentando cosas que ni siquiera entiendes. Podrías llevarte un gran susto, salir herido… o algo peor." Su mirada se volvió un poco más severa. "¡Ni siquiera sabes defenderte! Además, siempre fuiste un poco miedoso. Tener algún poder no va a cambiar eso. Y dime… ¿qué poder pensabas elegir?"
Nathaniel titubeó antes de responder, como si intentara buscar una opción impresionante. "Umm… ¿volar?"
"¡¿Volar?!" Mallory casi soltó una risa de incredulidad. "¿Para qué? ¿Para irte volando lejos de mí?" Su tono tenía un toque divertido, aunque seguía siendo protector. "No, no podrías. Aunque… aún así, sería muy peligroso para ti. Podrías chocar contra algo o no saber cómo aterrizar. ¡Podrías causar un accidente si pierdes el control!"
"Mamá… creo que estás exagerando," replicó Nathaniel, rodando los ojos.
"No lo hago, Nathaniel." Mallory suspiró, su tono más serio. "Sé que soñar con algo así suena emocionante, pero la realidad es otra. Yo tengo los pies bien plantados para saber qué es lo mejor para ti. ¿Acaso ya no confías en tu madre?" Al decir esto, levantó sus manos brillantes y las posó en los hombros de Nathaniel, apretándolos suavemente mientras lo miraba a los ojos. Sus manos temblaban apenas, revelando la intensidad de sus sentimientos.
"Eso… eso no es cierto," murmuró Nathaniel, desviando un poco la mirada.
"Ojalá fuera así." Mallory sonrió con dulzura, aunque había una nota de tristeza en su voz. "Tus palabras de hace un momento, diciendo que querías verme feliz, significaron mucho para mí. Me conmovieron de verdad. No pensé que tomarías esa decisión pensando en mi bienestar… Fue algo que no imaginé de ti, y muestra cuánto has crecido. Pero ahora… quiero que dejes que mamá se encargue del resto. Protegerte también me hace feliz."
Nathaniel asintió, aunque sus ojos mostraban un atisbo de duda. "Es verdad… no hubo un solo momento en el que no te preocuparas por mí, ¿verdad?"
"¡Exacto! Sin ti, nada estaría completo para mí. No hay poder que pueda ser mejor que lo que tú significas para mí. ¿No lo ves?" Su mirada se hizo más intensa, sus ojos fijos en él mientras apretaba sus hombros un poco más fuerte. "Tú eres mi prioridad, mi razón para estar aquí. No necesitarás nada más, porque estaré para protegerte. Así que dímelo… dime que no necesitas un poder. Con que yo lo tenga, es suficiente."
Nathaniel tragó en seco, sintiendo el peso de la petición en el tono firme de su madre. "Es… es suficiente con que solo tú tengas una habilidad, mamá. No hace falta que yo la tenga, porque… te tengo a ti." Su voz era apenas un susurro, pero reflejaba una mezcla de temor y aceptación. Sabía que, en este momento, Mallory no estaba pidiéndole sino exigiéndole, aunque disfrazara sus palabras con cariño. Mallory, al oírlo, esbozó una sonrisa satisfecha y, suavemente, liberó sus hombros.
"Eso es todo," murmuró con alivio, y luego, con más fuerza, exclamó hacia la oscuridad: "¡Oiga, voz misteriosa! Ya decidimos. Seré yo quien elija tener un poder. Mi hijo lo pensó mejor y decidió dejar eso en mis manos. ¿Bien?"
Nathaniel asintió a su lado, como si reafirmara la decisión de su madre. La voz etérea, que hasta entonces había guardado silencio, volvió a sonar cerca de ellos, esta vez con una nota de interés.
"Vaya, vaya… muy interesante. Ya han tomado una decisión, entonces," dijo la voz, mostrando una extraña satisfacción. "Mallory, dime, ¿qué poder te gustaría elegir?"
Mallory se quedó pensativa por un momento. No tenía experiencia con poderes ni un conocimiento concreto de lo que debería pedir. "Bueno, no es que sea gran fan de los poderes. Solo conozco cosas simples, como volar o lanzar rayos por los ojos… Pero si fuera posible, si pudiera pedir algo… me gustaría tener el poder de proteger a Nathaniel cuando sea necesario."
