No más de cinco personas se forman ante una pequeña tienda, una vitrina divide a los clientes de la encargada, han venido a jugar a la lotería.
Entre aquel grupo puede distinguirse a un niño y un viejo, fue a sus ocho años cuando Amadeo entendió la profunda obsesión de su abuelo con la lotería.
Muchos entendían de inmediato que con "obsesión" Amadeo se refería a que su abuelo no podía evitar gastarse hasta su último céntimo en billetes de lotería, sin importar el orden o la categoría. La realidad era algo más distinta, desde sus veinte años, el señor Eustaquio había dedicado todos sus supremos esfuerzos a desentrañar el secreto de la lotería y la buena fortuna.
Abandonó la academia de manera definitiva y compró una cesta con manivela, allí experimentó con el proceso clásico de selección de números de la lotería, como cada bolita traía consigo un número inscrito, el señor Eustaquio experimentó con todas las variables posibles, imitando de la manera más fidedigna las circunstancias del ejercicio autentico, se preguntaba si algún factor físico podría provocar que ciertas pelotas fueran más propensas a ser elegidas, se cuestionaba si existía algo semejante a una velocidad óptima para ciertos resultados, poco después abandono cualquier esfuerzo enfocado en los elementos físicos propios del juego.
¿Habría algún sistema bayesiano capaz de descifrar el misterio de los números de lotería? El viejo Eustaquio recopilaba los resultados de veinte países del mundo, tres en Latinoamérica, diez en Europa y siete en Asia, comenzó a obsesionarse con la idea del patrón definitivo.
A medida que envejecía parecía distanciarse de los fundamentos estadísticos y matemáticos más conservadores, tenía pequeños delirios sobre un proceso cíclico de los números, asumió que, el número más improbable (como ganador) después de cualquier juego de lotería era el numero ganador, el segundo número de juegos más improbables eran todos los apostados y que habían resultado perdedores, por lo que, en su contienda investigativa, recopilaba los números de vecinos y amigos, en una ocasión ocupó el espacio de una asamblea de preguntas a candidatos presidenciales solo para preguntar los números de lotería del candidato.
Infinidad de aproximaciones más fueron utilizadas por el viejo Eustaquio, por supuesto, ninguna resultó, solo la muerte acalló su impaciencia respecto a este secreto sin respuesta, secreto inútil, vano para la mayoría, pero que definitivamente tuvo algún impacto en el joven Amadeo, desde temprana edad sintió un cierto grado de fascinación por los juegos de probabilidad y la suerte.
Entonces fue consciente del ahora una vez más, se hallaba sumido en una espacio negro y nebuloso, lo único perceptible por débiles vacilaciones de luz alrededor eran un suelo arenoso y blancuzco, le parecía escuchar la distante briza del viento y el movimiento de las olas.
--A tu disposición, mi poder, empeña mi fuerza como más te parezca, humano, a cambio, viviré a través de ti, y todo tendrá luz una vez más, ese es el pacto legendario entre daimones y hombres--
Así hablo una criatura femenina, aquella entidad demostraba una piel grisácea, una melena negra y lisa se tendía casi hasta la altura de su cintura, vestía a la antigua, con algo semejante a una toga desgastada y un ligero manto sobre la cabeza, los mechones de su cabello solo dejaban a la vista una reducida parte de la extrañísima mascara que portaba, se presentaba con la misma ligereza de aquel esqueleto antes visto.
Un instante de silencio siguió al dulce tintineo del pequeño cascabel, Amadeo se extrañó al ser la primera vez que escuchaba el diminuto artilugio.
Sin previo aviso, le habían arrojado de súbito a la realidad una vez más, ante sí, yacía todavía el viejo ermitaño, expectante, tras de sí, pudo presentir una presencia anómala, mechones de cabello negro se escurrieron sobre su hombro, a pesar de reconocer esa cabellera de aquella "visión" el muchacho no pudo evitar sentirse profundamente turbado, la voz femenina volvió a pronunciarse, casi como un tierno murmullo a oídos del muchacho.
