Chereads / Un Mayordomo Algo Especial / Chapter 2 - Capítulo 2: Despertar en la Oscuridad

Chapter 2 - Capítulo 2: Despertar en la Oscuridad

—¡Sac…! No, a partir de ahora ya no serás Saco. ¡Dark! Rápido, salgamos de aquí —la voz de Kuro reverberaba en la oscuridad de su mente compartida.

 

El nombre que Kuro le había dado no fue esporádico, sino premeditado desde que se dio cuenta de lo que ocurría. "Dark," pensó, "no solo representa la sombra de su pasado, sino una correlación con su nombre, indicando que ambos eran uno.

 

Sabía que Dark estaba paralizado por el miedo, atrapado en una prisión de recuerdos—. ¿No hay nada que pueda hacer? —insistió, cerrando los ojos con fuerza, buscando alguna forma de liberar a su compañero. El pánico de Dark se sentía como propio.

 

De repente, algo cambió. El entorno se volvió tangible, sus sentidos cobraron vida, y la respuesta a su duda apareció de manera inesperada. Abrió los ojos y se dio cuenta de que ya no era Dark quien controlaba el cuerpo; ahora era él, Kuro, quien lo hacía. Sentía cada fibra muscular, cada fragmento de dolor acumulado por Dark durante la tortura. Aunque el peso le oprimía los hombros y el agotamiento lo anclaba al suelo, Kuro se negó a ceder.

 

—No podemos quedarnos —murmuró con dificultad, las palabras apenas audibles mientras se ponía de pie. Sus piernas temblaron bajo el peso de la fatiga, pero no vaciló. Sabía que, si no escapaban pronto, morirían.

 

Los pasillos eran largos y laberínticos, como si el propio edificio conspirara para mantenerlos atrapados. Sin embargo, Kuro escuchaba el eco distante de un combate, el sonido metálico de las armas chocando, que lo guiaba. Ese era el camino.

 

Corrió, aunque cada paso le costaba más que el anterior. Su respiración se volvía pesada, sus músculos ardían, pero la imagen de la libertad empujaba sus pies hacia adelante. Finalmente, llegó a una gran sala: la sala de subastas, donde los esclavos eran vendidos como mercancía. Allí, una escena de resistencia capturó su atención.

 

En el centro, una elfa lideraba a un pequeño grupo de esclavos, armados con improvisadas armas, enfrentándose a los esclavistas. Estaban exhaustos, al borde del colapso, pero su determinación seguía intacta.

 

—Eres fuerte, elfa —se burló Gundar, el líder de los esclavistas, observando a su presa con una sonrisa cruel—. Si no fuera por ese collar que anula la magia, ya te habrías salido con la tuya.

 

—¡Jefe! Déjame encargarme de ella —gruñó uno de los subordinados, mostrando una mano ensangrentada con varios dedos mutilados—. Esa perra me cortó los dedos.

 

—Veo que has hecho algunos... "amigos" —continuó Gundar, con frialdad venenosa en la voz—. Pero… ¿sabes? Me hace falta un nuevo saco de boxeo, y tú te verías perfecta para el papel.

 

La elfa no respondió a las provocaciones. Sus ojos, brillantes como brasas, no se apartaban de algo al fondo de la sala. Kuro siguió su mirada y comprendió al instante. Uno de los objetos en subasta, una pequeña caja de madera ornamentada con inscripciones mágicas capturaba toda su atención.

 

Kuro, oculto tras la puerta, al otro extremo de la sala, sabía que necesitaría un milagro para atravesar la sala sin ser visto.

 

—Debe ser importante para ella —murmuró Kuro para sí—. Quizás... si lo consigo, podría crear una oportunidad para mí. —Era todo o nada.

 

Se movió entre las sombras, invisible en medio del caos. El sonido de las pisadas de los esclavos resonaba en el suelo, gritos de dolor y el choque de armas llenaban el aire, pero Kuro avanzaba sigilosamente, esquivando miradas de esclavistas y rebeldes por igual. Finalmente, alcanzó el pedestal donde descansaba la caja. La tomó con cuidado, y en ese instante, su mirada se cruzó con la de la elfa.