"Ah, eso suena un poco ambiguo," respondió la voz, su tono mezclado entre sorpresa y curiosidad. "No… espera. Quizás sí pueda funcionar, si lo veo desde cierto ángulo." Tras una breve pausa, la voz prosiguió, casi murmurando, como si reflexionara en voz alta: "El poder para proteger a Nathaniel… sí, creo que podría funcionar."
Mallory sintió un leve sonrojo de vergüenza y agregó, con una risa nerviosa: "¿Estás seguro? Tal vez lo pedí de forma extraña… No suena muy específico."
"¿Qué? ¡No! Todo lo contrario," contestó la voz con entusiasmo renovado. "Es una petición inusual y… poderosa en su propia forma. De hecho, me intriga ver cómo usas ese poder. Es simple pero profundo, Mallory. Creo que encajará perfectamente contigo."
"¿D-de verdad?" Mallory miró a Nathaniel con una sonrisa radiante. "¿Oíste eso, Nathaniel? ¡Mamá va a ser muy fuerte por ti!" Le dio un pequeño empujón amistoso en el hombro, casi contagiada de euforia. Nathaniel esbozó una sonrisa ligera, aunque su mirada aún reflejaba algo de duda.
"Me alegra mucho, mamá…" respondió en un murmullo, aunque su tono mostraba una leve inquietud.
"Ya está todo listo, entonces," prosiguió la voz. "Es momento de llevarlos a su nuevo mundo. Les devolveré la ropa que llevaban antes de llegar aquí, así que no se preocupen. Estará como nueva, como si jamás hubiese pasado nada." Un tono de humor se coló en la voz. "No planeo enviarlos como Dios los trajo al mundo, como suelen decir."
"Perfecto. Estamos listos." Mallory rodeó a Nathaniel con un brazo, ansiosa y emocionada por lo que les aguardaba. "¡La emoción me embriaga!" exclamó, su voz cargada de entusiasmo. Nathaniel inclinó la cabeza, apoyándola en el hombro de su madre, compartiendo en silencio la expectativa de esta nueva vida que estaba a punto de comenzar, llena de posibilidades desconocidas, aventuras y, sobre todo, la promesa de tenerse el uno al otro.
"Estoy tan ansioso por ver qué será de nosotros ahora," murmuró Nathaniel, su mente ya imaginando ese futuro incierto. "Esto se siente tan irreal, pero está sucediendo."
"¡Hazlo, amable voz misteriosa!" exclamó Mallory, segura de que estaba lista para partir junto a Nathaniel. Pero, de repente, una idea cruzó su mente. Quizás había algo más que la voz podría hacer por ella. Si tenía el poder de conceder habilidades, tal vez podría hacer un último ajuste. "¡Espera un momento! Este… me preguntaba si podrías… hacerme un poco más joven. Ya sabes, si tienes la capacidad de otorgar poderes, quizá puedas hacer algo tan sencillo como eso…"
"¡Claro! Puedo hacer eso también," respondió la voz, animada. "Puedo ajustar sus edades a una versión más joven que hayan tenido antes de llegar aquí. ¿Conveniente, no?"
"¿Cambiar nuestra edad?" murmuró Nathaniel, sorprendido. "Vaya, eso es algo nuevo. Aunque, a estas alturas, nada debería sorprenderme…" Se rascó la nuca, con una ligera sonrisa. "Aunque en mi caso… creo que estoy bien con mi edad actual. Apenas pasé los catorce, soy demasiado joven para querer rejuvenecer, jeje. ¿Tú qué opinas, mamá?" Pero al mirar a su madre, vio que sus ojos estaban iluminados de emoción. "Eh… ¿mamá?"
Mallory apenas podía contener su entusiasmo. La posibilidad de rejuvenecer y empezar de nuevo, sin la carga de los años, le parecía un sueño hecho realidad. Aunque adoraba a su hijo, había renunciado a mucho por él. Ahora tenía la oportunidad de recuperar algo de sí misma. "¡Sí! Eso sería perfecto. ¡Quiero volver a tener veinte! Ni muy vieja, ni muy joven. Sería como un sueño. ¡Qué emoción!"
