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Chapter 48 - Cap48:Salida

Más como si lo anterior fuera una mentira del pasado, abrí los ojos. Ahora tenía muchas dudas que solo podría responder cuando lograse salir de este sitio.

¿Cuál era esa magia de sangre? ¿Por qué mi contratista usó mi apariencia? ¿Por qué lucharía con otros contratistas? ¿Qué pasaría si no lo logro?

Todas esas dudas me atacaban ahora que desperté, pero no podía responderlas, así que intenté analizar mi situación. Estoy en un tiempo de preparación para cumplir mi contrato. Ese contrato lo firmé porque tenía una limitación de maná a causa de una mala cirugía, la cual me impidió crecer en el uso del maná. El contrato me permitió usarlo sin límites a cambio de que, después de 80 años, me preparara durante 3 años para cumplir mi parte.

—Bueno, si tengo que luchar, debo seguir preparándome.

Sí, lo bueno es que eso ya estaba solucionado gracias a que tenía un gimnasio, alimento y vivienda. Ahora debía continuar exprimiéndolos para poder salir de esta isla, porque aquí ya no encontraba ningún enemigo con un nivel adecuado para mí. Enfrentarme a esos otros contratistas será problemático, porque seguro ellos también se están preparando, pero aquel tipo me recomendó que buscara una magia de sangre.

—Esas no son para una raza en especial.

Un ejemplo de magia de sangre sería la de volar; esta pertenecía a la raza de Aglala. Por raro que fuera, eso se consideró una magia, aunque parecía más bien algo biológico. De hecho, eso era lo que la hacía una magia de sangre: significaba que se limitaba a algo específico por las razas. Pero esto me daba el problema de identificar qué sería la magia de "la furia del viento". Jamás había escuchado algo así.

—Más cosas que han cambiado con el pasar del tiempo.

En mis tiempos, no me dediqué a conocer esas magias ni las historias de cada raza o similares. Yo me encargaba de librar combates y hacer política, buscando que ambos mundos lograran llevarse bien sin desatar una guerra a gran escala.

—Ojalá ni siquiera hubiera llegado a guerra.

Varias vidas se perdieron durante ese tiempo: amigos, enemigos, desconocidos… todo por dos ideales. Uno quería la magia para todos; el otro, por prevención, buscaba restringirla a unos pocos. Ambos estaban tan en lo correcto como equivocados, pero solo uno quedó en pie: el mío. Fue una amarga victoria, porque no logré alcanzar los estándares que quería, aunque sí la paz.

Sin más tiempo para quejas por actos pasados, tomé rumbo como era habitual. Me preparé y salí de mi casa para enfocarme en la creación de mi barco, además de gestionar bien mi tiempo. Inicié mi camino atravesando el prado verde, con árboles que multiplicaban mi tamaño varias veces. Pasé los arbustos avanzando en línea recta, mientras las hojas se agitaban ante mi paso, dejando caer el agua de las lluvias nocturnas que cesaron al amanecer.

Así caminé hasta llegar a la ciudad desolada. Al verme, los pájaros volaron espantados hacia algún sitio desconocido, como si hubieran visto al mal en persona. Este sitio no tenía pertenencia alguna más allá de ramas y algunas hierbas que intentaban meterse en el lugar, siendo su única limitación el material que, seguro, con el paso del tiempo sería superado. Con el eco de mis pasos como única compañía, fui al garaje de alguna de las casas donde había dejado mi carro hecho de madera, el cual contenía troncos que hoy trataría.

Pero para ello, necesitaba algo importante: una mesa donde pudiera poner la madera, sujetarla y trabajarla. En el pasado, mi método consistía en amarrar el pedazo de madera que trataría y después usar un serrucho para recortarlo. Pero ese método no era eficaz; debía preparar una mesa adecuada.

—Cuatro patas y una plancha, nada difícil.