 

"Espero que entiendas que estoy aquí para ayudarte", pensó Kuro. La elfa, empapada en sudor y al borde del colapso, le asintió levemente. Había comprendido su intención.

 

Gundar, aun mofándose de la situación, no había notado el intercambio. Pero su atención se desvió abruptamente cuando la elfa adoptó una postura ofensiva y lanzó su último ataque desesperado.

 

—¡Preparaos! —gritó Gundar a sus hombres.

 

La elfa, moviéndose con una velocidad asombrosa, cargó directamente hacia Gundar. Su espada silbó en el aire, apuntando a la cabeza del esclavista. Aunque Gundar logró bloquear el golpe en el último segundo, la elfa no se detuvo. Con agilidad, giró y atacó a los subordinados cercanos, rompiendo su formación. Se escabulló entre ellos, derribando a tantos como pudo.

 

Aprovechando el caos, Kuro se deslizó hacia la salida, mezclándose con los últimos esclavos que intentaban escapar. Al salir del edificio, el frío aire nocturno le golpeó el rostro, pero no era momento de pensar en ello ni de relajarse. No estaba a salvo.

 

Luces brillaban en la distancia, acercándose rápidamente.

 

—Mierda... —jadeó, sintiendo el peso del cansancio—. No nos darán ni un respiro.

 

Los refuerzos de los esclavistas venían a sofocar el motín. Kuro sabía que seguir el rastro de los demás esclavos sería una sentencia de muerte. Tenía que encontrar otra salida, algo impredecible.

 

Sus ojos, adaptados a la oscuridad, divisaron una única dirección sin huellas: el bosque. Bajo el manto de la noche, el bosque era peligroso, pero era su única opción. Sin más tiempo para pensar, Kuro se adentró en la espesura. Después de un rato corriendo y evitando dejar rastros, miró hacia atrás.

 

—Ja... parece que los perdimos... —El alivio de saber que nadie lo seguía, sumado al cansancio de aquel cuerpo maltratado y desnutrido, lo hicieron desmayarse.

 

Kuro entró de nuevo en ese lugar oscuro y familiar. Dark estaba arrodillado, con la mirada perdida y aún preso del terror.

 

—¡Dark! Ya está todo bien —Kuro corrió hacia él—. Logré… ¿Lograste? Logramos escapar. —Aunque estaba feliz, sabía que solo habían ganado algo de tiempo.

 

Estaban en pésimas condiciones, en un bosque desconocido—. ¿Dark?

 

—Déjame... Yo quería que todo acabara allí, sin más sufrimiento, sin más dolor.

 

—Dark... —No había palabras que pudieran consolar una vida de maltrato.

 

—Quédate con mi cuerpo. Ya no quiero vivir solo para ser golpeado. Con suerte, desapareceré en este lugar oscuro y silencioso.

 

—¡Dark! No digas eso. Incluso yo, en mi otra vida, no abandoné a pesar de los momentos difíciles. No puedo imaginar por lo que has pasado, pero podemos disfrutar del futuro... juntos. —Dark no le miraba—. Te lo mostraré, te mostraré que esta vida puede ser diferente.

 

Gracias a Kuro, Dark empezó a pensar si tal vez hubiera más gente como Kuro y si tal vez él pudiera vivir una vida normal. Mientras tanto, Kuro no podía hacer más que esperar a que despertaran.

 

—Espero que la elfa se diera cuenta... —Mientras divagaba sobre lo ocurrido, recordó un nombre: Isilvar. En el caos, cuando la elfa pasó junto a él, había mencionado ese nombre.

 

El entorno comenzó a teñirse de colores, señal de que estaban despertando.

 

—Gracias... por salvarme —dijo Dark, hablando por primera vez desde entonces.

 

—Quiero ver el mundo como tú lo ves.

 

Kuro le devolvió una sonrisa.

 

—No solo lo verás —replicó Kuro, con una sonrisa que contenía la promesa de nuevos comienzos—. Lo vivirás conmigo.