--Apunta con la mirada… y si no estás seguro, yo hare el resto, apunta y yo me desharé de todo…--
Un grito de exasperación volvió a oírse, era el hombre armado a las afueras del refugio, el tipo hablaba y apuntaba su arma con gran nerviosismo, lo extraño de las circunstancias parecían afectarle de buena manera, parecía dudar terriblemente, ya había transcurrido un minuto sin que este se animara a disparar directamente a la puerta.
Amadeo tuvo que desprenderse de todos sus preceptos sobre lo real y lo posible, simplemente se veía incapaz de mentirse más, había visto ya a dos de estos "daimones" en la misma noche, y, si sus razonamientos no eran equívocos, acababa de pactar algo con una fuerza que le era completamente desconocida, lo único que lo aliviaba de perderse entre todas estas penosas meditaciones era el riesgo mortal que se disponía a acabar con su vida desde el otro lado de la puerta, se creyó brevemente conquistado por alguna clase de demencia temporal, le importaba poco si todo aquello era real o no, así fue que se deicidio a salir.
El hombre afuera del refugio recalculo su disparo y puso el ojo sobre su objetivo, Amadeo abandono lentamente la imaginaria comodidad del hogar de aquel viejo, se presentó ante su adversario, tras de sí, apareció la figura de su daimon, tras el hombro del muchacho se elevó el falso rostro de la figura fantasmal, ante semejante visión, el perseguidor de Amadeo se tambaleo y respiro con gran afán, "Apunta con la mirada" con eso en mente, el joven Amadeo fijó los ojos en el revólver, que estaba pronto a ser disparado, era algo predecible por la inestable y alterada disposición mental del tirador.
Bastó con que se jalara el gatillo de aquella arma para que el cañón detonara en una nube de gases brillantes, pero aquel resplandor emano desde el tambor del arma, ninguna bala salió disparada en contra de Amadeo, se escuchó un audible quejido por parte del tirador, quien arrojo las piezas desbaratadas del revólver al suelo y se tumbó sobre el pasto para lamentarse.
--Hecho…-- Dijo la voz de la criatura fantasmal mientras Amadeo permanencia perplejo. –
Al joven le costó un instante entender todo lo ocurrido, era bastante simple, el arma había explotado en las manos del contrario justo cuando este intento abrir fuego, ahora se retorcía en el suelo con los dedos terriblemente magullados, especialmente el pulgar, había adquirido rápidamente una tonalidad espantosa y se doblaba casi por completa hacia afuera.
--No fue una coincidencia en absoluto… tú… todo esto…-- Dijo Amadeo.
El muchacho retrocedió mientras no le apartaba la vista al hombre sometido a un considerable sufrimiento, los rastros de la explosión aun no detenían sus emanaciones, al hedor a pólvora se hizo evidente.
El condenado comenzó a arrastrarse hasta poder incorporarse, así emprendió su huida de regreso a la parte más densa de la arboleda.
--Detenlo… --Dijo Amadeo para sí mismo, casi de manera instintiva, y fijó su mirada en la pierna derecha del contrincante. –
--Así será…-- Replico el susurro fantasmal. —
En ese preciso instante un alarido de dolor terrible siguió a la caída del antiguo perseguidor de Amadeo.
Ahora, Amadeo creía comenzar a entender, este ser con el que había pactado poseía un extraño poder, todo el asunto de la suerte vinculado a su nuevo daimon comenzaba a cobrar algo de sentido.
--Había posibilidades de que la pierna de aquel resultara herida, así que yo hice que ocurriera …--
--Entonces… "si algo malo puede pasar tu harás que ocurra", ¿de eso se trata? –
--Si, comienzas a hacerte una idea … --Entonces, gracias a su figura espectral, la criatura emergió del costado de Amadeo, asomando únicamente todo lo que está por encima de sus hombros—
--¿Lo que imagino respecto a ese poder tuyo es correcto? –
--De cierta manera, si, eso es lo que ocurre, lo importante para agregar es que ejerzo influencia sobre los sucesos materiales poco probables, ese es nuestro don… primero hicimos que su arma detonara en sus propias manos, luego, hicimos que uno de sus tendones se rompiera, todo lo que puedas imaginar como un seceso improbable, ocurrirá… solo debes apuntar con la mirada—
Amadeo reinicio la marcha hacia el hombre lesionado, rápidamente su daimon se reintegró al "interior" de su cuerpo para seguirle, no tardó demasiado en quedar frente al lamentable sujeto, que aún se esforzaba por arrastrarse en la espesura de la maleza.