Ya tenía mi objetivo identificado; ahora debía hacerlo. No tenía madera lo suficientemente gruesa para atravesar de lado a lado, pero eso no significaba que no pudiera hacer la plancha. Mi solución fue la misma que con el carro: coloqué dos tablas en paralelo y las uní con otras tablas transversales. Luego, coloqué los clavos y los aseguré con una roca.

Este proceso tomó unos 15 minutos, ya que tuve que usar magia para conseguir los clavos. Después de eso, inicié la siguiente parte: forjar las patas de la mesa. Para ello, usaría otras tablas, pero las recortaría por la mitad antes de unirlas a la mesa en sus esquinas. Tomé la primera tabla, dibujé una línea con un lapicero e inicié el corte con magia de creación. Una vez finalizado, fui a la plancha de madera, coloqué la tabla en la esquina y la fijé con un clavo. Repetí el proceso con las demás hasta que todo estuvo listo.

Sin embargo, no confiaba del todo en la mesa, así que, por precaución, le añadí otras cuatro patas en los medios, de esquina a esquina. Con esto, coloqué el tronco de madera y empecé a procesarlo durante horas con el serrucho.

—¡AYYYYYHHHHHHHHHHHhhh!

Después de horas de trabajo con la madera, escuché un grito cuyo origen desconocía. No se asemejaba al de una bestia, pero tampoco era algo que me agradara, porque tampoco sonaba humano.

Sin más opción, salí del sitio donde estaba y miré hacia el bosque. Nada parecía moverse; solo los árboles seguían el rumbo del viento. Luego miré hacia la ciudad, donde solo reinaba la soledad, sin rastro de algo o alguien. Tragué saliva, pensando que había sido mi imaginación.

Pero entonces alcé la mirada y lo vi.

Colgando del cielo, como si fuera una estrella a pleno día, rondaba frente a mí. Su forma no era del todo humana, debido a las alas de mosca que brotaban de su espalda. Pero tampoco era completamente bestial, pues sus extremidades se parecían a las de un humano. Sin embargo, distaba de ser uno por la gran cantidad de pelo que le cubría desde los talones hasta el rostro. Pese a la distancia, sus ojos rojizos brillaban y me miraban fijamente.

Al poco tiempo, como si nada hubiera pasado, se fue en dirección al mar, como si quisiera avisar a alguien más.

Ante esta acción tan extraña, me incorporé. No me quedaría aquí sin saber qué carajos había visto. Debía encontrar respuestas, y solo me quedaba una opción para identificarlo

Salí con mis pies que atravesaron el bosque. Como si los arbustos, ramas y hojas se interpusieran en mi camino, aparecían de uno en uno, pero no me dejé vencer y atravesé todo eso para llegar a mi casa. Al entrar, fui derecho a la biblioteca mientras buscaba ese libro que me dio la clave para superar este lugar. Me paré cerca de la estantería, miré los títulos y, al encontrar el libro, lo saqué.

—Bestias y mitos.

Nunca me pregunté por la segunda parte del libro, pero ahora tenía sentido. Cada vez pasaba las páginas como si no hubiera un mañana, hasta encontrar la sección de mitos, porque en la de bestias no apareció. En la sección de mitos, fui buscando uno por uno mediante las imágenes que había, pero, después de un rato, lo encontré.

—Mothman, el heraldo de la desgracia. Bestia nivel C. Si grita tres veces en el mismo sitio, el lugar está condenado a hundirse. El primer grito dejará algunos años, el segundo meses y el tercero será la desgracia.

Esto me hizo temblar. La isla estaba vacía porque el Mothman hizo su aparición hace años. Esa era la razón por la que no vi a nadie. La isla todavía no se había hundido, lo que me daba tiempo para completar mi barca. Ya no tenía más tiempo que perder, así que, tan pronto como salí de mi casa, me puse a trabajar de sol a sol con tal de poder terminar mi barca para cuando tuviera que irme.

