Abrí mis ojos y puse mi mano en el pecho mientras inhalaba y exhalaba, adaptándome a la realidad. No estaba en aquella ciudad en ruinas, ni había un cielo azul libre, mucho menos algún muerto cerca, porque estaba en mi casa, el lugar donde vivía, alejado de la civilización. Me senté mientras intentaba comprender qué fue lo que pasó. Yo había muerto protegiendo la ciudad; también maté a Grim, quien era el objetivo a vencer luego de que la paz fuera firmada.
—Supongo que por estas cosas el rey pidió mi ayuda.
Grim estaba viejo, pero su magia seguía siendo devastadora. Incluso usando equipamiento militar y combinando mi magia con el equipo para potenciar mi poder, apenas logré vencerlo.
—El contrato me ayudó.
Este me permitía usar una gran cantidad de magia sin preocuparme por quedarme sin maná, lo cual fue un acierto cuando tenía que resolver problemas personalmente.
—Pero pasaron 80 años.
Era una verdad que no me gustaba admitir. No pude saber qué pasó con mis amigos ni estar presente en la celebración, ya que ya no estaba en vida con ellos. Seguro fue un momento agridulce para ellos, porque vieron que logré mi objetivo, pero yo no pude ver el fruto de mi sacrificio.
—Aunque...
Alcé la mirada hacia la ventana, observando el claro cielo azul con sus nubes, que daban el buen clima característico del sitio.
—Tengo una nueva oportunidad de verlo todo.
Si no pude disfrutar del pasado, podría hacerlo en mi presente. Aglala seguro se esforzó, junto con todo el equipo, para lograr un futuro hermoso. Con eso en mente, me puse de pie para continuar con mi rutina. Esta vez, comenzaría a preparar las medidas necesarias para salir de este lugar que me impedía ver la belleza del mundo. Me alisté como de costumbre y luego tomé rumbo hacia la ciudad abandonada.
Ver este lugar era triste porque me hacía sentir como si hubiera olvidado que alguna vez tuvo vida: solo y olvidado. Tal vez me identificaba con eso. Después de estar muerto 80 años, ¿qué quedaría de las personas? A lo mucho, se diría que fui el intermediario, pero más allá de eso, no creo que me recuerden. Con ese pequeño dolor, decidí caminar por el sitio hasta llegar al desembarcadero. Las bases eran de metal, pero no había nada destacable. Así que me enfoqué en lo más importante: las medidas.
Era bastante grande, lo suficiente para almacenar una buena cantidad de barcos si se ubicaban correctamente. Fui al primer puesto de estación e inicié la medición para determinar qué tan grande podría ser el barco que almacenara. Para ello, decidí usar mi cuerpo como referencia. Me acosté en el suelo, marqué un punto y fui avanzando hasta llegar al otro extremo, contando cuántas veces tuve que acostarme.
—Quince veces. Ahora, ¿qué tan alto soy?
En el pasado, era más bajo que mis compañeros, pero ahora no sabía mi altura exacta. Sin muchas opciones, decidí medir el ancho del sitio usando el mismo método. Encajé mi cuerpo ocho veces. Con esto claro, regresé a casa.
Al abrir la puerta, fui directo a la biblioteca. Debía sacar aquellas reglas y medir mi altura en la pared. La regla medía 30 cm, así que la coloqué cinco veces, haciendo marcas donde correspondía. Luego, me recosté contra la pared y conté las marcas hasta llegar a mi cabeza.
—Dos, tres, cuatro…
Usando matemáticas básicas, calculé mi altura, la cual resultó ser decepcionante.
—Mierda, estoy bajo.
Pero ahora tenía una duda aún mayor. Me paré frente a la puerta de mi habitación. Si el pomo seguía a la altura de mi cara, aunque ya estaba acercándose a mi barbilla...
—¿Ahora la gente es más alta o qué?
Esto era algo que no esperaba, pero al final ocurrió. Ya sin más que hacer, inicié el diseño del barco. Debía asegurarme de que fuera adecuado para mí.