--¿Cómo te llamas? –Indago Amadeo—
El contrario solo gimoteó tristemente y mantuvo su arrastre. Estaba desesperado por huir.
--Contéstame ¿Cómo te llamas? –
El hombre herido retomo sus esfuerzos por erguirse una vez más, pero todo era inútil, la herida en su pierna era significativa, aquel hombre no volvería a correr.
--Es demasiado obvio, ustedes son de alguna de las pandillitas que se esconden en la periferia, tú… me pregunto a cuánta gente le has hecho mal—
--Me llamo Tadeo… yo, yo no sé qué está pasando, pero si me voy ahora todo estará solucionado, en mi vida volveremos a e encontrarnos ¿Eres un brujo? Dios mío…por favor, yo no soy lo que crees, tenemos nuestros contactos, nada más, te lo juro por mi propia madre…--
--Ah… Yo creo que no me equivoco al intentar asumir que clase de persona eres…" –Amadeo parecía ligeramente extasiado, el drástico cambio en las posiciones le habia satisfecho, lo suficiente como para que su temor se convirtiera en ansias de revancha.
Amadeo tomo distancia en relación con Tadeo, se secó las ligeras lagrimas que habían brotado de sus ojos en su momento de mayor temor e incertidumbre, podía lamentarse sin disimulo alguno.
Una nueva brisa le otorgo al muchacho una idea terrible, ganó más distancia, y una vez determinó que aquella distancia era suficiente, volvió la mirada contra el miserable Tadeo, quien volvió a esforzarse por escapar pese a su condición.
--(Si pienso en sucesos improbables…pienso en quienes han sido alcanzados por un relámpago) -- Pensó Amadeo.
Cabe la extrañísima posibilidad de que aún bajos cielos relativamente despejados, pueda uno convertirse en víctima de un rayo, y se ha registrado que estos pueden atravesar grandes distancias desde cielos tempestuosos para golpear victimas imprevistas, el joven lo sabía, y entendiendo que era algo con un margen de posibilidad mínimo, entendió que era esa la clave de su nuevo poder.
Esa probabilidad ínfima era más que suficiente, se hizo la luz desde el nebuloso cielo nocturno, desde algún lugar indeterminable, un relámpago voraz se aventuró en búsqueda del desafortunado Tadeo, un resplandor cegador inundó la atmosfera circundante por un instante y a este le siguió el atronador estruendo del rayo, volvió al entorno la usual oscuridad de la noche, Tadeo no produjo ningún otro movimiento, la sombría escena mantuvo un silencio cautivador durante varios minutos, Amadeo sintió el impacto de la realidad una vez más, se hizo plenamente consciente de su obra, vio con fascinación y horror el cuerpo de aquel hombre, quien hace solo un momento gimoteaba y se quejaba por su vida.
Sin saber a dónde conducirse, regresó cabizbajo a la residencia del ermitaño, no encontró al viejo por ningún lado. Estaba atónito, se preguntó si valía la pena juzgarse como asesino…
Del otro lado de la arboleda, unos pasos temerosos se apartaban a toda velocidad del pequeño claro frente al hogar del ermitaño, una figura carnosa y torpe caía constantemente entre la vegetación y se quejaba por las repentinas heridas, le parecía que su corazón se detendría pronto, era el padre de Camilo; el muchachito del ciber café.
Resulta que Tadeo, antes de morir, había dado con la ubicación de la cabaña y había compartido dicha ubicación con su celular para que sus compañeros acudieran en contra de Amadeo, el viejo que manejaba la camioneta permaneció detrás de todos, al cuidado del auto, por ello fue el viejo padre de Camilo el único que terminó aventurándose a la arboleda, apareció en el momento justo en el que el arma de Tadeo le reventó los dedos, atónito ante semejante cosa observó desde lejos todo lo que ocurrida, fue el evento con el rayo lo que le hizo emprender la huida.
Rezaba porque alguno de sus conocidos le creyera, sabía que todos dudarían de semejante historia, el muchacho al que perseguían resulto siendo alguna clase de brujo, y asesinó al condenado Tadeo con un relámpago. Nadie en primera instancia estaría dispuesto a creer semejante cosa.