Así pasaron los días, que se formaron en semanas y luego en meses. Cada día suspiraba agradeciendo que la isla aún no se había hundido. Pero, tan pronto como recordaba eso, me levantaba e iniciaba a trabajar para escapar. Sabiendo que podía hundirse en cualquier momento, tomé todo lo necesario y me fui a vivir en el faro de la ciudad.

Un día salía del faro como era habitual. Miraba el barco, al que lo único que le faltaba era poner el periscopio. Hice un recorte circular en la madera cerca del mástil; este objeto conducía hacia la sala de remos en caso de que no pudiera contar con el viento para mi navegación. Luego salí del barco para poder verlo desde una mejor distancia. No era extremadamente grande, pero, para una persona, era suficiente gracias a que tenía las habitaciones justas: un cuarto para mí, que se encontraba en la parte superior, una cocina y un baño. En la parte de abajo, había una sala donde se encontraban los remos junto a unas ventanas por donde los sacaría para poder avanzar.

Me subí al barco, tambaleándome un poco gracias a que siempre trabajaba en tierra y pocas veces en el mar. Miré el mapa, luego al sol, que estaba en su punto más alto, e inicié a bajar las velas para irme. Pero entonces ocurrió.

—¡AYYYYHHHHHHHHHHHhhh!

Hubo el siguiente grito. En el cielo se vio al mito, que, como si fuera Atlas, cargaba una esfera similar a la de Grim para, acto seguido, lanzarla hacia el sitio.

Esta esfera se esparció, consumiendo la isla en un color negro a toda velocidad. Desde el bosque donde impactó hasta el borde de la isla quedó cubierto. Las olas empezaron a moverse con mayor rapidez, alterando mi barco, en el cual apenas podía sostenerme. Pero no me rendiría. Sujeté el mástil y seguí mirando lo ocurrido con la isla.

Donde impactó originalmente, comenzó a convertirse en algo negro para después reducirse, lentamente, a cenizas. Pero aun así, no se detuvo, consumiendo todo de lado a lado, mientras una tormenta negra se creaba debido a la ceniza.

Las olas, aún más inquietas, comenzaron a moverse, arremetiendo contra mi barco, que apenas tenía las velas recogidas. No sabía mi dirección en ese momento, pero solo me quedaba usar lo que pudiera para salvar mi vida.

Me sujeté con mis manos e inicié mi camino hacia mi puesto de remos. Quité las ventanas, y al hacerlo, empezó a entrar algo de agua, pero nada que me pusiera en peligro. Saqué los remos e inicié a moverlos. Mi agarre parecía insuficiente, así que tuve que forzarlos aún más. Aumenté mi fuerza con la magia de vitalidad. Con este poder, comencé a mover más fácilmente los remos, pero aún se resistían, lo que me obligaba a mantener mi concentración. Debía moverme lo más rápido posible hacia aguas calmadas o evitar quedarme atrapado.

Miré por el periscopio y vi que la isla ya no estaba. Yo tomaba rumbo en la dirección opuesta. Ante esto, solté un poco el agarre, pero el agua volvió a entrar, recordándome que no debía detenerme.

Usé mis fuerzas durante horas hasta hallar algo de calma en medio del mar. No sabía cuánto había recorrido, pero una cosa era segura.

—Aún sigo aquí.

La isla se ha hundido, ya no está conmigo. Aunque esto me resultaba un golpe duro, tampoco es como si planease volver aquí. Era hora de navegar en busca de nuevos retos. Las respuestas las necesito, pero, aún más, quería vivir plenamente, cumpliendo con todos mis ideales, siguiendo lo que me dijo mi padre:

"Aunque luches mucho por las cosas, no siempre las ganarás, pero si sigues peleando, algo puedes obtener".

Sí, luché por tantas cosas en el pasado que ahora solo me quedaba el recuerdo de algo que no logré vivir. Pero ahora sí lo conocería. Es hora de navegar en este mundo desconocido.