Habían pasado siete meses desde que Ling Tian comenzó a preparar su avance, y ahora faltaban solo tres meses para el gran combate entre las nueve montañas. Aunque había alcanzado el Nivel 5 de Alma Naciente, seguía manteniendo su fachada de estar en el Nivel 5 de Núcleo Espiritual para no levantar sospechas. El tiempo que pasó cultivando y entrenando en silencio le permitió fabricar 10 píldoras de fundación de alma naciente, conocidas como Píldoras de Escencia Celestial. Decidió que el momento había llegado para poner en acción el siguiente paso de su plan.
Un día, aprovechando que su maestro estaba en reclusión, Ling Tian se escabulló fuera de la secta, dejando a su hermanita Mei Ling entrenando en la montaña. Con una máscara cubriendo su rostro, se dirigió a la capital, donde se encontraba una tienda que también realizaba subastas de objetos valiosos. Al llegar, fue recibido por una recepcionista que lo miró con desconfianza.
—¿En qué puedo ayudarlo? —preguntó la recepcionista, sin ocultar su actitud de desinterés.
—Vengo a vender estas píldoras —respondió Ling Tian, mostrando las 8 Píldoras de Escencia Celestial que le quedaban. La recepcionista las observó, notando que eran de un azul puro y brillante, en lugar del típico color rojo con rayas azules.
—Esto debe ser una broma —dijo con una sonrisa burlona—. Aquí no aceptamos imitaciones baratas. ¿Crees que puedes engañar al Pabellón Estrella de Jade con estas cosas?
Ling Tian reprimió un suspiro de frustración. Sabía que debía mantenerse calmado para evitar llamar la atención. —Por favor, llama al jefe del lugar. Él sabrá si son genuinas o no.
—¿El jefe? —La recepcionista se rió con desprecio—. ¿Tú, un simple charlatán, crees que tienes el derecho de exigir algo así? ¡Guards!
Los dos guardias que estaban en la entrada se acercaron, ambos en el Nivel 9 de Núcleo Espiritual, y miraron a Ling Tian con desdén.
—¿Qué tenemos aquí? —dijo uno de ellos—. Si quieres seguir con tu vida y tus extremidades intactas, te sugiero que te vayas.
—Y si no quieres problemas, te sugiero que te retires tú —respondió Ling Tian con una leve sonrisa.
Uno de los guardias, ofendido, trató de golpearlo con la palma de la mano, pero Ling Tian se impulsó hacia atrás para evitar el impacto directo. No quería demostrar sus verdaderas habilidades y decidió reducir su reacción para no llamar la atención.
Justo en ese momento, una voz femenina interrumpió la situación: —¿Qué está ocurriendo aquí?
Era una chica hermosa, de cabello celeste y sedoso, que bajaba las escaleras del segundo piso. Sus movimientos eran elegantes, y su mirada parecía captar cada detalle de la escena. Los guardias y la recepcionista se inclinaron rápidamente ante ella.
—Señorita Qing Lan, este hombre insiste en que tiene píldoras para vender, pero creemos que es un fraude —explicó la recepcionista.
Qing Lan dirigió su mirada al enmascarado Ling Tian, claramente intrigada. —Muéstrame las píldoras —pidió con calma.
Ling Tian asintió y, con un gesto educado, presentó las píldoras a Qing Lan. Ella las observó detenidamente, y su expresión cambió a una de sorpresa y admiración. —Estas… son casi perfectas —murmuró para sí misma—. Padre me mostró una vez una píldora similar. Señor, por favor, acompáñame. Mi padre querrá ver esto.
Los guardias retrocedieron y la recepcionista no tuvo más remedio que guardar silencio mientras Qing Lan guiaba a Ling Tian al décimo piso del pabellón. Allí encontraron a un hombre robusto, de mirada aguda y porte elegante: Bai Zhen, el jefe del Pabellón Estrella de Jade.
—Padre, este joven tiene algo que debes ver —dijo Qing Lan, mostrándole las píldoras. Bai Zhen se levantó rápidamente de su asiento, observando las píldoras con ojos llenos de asombro y entusiasmo.
—¿De dónde sacaste estas píldoras? —preguntó con emoción—. ¿Acaso tu maestro fue quien las hizo?
—Sí, mi maestro las fabricó —respondió Ling Tian, usando la excusa que había preparado—. Me envió aquí para venderlas y obtener algunos materiales.
Bai Zhen hizo un gesto de tos, intentando ocultar su emoción. —¿Podría conocer a tu maestro? Hay un asunto… delicado que me gustaría discutir con él.
—Lo siento, mi maestro es un hombre muy reservado y no se muestra ante extraños —dijo Ling Tian, manteniendo su voz firme y calmada.
Bai Zhen suspiró con resignación, pero no se rindió. —Entiendo, pero si tu maestro está dispuesto a escuchar, podría ser un gran honor para mí. Mientras tanto, permíteme compensarte. Qing Lan, lleva a nuestro joven amigo al almacén y permite que escoja los materiales que desee.
—Gracias, señor Bai Zhen —respondió Ling Tian, comprendiendo que Bai Zhen tenía intenciones ocultas, pero mantuvo su postura calmada.
Qing Lan le hizo un gesto para que la siguiera, y juntos se dirigieron al almacén.