Una fuerza que se suponía ya olvidada desde hace siglos había hecho una reaparición fortuita en el mundo, los daimones, la fuerza legendaria más peligrosa jamás conocida en la historia humana, el misterio distante, casi perdido, un pequeño accidente estaba por desencadenar un cambio significativo en la vida de cientos y cientos, la venganza de un antiguo amigo de la humanidad estaba gestándose.
El viejo no tardo en alcanzar a su socio, quien yacía sereno con un brazo extendido en el capó de la camioneta, este último se sintió inquieto al ver la agitación del que se aproximaba a toda velocidad, el padre de Camilo finalmente alcanzo a su compañero y antes de poder dar algún testimonio se dobló para jadear y escupir tanto como le fuera posible, el vigía del vehículo no dudo en comenzar el interrogatorio, pregunto por Tadeo, a quien no veía por ningún lado desde que toda la persecución había iniciado.
--Se lo voy a contar y va a creerme… vas a creerme o yo voy a volverme loco, que sea una promesa—Dijo el aturdido padre de Camilo. –
--¿Dónde está Tadeo? ¿Encontraron al otro? —
--Lo mato el brujo… y yo creo que por poco me hace lo mismo… lo juro por la virgen. El muchacho ese era un brujo, hizo que un rayo le partiera la espalda a Tadeo… yo lo vi…--
--¿De que habla? No me diga que volvió a…--
--¡Nada de eso! no me he metido nada más… no he consumido nada que me haga ver cosas… esto fue real, lo más real que haya yo podido ver en toda mi vida, me da igual lo oscuro de la noche y la distancia entre mi persona y la catástrofe, yo sé lo que ocurrió ante mis propios ojos, a nadie le cae un rayo en semejantes circunstancias…--
--Pues yo sí escuche el relámpago… no debió caer muy lejos de aquí, pero eso es lo de menos, ¿Usted espera que aparezcamos con los demás y les digamos que un brujo mato a Tadeo? Yo no me arriesgo con semejante cosa…, si es su verdad, defiéndala, pero en solitario, yo no vi nada. –
--No diga esas cosas, a mí me matan si me consideran loco, yo ya les debo mucha plata y les he generado problemas varias veces. Necesitan una última razón para dejarme en alguna zanja y esta podría ser la historia que necesitan para eso, ayúdeme, se lo ruego. –
--No pida nada como eso, yo no vi nada, no sé nada, le pediría pruebas, ¿Pero que pruebas puede dar un loco? Nada de eso, yo no me animo a respaldarlo, vámonos, la policía ya mando una patrulla—
Los dos hombres no se dedicaron a discutir nada más al respecto, cada uno se adueñó de un asiento al interior del vehículo y avanzaron por la ruta más apartada, el inmundo sendero de tierra que prácticamente sirve de limite a la urbe en relación con el amplio monte.
Ambos eran viejos fundamentalmente ineptos, dos bobalicones que se habían dedicado a conciliarse como miembros despreciables de una pandillita en los alrededores de aquel territorio, no eran más de diez miembros y ellos dos se contaban como los más ancianos y los más inútiles, viciosos como pocos dedicaban buena parte del día a perderse al mando de esa desalineada camioneta, que nadie sabía muy bien a quien se la habían extraído. El padre de Camilo daba mil y una vueltas a los acontecimientos, como nada semejante había sido interpretado por su débil conciencia se recostaba en la idea de "brujos" y "diablos" para explicarse todo, en la condición de desconocimiento más penosa, su estupidez le limitaba para soñar con otras posibilidades.
En todo el viaje en dirección al nido del recién fundado grupo, el testigo de la obra sobrenatural de Amadeo no supo hacerse con un enunciado convincente, que valiera la pena dar a sus compañeros, sabía que le pedirían explicaciones, así que se convenció de que la pura verdad bruta aliviaría las dudas de todos, no tenia de otra.
El auto se detuvo frente a un horripilante bar con billar, en toda la cara frontal del establecimiento se distinguían viejas pancartas de antiguas promocionales de la cerveza favorita del público, la música apenas perceptible no alcanzaba a quien se situara a más de dos metros del parlante principal, al interior solo un hombre dormitaba en completa calma, recargando su peso sobre una debilitada silla plástica de tonalidad amarilla y patas de un tono gris.