—15 × 120 me da 1800. Le quito dos ceros y obtengo 18 metros de largo. Ahora, de ancho, 8 × 120 da 960, y tras la conversión, son 9.6 metros.
Al terminar los cálculos en la hoja, inicié el boceto del barco. Luego, busqué la mitad del ancho para darle forma triangular en la proa, pues nunca había visto un barco sin esa estructura. Era lógico: debía cortar el agua de manera eficiente para que la aleta trasera pudiera guiar la embarcación.
Con estos elementos listos, comencé a planear la ubicación de los remos en caso de que no hubiera viento y tuviera que impulsarme con fuerza propia. Pensé en instalar seguros para ocultar los remos en la parte superior cuando no los usara. De lo contrario, podrían reducir la velocidad o desviarme por falta de control.
Sin embargo, enfrentaba un problema: cómo colocar los seguros. Si los ponía por fuera, podrían ser peligrosos en caso de que el mar se volviera violento. Para evitar riesgos, lo mejor sería instalar ventanas a una altura específica. Pero esto presentaba otro dilema: no sabía qué altura sería la correcta. Eso significaba que debía hacer flotar el barco primero para luego definir la ubicación de los huecos.
—Maldición, cada solución trae un nuevo problema.
Sin duda, esto era problemático, pero lo sería aún más si no hacía nada. No tenía alternativa más que construirlo y esperar que nada saliera mal. Así que decidí enfocarme en otro problema.
—Debo mover la madera.
Este era un inconveniente serio. Tenía la madera en un sitio, pero debía trasladarla hasta la ciudad. Un error de planificación que no preví.
—Pero no me rendiré. Cambiaré mi lugar de trabajo para reducir la carga.
Ese sería mi nuevo enfoque para solucionar el problema. Sin embargo, seguía teniendo que mover la madera. Resignado, comencé a atarla para transportarla. Tomé unas cuerdas, las enrollé y finalmente hice un nudo en los extremos de las tablas. Luego, me las cargué en la espalda y empecé a correr, usando magia de viento y vitalidad para aguantar el esfuerzo.
Mientras avanzaba, una duda surgió en mi mente.
—¿Podría usar los versos?
El combate contra Grim demostró que él usaba versos para conjurar su magia. Además, en ese enfrentamiento, me dijo indirectamente que su nivel era D. Tal vez yo había estado usando magia de nivel E sin darme cuenta.
Con esa incógnita en mente, continué moviendo la madera de un sitio a otro. No logré trasladarla toda, pues era demasiada, pero en una semana aproximadamente tendría todo listo para comenzar la construcción del barco.
Me recosté en el suelo de la ciudad vacía, observando cómo el cielo se tornaba naranja. Estaba adolorido por la jornada, pero con un deseo constante de mejorar. Sin embargo, al notar mi postura, me senté. Estar acostado viendo el sol me recordó el día en que morí… Irónicamente, el mismo día en que se firmó la paz.
—Con la raza de Grim no se pudo firmar la paz… al menos entre Aglala y la mía, sí.
Me puse de pie y comencé a caminar hacia mi casa. Mientras lo hacía, recordé otra ironía: el día de mi cumpleaños, la muerte de mi madre y la de mi hermano. Ese fue el comienzo de todo. Si ellos hubieran vivido, yo no habría sido violento ni una posible víctima del narcotráfico. Es más, papá seguiría vivo… Pero eso también significaría que nunca habría descubierto la magia ni conocido a Jonathan, a Aglala o a todos los del pelotón mágico. Aunque, por otro lado, ellos seguirían con vida.
Curiosamente, una desgracia desembocó en tantas cosas que era increíble pensar que todo comenzó el 3 de febrero… mi cumpleaños. Pero aquí estaba, en pie, desafiando todo pronóstico. Como si la muerte hubiera sido solo una pausa en mi vida, y no un impedimento para continuar preparándome para enfrentar el mar en el que navegaría.