"¡Por supuesto!" respondió la voz, con un dejo de humor. "Sentirás el cambio una vez que llegues al nuevo mundo. Y tú, joven Nathaniel… ¿seguro que no te gustaría volver a unos años menos? A tu madre seguro le gustaría," añadió en tono de broma.
"¡Por mí suena perfecto!" interrumpió Mallory, siguiéndole el juego. "¡Volver a tener a mi pequeño Nathaniel para cargarlo en brazos sería adorable!" comentó con un tono dulce y juguetón, aunque la idea también la tentaba un poco.
"¡M-mamá! Estoy bien con mi edad actual…" protestó Nathaniel, girándose para evitar su mirada, avergonzado. Su rostro estaría completamente rojo si aún fuera posible.
"Ajajaja, está bien, cielo. Dejaste que fuera yo quien tuviera el poder, así que lo justo es que te permita quedarte como estás." Mallory lo apretó en un abrazo cariñoso, sus palabras llenas de ternura. "De todas formas, seguirás siendo mi pequeño por muchos años más," dijo, su tono afectuoso mientras lo rodeaba con ambos brazos, asegurándose de que sus palabras se grabaran en su mente y corazón.
"Ahora puedo decir que finalmente hemos terminado." La voz comenzó a despedirse, con un tono cada vez más lejano y difuso. "Ha sido un placer acompañarlos en este intermedio. Fueron muy interesantes. Espero con ansias ver cómo se desenvuelven en su nueva vida. Buena suerte a ambos."
La claridad del entorno empezó a desvanecerse. Lo que antes era un vasto vacío blanco se transformó en un ruido sutil y estático, que lentamente se disipó hasta ser nada. Las últimas palabras de aquella voz fueron lo último que percibieron antes de sentir cómo todo se disolvía.
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El paisaje que apareció ante ellos era un prado vasto, bañado por el cielo de un celeste claro, apenas salpicado de nubes dispersas. El sol se encontraba en su punto más alto, proyectando una luz intensa que hacía brillar la hierba que se balanceaba suavemente con el viento. Los tonos verdes vibrantes se expandían por el campo, y en la cima de una colina cercana, una hilera de árboles ofrecía sombra, marcando el inicio de un bosque en la distancia. Bajo uno de esos árboles, Nathaniel apareció de pie, con la mirada fija en el paisaje que se extendía hasta donde alcanzaba la vista.
"Esto es…" susurró, atónito, sintiéndose perdido en la inmensidad del mundo que ahora lo rodeaba. Cada detalle, desde el aroma de la hierba hasta el susurro del viento, parecía irreal. "¡Ah, mamá! ¿Dónde estás?" Se había distraído tanto al ver el paisaje que, por un momento, olvidó la presencia de Mallory. Apenas unos momentos antes, en el intermedio, había estado abrazado a ella, pero ahora estaba solo. Sin perder tiempo, comenzó a caminar, sus pasos ansiosos mientras escudriñaba el prado despejado, deseando encontrar a su madre.
"¡Mamá! ¿Dónde est-" Su voz se cortó al ver una figura sentada en la base de la colina, bajo la sombra de los árboles. Mallory, serena, observaba el nuevo horizonte, como si disfrutara del viento que mecía suavemente su cabello oscuro. Aliviado, Nathaniel se apresuró a bajar hacia ella, pero al acercarse, comenzó a notar algo extraño.
Mallory estaba absorta en el paisaje, una leve sonrisa asomaba en sus labios, y sus ojos brillaban con una paz que él no recordaba haber visto antes. Las marcas de cansancio, los rastros de los años de sacrificio y dificultades, se habían desvanecido. Ante él estaba una versión de su madre que nunca había conocido: una mujer joven, con un rostro rejuvenecido y radiante. Los años de abnegado cuidado parecían haber desaparecido, como si el tiempo hubiese retrocedido.
El sonido de sus pasos hizo que Mallory girara la cabeza hacia él. Al ver la confusión en los ojos de su hijo, su sonrisa se hizo más amplia, cargada de emoción y satisfacción. Con una calidez que solo una madre puede tener, le tendió la mano y, con una chispa de esperanza en su voz, dijo:
"¿Vamos a por nuestra vida normal juntos?"