Los dos hombres, una vez abandonaron la camioneta, se perdieron hasta el fondo del establecimiento, donde el encargado les mando una sonrisa mueca en forma de bienvenida, entraron por una puerta metálica recubierta con la misma pintura que las paredes circundantes y así alcanzaron el verdadero nido de la banda, un almacén acondicionado del modo más miserable con unas cuantas sillas y una mesa de pingpong en el centro, allí se encontraban los demás miembros de la banda, dispersos en sus charlas y con un aliento hediondo a licor, todos dieron un saludo mezquino a los dos recién llegados, entonces el hombre dispuesto más al centro hablo;
--¿Y Tadeo? – Pregunto el líder del grupo—
Aquel sujeto de no más de treinta años, de mirada adormilada e inquisidora, pálido y con manos anchas, se permitió abandonar la botella en el suelo, mientras dirigía una mirada indagadora a los recién llegados.
--¿Qué pasa? ¿No saben dónde dejaron al muchacho? –
Los dos recién llegados no tuvieron el coraje suficiente para dar una primera respuesta contundente, el más viejo retrocedió con pena, dejando a su suerte al padre de Camilo;
--Lo mataron… a Tadeo lo mataron—Dijo aquel—
Los ligeros murmullos en la habitación mermaron por completo, una multitud de ojos punzantes se abalanzo en contra del portavoz.
El hombre que permanencia en medio de todos con aura y pose de rector se irguió de un salto, avanzo con prisa hasta dar con su contrario, lo tomo de la blusa con violencia y lo agito un par de veces, se frotaba los dientes con afán, ese era su ademan para insinuar violencia, espero un momento, como si anticipara una respuesta diferente, pero el padre de Camilo no supo más que bajar la mirada.
--Escolo, amigo mío… viejo amigo, nosotros no nos metimos donde no debíamos, más bien, y yo se lo juro, que lo primero y lo segundo no tienen nada que ver, a Tadeo lo mato un brujo, y yo se lo puedo probar –El tipo pronuncio aquello mientras apretujaba sus grasosos parpados, sus manos se desplazaban en un lentísimo y tembloroso movimiento hacia las manos de su jefe. –
Escolo, quien era el líder del reducido grupo, no modifico la expresión de su rostro, ni siquiera cuando a sus oídos acudieron las excusas de su subordinado, se sintió en la necesidad de escuchar una vez más lo sugerido por la voz ajena.
--¿Brujo? ¿Acaba de decir brujo? —
--Si señor, a Tadeo no lo mató ningún revólver, menos aún un puñal, se lo juro por lo más sagrado, que el golpe definitivo se lo dio un relámpago de los cielos, y yo aún temo al decir estas cosas, porque me asusta que cualquier al escucharme tema que me he vuelto definitivamente loco… --
--Mi primito, mi amigo del alma… mi Tadeo yace muerto en algún lado, y ustedes, bestias, vienen a contarme quien sabe que tantas sandeces, ¿están hablando en serio? —
--Yo no vi a ningún brujo, nosotros si perseguimos a un muchacho, que casi le rompe la cabeza a Tadeo en un principio, todo lo que le suene a locura viene por parte de Zurro, ese esta llevado, ya no sabe ni donde ni porque, le juro que, por mi parte, no vi ningún relámpago ni nada por el estilo, yo estaba cuidando el carro…--
Zurro, (con aquel nombre identificaban todos al padre de Camilo), quiso girarse violentamente sobre su compañero, el más viejo de todos, eso de arrojarlo a su suerte frente a todos los demás con el agravio de juzgarlo como loco estuvo a poco de colmarle la paciencia, pero el fuerte agarre de Escolo y su aura intimidante le permitieron conservar una actitud de lo más dócil.
