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Chapter 6 - 4 Encuentros

El sol cálido de la mañana roza mi rostro, recordándome que sigo viva. No importa cuán mal vayan las cosas, siempre habrá un nuevo día para volver a luchar. Estoy agotada por la larga noche, por los duros momentos, y por los problemas que se acrecientan cada vez más.

Hoy, por suerte, es mi día de descanso, aunque no sé si realmente podré descansar. Ruth me pidió que nos reuniéramos esta noche para hablar, así que la esperaré en casa.

Son mis últimos días en la vivienda que me vio nacer, que guarda tantos recuerdos. Solo de pensarlo, mi corazón se estremece. Camino hacia mi auto en el aparcamiento, que está un poco más alejado de lo habitual.

Al llegar, veo un coche lujoso aparcado junto al mío, y junto a él, un hombre de aspecto extraño, de pie, con los brazos cruzados a la altura de la cintura. El sol refleja en el cristal de su vehículo, y por un momento, el destello me ciega.

-¿Es usted Emma Ford? -pregunta sin vacilar, con una voz cortante.

-Sí... yo misma. ¿Y usted es? -respondo, sintiendo un nudo en la garganta.

-Vengo en nombre del señor Audrey -dice.

Al oír ese nombre, un escalofrío me recorre la espalda, como si el mundo a mi alrededor se hubiera detenido.

Me quedo perpleja, sin poder emitir una palabra.

- Él solicita su presencia en una cena hoy a las 5:00 p. m. en el restaurante "Sassetta". Por su bien, le conviene asistir -añade, marcando cada palabra con precisión inquietante, como si estuviera leyendo un guion.

El nombre "James Audrey" resuena en mi cabeza, haciéndome sentir atrapada en una red de la que no sé cómo escapar.

-Disculpe, pero no tengo por qué obedecer órdenes de un desconocido que no se presenta para asumir su responsabilidad -respondo con rapidez, tratando de recuperar el control de la situación.

Este hombre me saca de quicio, logra poner mi mundo de cabeza sin siquiera presentarse.El hombre ignora mis palabras con calma fría.

-Señorita, él ha sido claro. Ah, y por favor, sea puntual. Mi señor detesta la impuntualidad -dice, antes de girarse y marcharse en su coche.

-¡Ahhh! -un grito de frustración escapa de mis labios. Este tal James está jugando conmigo. Primero, se aparece con sus palabras irónicas anoche, y ahora esto...

¿Hasta cuándo seguirá este juego? ¿Qué más pasará? Aunque, pensándolo bien, tal vez sea hora de usar sus mismas tácticas. Descubriré cuál es su fin y su propósito. Pero... ¿qué realmente está en juego si asisto a esa cena?

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El tráfico estuvo algo pesado. Había llamado a Ruth por el camino para avisarle que tendría esta cena imprevista y que la esperaría cerca del restaurante a las 8:00 p.m.

Me había tomado tiempo arreglar mi cuarto, ya que era un caos de objetos rotos, y había aprovechado para darme un baño de agua caliente para liberar tensión. Ya estaba lista.

El vestido de satén blanco, largo y fluido, las sandalias doradas de tacón alto que combinan con el bolso de mano pequeño y mi largo cabello rizado recogido en un moño bajo daban un toque elegante, digno de la ocasión y de la estación calurosa. Cubrí con un leve maquillaje mis ojeras, pero también cubrí mi dolor. No podía dejar que este tal señor me viera derrotada.

Me monté en mi auto y decidí salir al elegante restaurante, que años atrás me había abierto las puertas, pero con la pérdida de nuestra fortuna esos lugares se cerraron para nosotros.

El gran Sassetta quedaba frente a mis ojos; su sofisticación y estilo italiano deslumbraban a la vista. Me acerqué con paso firme; cada pisada de mi tacón era un avance hacia el adversario.

Un hombre de apariencia italiana con gesto amable me condujo al lugar indicado.El área era privada; sus mesas separadas conservaban la privacidad. La luz tenue y cálida le daba un ambiente relajado y un poco romántico.

Al pie de la mesa estaba él. El mismo hombre de las dos noches anteriores, el mismo que me había provocado ayer.

Su largo cabello denso y su rostro enmarcado le daban una apariencia aterradora y sensual que no podía ignorar.

Su lujoso traje negro y algo fuera de época enmarcaba su definido cuerpo.

-Señorita Ford, ha sido puntual. Así me gusta -sonrió con maldad.

Ni siquiera se molestó en tener el más mínimo gesto de cortesía.

-Siempre lo soy, señor James. No solo soy puntual, sino que, como ya ve, siempre doy la cara a mis problemas -dije, tomando asiento en la lujosa mesa.

Él solo hizo una media sonrisa, lo que provocó que la ira comenzara a hervir dentro de mí.

Ordenó que trajeran la cena y, sin decir una sola palabra, hizo un gesto para invitarme a comer, lo que provocó aún más mi creciente irritación.

-Disculpe, hombre misterioso, pero no estoy aquí para compartir el silencio con usted, y menos una cena. Necesito que me explique el motivo por el que reclama mi propiedad, y sepa que esto no se va a quedar así; apelaré -dije claramente molesta por su actitud.

Él me miró fijamente, se inclinó hacia atrás y, mientras acariciaba su mentón, dijo:

-Sus tierras le pertenecen a mis superiores. Su abuela hizo un pacto con ellos; ella no cumplió, y ahora estoy aquí en nombre de ellos -dijo con total calma, dejando ver que tenía la situación en sus manos.

Un nudo se hizo en mi garganta y un dolor de cabeza me hizo recostarme hacia atrás.

-¿Pacto? ¿No cumplió? ¿Mi abuela?... No entiendo... Disculpe, señor, pero no estoy entendiendo nada. Llevaremos esto a la corte y acabaremos con esto -dije, llena de confusión y claramente nerviosa. El descubrimiento de algo más oscuro y profundo era muy pesado.

-Creo que venir acá ha sido una mala idea, así que, con permiso -dije mientras me ponía en pie para irme.

Mi vista se estaba nublando y mis manos temblaban y sudaban frío a la misma vez. Me apresuré a salir lo más rápido posible; necesitaba tomar aire, pero su voz rompió el silencio.

-¿Ya se va? Tan pronto -dijo, y sentí cómo se acercaba mientras aún estaba de espaldas. Se pegó a mi oído y pasó su dedo índice suavemente por mi cuello, lo que hizo que un fuego creciera dentro de mí, y susurró:

- En cuanto a usted, Emma, usted me pertenece-.

Sus palabras hicieron que mis piernas temblaran; no podía darme la vuelta.

Estaba allí, confundida entre un terror que me envolvía y a la vez un deseo que se encendía dentro de mí. Me llené de fuerzas y giré, pero ya no estaba; se había esfumado una vez más sin dejar rastro.

¿Quién es este hombre capaz de producir tanto miedo y pasión a la vez?