En lo que llegué a mi casa dentro del bosque, entré a paso ligero mientras miraba cómo el sol caía. Ya sabía dónde estaba y a dónde debía ir, pero no tenía todavía los medios necesarios para escapar de la isla, así que el día de mañana iniciaría. Con eso comprendido, decidí irme derecho a la cama para descansar el día de hoy, y así cerré mis ojos hasta que el sueño me alcanzó.
En mi sueño estaba en medio de grandes edificios. La gente me rodeaba y Aglala estaba a mi lado hablando con las personas, mientras que yo también lo hacía.
—¿Jacob, qué es lo próximo que vas a hacer?
Preguntó una de las personas que me rodeaba. Yo ya tenía algunas cosas básicas pero necesarias, como el apoyo de la gente, personas dudando del gobierno, y hasta un grupo militar para forzar al gobierno a establecer conexiones formales y evitar que siguieran matando a los inocentes. ¿Pero qué sería lo próximo por hacer?
—Fiesta.
Realmente no podía seguir presionando a mis soldados para vencer a un gobierno por sí mismos; eso sería demasiado exigente para ellos. Por eso, debía hacer que sintieran que sus acciones habían importado lo suficiente como para que pudieran seguir presionando, si fuera necesario.
—¿Pero por qué? En serio, ¿cuál será su próxima acción?
—No, en verdad será una fiesta. Tal vez me meta a la política para presionar al gobierno desde adentro, pero hoy debemos festejar por esta primera unión de los dos mundos.
—Ya veo. Entonces mire ese edificio.
Señaló un edificio de color blanco con grandes ventanas e interiores del mismo color, con pisos que se sumaban entre sí hasta alcanzar una gran altura.
—Esa oficina era la del gobernador. Aproveche que él escapó y úsela.
—Gracias.
Mi objetivo se había fugado. Lo que yo quería hacer el día de hoy era forzar a que el gobernante confesara los crímenes que había decidido aceptar, pero logró escapar en medio de lo ocurrido. Sin embargo, no todo fue en vano porque igualmente ganamos el apoyo de la gente.
El tiempo pasó y tanto Aglala como yo respondimos sus preguntas hasta que comenzó a oscurecer. Entonces decidimos organizar la fiesta para ambas razas. Aglala llamó a un grupo e iniciaron los preparativos, mientras que yo fui al banco y realicé un retiro: todo el dinero que había obtenido a lo largo de mis trabajos como soldado. Este dinero, que había invertido después de cada misión, finalmente lo retiré todo de una vez. Medio millón de dólares. Con esto financiaría todo lo que viniera. Mi primer gasto fue la fiesta. Al final, podría ser una celebración por algo muy importante, pero también significaba que debía sacar dinero de mi bolsillo porque el gobierno no me pagaría por rebelarme.
Después de eso, decidí ir a la oficina, así que llevé una botella de vino para disfrutar de esta reciente victoria. Entré en el sitio que me indicaron. Al entrar, vi una oficina con un escritorio que tenía una computadora, un sofá de buena calidad frente a una mesa de cristal, paredes verde claro y el suelo cubierto con un tapete del mismo color. Pero no sonreí. En cambio, me senté frente a la computadora para investigar más a fondo. Dijeron que esta había sido la oficina del gobernador. Tal vez tendría alguna información confidencial que podría publicar para seguir hundiendo la reputación del gobierno.
Al encender la computadora, comencé a mirar el historial, donde solo vi cosas normales. Cada vez que había algo que pudiera significar un chat entre el gobierno y el gobernador, eran cosas rutinarias. También revisé días clave, aquellos en los que el gobernador había permitido las expediciones dentro del portal. Esa información la tenía gracias a los informes que revisé en la oficina del coronel. Pero tampoco encontré nada. Sin saber qué hacer, abrí la botella de vino y me serví.
Miré un rato cómo caía la noche en la ciudad. La gente seguía festejando con las nuevas razas, divirtiéndose. Finalmente, parecía que esas batallas habían valido la pena, lo que significaba que la paz sería posible. Observé el cielo oscuro pensando en las muertes que mis acciones y las del coronel habían generado, lo cual me hizo sentir un pinchazo en el corazón. Era la representación de que no había superado al coronel. Sacrifiqué a una minoría para salvar a la mayoría. En teoría, es una buena decisión, pero si solo miro los números, olvidaré que las personas son más que eso. Cada una tiene su propia historia, historias que yo había terminado. Mientras pensaba en esto, alguien abrió la puerta.
—Aglala, García, ¿qué hacen?
—Yo estuve organizando la fiesta. Él se encargó de vigilar que no hubiera problemas.