--Yo no tengo porque mentir, nosotros acá somos casi como una familia, y les juro a todos que yo vi al asesino de Tadeo, aunque las circunstancias estén más allá de lo que ustedes están dispuestos a aceptar, yo soy un hombre de edad, jamás andaría con esas ridiculeces, y mucho menos ante un caso tan serio, pero yo les juro… por mi vida, que si me acompañan verán las pruebas, porque no encontraran en el cuerpo del muchacho nada semejante a un hueco en la carne dejado por una bala, yo les juro que en cuanto lleguemos al lugar, se van a encontrar aún con las pruebas, con la quemadura fatal, tanto en la carne como en la ropa…--
Entonces el hombre que antes permanencia más próxima al jefe se pronunció por primera vez;
--Yo digo que nos adelantemos por el camino fácil, vean ustedes, resulta que, si uno es alcanzado por un rayo, quedan marcas de lo más identificables por todo el cuerpo, entonces, mi idea es la siguiente, si unos testigos van a donde se supone está el cuerpo de Tadeo, lo revisan y no tiene nada semejante a estas marcas, pues matamos a Zurro, por inútil, y si resulta que esas marcas si están presentes en el cuerpo… pues nos daremos el tiempo de pensar en eso. —
La presión sobre la blusa de Zurro se esfumó, Escolo lo había liberado de su agarre, se sintió ofendido en un principio, aquella proposición, por prudente que pareciera, nacía de una premisa ridícula, en ese momento se podría haber convencido de que nadie más en el grupo se tomaba con suficiente seriedad la muerte de Tadeo, pero entre los suyos pudo encontrar expresiones que parecían revelar cierto convenio, al fin y al cabo, Escolo estaba bien enterado de que sus diminutas filas estaban constituidas por hombre supersticiosos y de mente bastante limitada, no resultaría extraño que, como mínimo, sintieran curiosidad por resolver el asunto.
Fue gracias a este principio que el jefe se decidió por dar una oportunidad a la versión de Zurro, tres de ellos partirían en ese mismo momento para determinar de una buena vez que había ocurrido, al final, estos fueron, por supuesto, el mismísimo padre de Camilo, el jefe y quien había dado la propuesta definitiva; Mute.
Mientras se preparaban para salir, el jefe tambien pudo enterarse de la raíz original del conflicto, en términos generales le hicieron saber todo el asunto de la persecución contra Amadeo, por esto aprovecharían para abandonar la vieja camioneta en algún punto apartado del camino, puesto que lo más probable era que la policía ya la hubiera identificado en alguna de las escazas cámaras de seguridad circundantes, preferían prevenir el riesgo de perjudicar mortalmente a la joven pandilla, no tardaron demasiado en aparecer prácticamente en el mismo sitio en donde el más viejo de todos se había estacionado mientras que Tadeo y Zurro mantenían la cacería en contra del muchacho.
Ya habrían trascurrido algo así como dos horas desde que en medio del pequeño barrio se hizo audible el primer disparo, los tres hombres habían tardado algo más en llegar precisamente porque, con la esperable presencia de como mínimo una patrulla policial, no podían aventurarse por las vías directas y más transitadas de la zona.
La coordenada antes enviada por Tadeo se mantenía grabada en el teléfono de Zurro, sin ello habría sido imposible dar con el cuerpo a tiempo, esto a pesar de que realmente el cadáver no se encontraba en ninguna zona verdaderamente profunda y apartada del cerro.
Todos avanzaron en bloque, haciendo uso de su vista únicamente gracias a las linternas de sus teléfonos, el ambiente frio y agitado, permanencia, la escaza luz de luna se había visto mermada por las inmensas nubosidades que ahora se lanzaban sobre el cielo de la ciudad.
Cada tanto, un pequeño sacudir de hojas obligaba al grupo a desenfocar la vista del frente, en un punto se hizo estridente el croar de cientos y cientos de ranas diminutas depositadas en una pequeña laguna cercana, cada tanto los hombres se advertían sobre distintos peligros, a veces una serpiente en el pastizal, luego podía ser la amenaza de una vieja fosa olvidada. Quien se notaba más inquieto era Zurro, a sus ojos, no hacían más que regresar al territorio del brujo, el hecho de que sus dos compañeros estuvieran armados no le brindaba ninguna seguridad real, él sabía que esa clase de cosas estaban muy por debajo de lo que había podido presenciar.
Tres sombras se abalanzaron hasta el claro en medio de la arboleda, alguien a las distancias les ofreció una bienvenida distinta, el ermitaño quería seguir con su siembra de pequeños incidentes.