—Ya veo. Entonces, ¿los hubo?
—No, señor, sin problemas.
—Ya veo, eso es genial.
—Sí, señor. No dudo que la paz esté bastante cerca.
—Oye, Jacob. Hablando de la paz, mi padre me mandó una carta.
—¿En serio? Muéstrala.
Aglala sacó de su bolsillo un papel sellado. Lo miré como un recuerdo del pasado, porque en este tiempo lo más cercano a una carta era un correo electrónico. Enviar cartas era cosa del pasado. Pero, sin que eso me afectara, la tomé y la abrí para leer su contenido.
"Buenos días, tardes o noches, dependiendo de cuándo estés viendo esta carta. Según parece, lo que hicieron fue un éxito y no tardarían mucho en lograr la paz. Por ello, te recuerdo que en este momento debes aumentar las defensas en lo que es importante."
—Su Alteza
Al finalizar la carta, solo pude sonreír con ironía. Esto era justo lo que necesitaba: recordar que debo mantenerme fuerte y listo, aunque todo parezca ir bien. Después de todo, yo también puedo caer.
—Esto es lo que debía leer, pero al menos ya estoy contando con algo próximo.
—Señor, ¿a qué se refiere?
—Me refiero al contrato.
—Espera, Jacob, ¿todavía lo vas a firmar?
—Si lo piensas, es la mejor opción.
Aglala se tomó un momento para reflexionar, pero García preguntó de nuevo.
—¿Por qué necesitarías el contrato?
Y cuando me disponía a responder, Aglala habló.
—Jacob, ¿estás pensando en forzar al gobierno?
—Sí, de esta manera la guerra será más corta.
—Ya veo, señor. Te pondrás como alguien con quien el gobierno no quiera problemas y terminará abandonando el poder.
—Sí, eso es lo que estoy pensando hacer.
—Jacob, si fuerzas a que la gente de poder salga, no significa que los ideales de asesinarnos se detengan.
—Tal vez, pero la convivencia entre ambos puede ser el camino para obtener la paz.
—Suena bien, pero siento que... ¿qué pasaría con los líderes? Tal vez hagan alianzas para generar odio.
—Podremos usar la tecnología para demostrar la inocencia.
—Está bien, pero hay algo que no me convence.
—¿Qué es?
—Los hijos de los políticos. Estoy segura de que, cuando ellos lleguen al poder, intentarán vengarse.
Intenté pensar en lo que ella decía. Al final, el odio entre las razas podría surgir, pero tampoco puedo resignarme solo a casos aislados. Recordé, además, que ella era una princesa. Tal vez pensaba que esas personas heredaban el poder.
—No me preocuparía por ellos. Después de todo, en este mundo, que tu padre sea algo no significa que tú heredes su posición política.
Ante mis palabras, ella abrió la boca como si nunca hubiera pensado en la posibilidad de que esto no era una monarquía.
—Espera, entonces, ¿cómo eligen a los líderes?
—Por medio de la democracia. Se postula gente del pueblo y el pueblo los elige.
Ante mis palabras, abrió aún más la boca, pero después de unos minutos la cerró.
—No creo que eso sea lo más óptimo.
—¿Pero por qué? Cualquier persona puede obtener el poder por medio de la democracia.
—Sí, pero también significa que cualquier tirano puede subir al poder.
—Hay protocolos para eso.
—Bueno, supongo que era de esperarse, pero también tengo otra duda.
—Dila.
—¿Realmente, con la democracia que usan, la gente elige a un candidato adecuado que los represente?
Con esas palabras, me puse a pensar. La persona que sube democráticamente no necesariamente es lo que quiere el pueblo. Si alguien gana con un 51/49, ¿significa que el otro fue realmente malo y debía ser descartado? Tal vez le faltó carisma, algo de publicidad, o hablar más extensamente de un problema. Además, eso me llevó a otra duda: ¿ese candidato electo es realmente el más adecuado? Tal vez no lo sea.
—No tengo idea.
—Ya veo. Bueno, mejor celebremos lo de hoy y más adelante nos cuestionamos sobre eso.
—Está bien.
Dije mientras servía vino para los tres. Estuvimos festejando y hablando de los próximos planes que tendríamos. Más tarde, después de unas horas, ambos se fueron. Aglala fue a reportar lo ocurrido a su padre, mientras que García se encargó de seguir publicando información en internet para que la gente tuviera más empatía frente a lo que el gobierno intentaba vender como su enemigo.
Así que me paré frente a la ventana, mirando la ciudad mientras seguía bebiendo vino, hasta que un hombre entró por la puerta. Ese era Jonathan.