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Chapter 3 - Capítulo 3: Brotes de Libertad

En medio de la oscuridad de la mente compartida, Kuro volvió a ese rincón desolado donde residía el dolor de Dark. Como siempre, el lugar le oprimía, pero esta vez algo captó su atención. Allí, en el suelo sombrío y árido, crecía una planta pequeña, de hojas verdes y finas que desafiaban el abismo oscuro.

 

—Mira, Dark… —susurró Kuro, con una sonrisa de sorpresa—. Tal vez no todo está perdido, ¿ves? Aquí hay vida que quiere crecer.

 

Dark observó en silencio la pequeña planta, incrédulo. La vista de ese brote solitario, frágil y vivo, le produjo una mezcla de nostalgia y desconcierto.

 

—Es solo... una planta —murmuró con un hilo de voz.

 

—Y eso basta —replicó Kuro, poniendo una mano en su hombro—. Si algo como esto puede nacer en este sitio, quizás tú también puedas dar vida a algo nuevo.

 

Dark apartó la mirada, sin saber cómo responder. Pero en el fondo, algo dentro de él comenzó a resquebrajarse.

 

"¿Qué demonios? ¿Quién eres?", pensó, al abrir los ojos y encontrarse de pronto en el bosque. Se apartó y se puso de pie rápidamente, observando con incredulidad a la figura frente a él. Era una chica, pero no una cualquiera. De rasgos mitad bestia, algo más alta que él, con el cabello de un rojo oscuro que casi brillaba en la penumbra del bosque.

 

—¡Tch! —la chica frunció el ceño, molesta—. Qué molesto eres. Odio que me despierten con tanto ruido.

 

Se puso de pie, estirándose como si la situación no fuera nada fuera de lo común. La diferencia de altura entre ambos se hizo evidente, y mientras le observaba de reojo, esbozó una sonrisa irónica.

 

—Si no me hubiera quedado contigo anoche, probablemente estarías muerto de frío. ¿Así es como le das las gracias a tu salvadora?

 

Kuro intentó responder, pero solo logró emitir un sonido confuso, recordando de inmediato las palabras crueles de Gundar: «Te cortamos la lengua para…».

 

El pecho le dolió al rememorar el insulto, y tragó saliva, frustrado.

 

La chica arqueó una ceja, intrigada por su falta de respuesta.

 

—Bueno, no sé qué te pasa, pero te perdono por despertarme tan bruscamente —se cruzó de brazos, evaluándolo con una mezcla de curiosidad y desafío—. Me llamo Rhea. Soy de una tribu especial de mujeres bestia que vive al norte, fuera de este bosque. Como puedes ver, también me escapé de ese lugar infernal —señaló su ropa raída, y sus ojos brillaron con una mezcla de desafío y cansancio.

 

Kuro asintió despacio, aun tratando de asimilar la situación.

 

—¿Otra prisionera? —reflexionó, notando algo extraño. «No recuerdo haber visto huellas de alguien más en el bosque…».

 

Desde el interior de su mente, Dark habló:

 

—Es el olor.

 

—¿Dark? —Kuro parpadeó, sorprendido—. ¿Qué quieres decir con eso?

 

—Desde que tengo memoria, soy muy sensible a ciertos estímulos… olores, sonidos. Cuando entraste al bosque, pude detectar el olor de alguien más.

 

Kuro comprendió.

 

—Ah, ya veo... Entonces lo supiste todo el tiempo, jeje. Tengo una idea. Intentemos algo.

 

Dark apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de sentir que, de repente, recuperaba el control de su propio cuerpo.

 

—¡¿Eh?! —exclamó, aturdido por el cambio.

 

Rhea lo miró, divertida, como si acabara de ver algo digno de mofa.

 

—Oye… ¿te han dicho alguna vez que eres realmente raro? —dijo, frunciendo el ceño mientras lo miraba de arriba abajo.

 

Incómodo, Dark se agachó, recogió una ramita del suelo y comenzó a escribir en una lengua que Kuro no reconocía.

 

—¿Dark? —preguntó Rhea, inclinándose para leer—. ¿Eso es… tu nombre?

 

Dark señaló el nombre en la tierra y luego se señaló a sí mismo, esperando que lo entendiera.

 

—Entendido —respondió Rhea, satisfecha—. Dark… Entonces, ¿tienes algún sitio al que ir?

 

Dark asintió lentamente y, tras pensarlo un momento, volvió a escribir: Isilvar.

 

Rhea se quedó pensativa, su ceño fruncido.

 

—Mmm, no conozco ese lugar. ¿Está lejos?

 

Dark vaciló. Sabía que Isilvar era su destino, pero desconocía su ubicación. Finalmente, escribió: No sé.

 

Rhea suspiró, rodando los ojos.

 

—Bueno, por ahora ven conmigo. Este bosque es peligroso de noche, y no solo por el frío.

 

Dark, aún avergonzado, la siguió en silencio. Mientras caminaban, Kuro se manifestó en su mente:

 

—No sabía que podías escribir, ¿desde cuándo?

 

—Maldito traidor… —gruñó Dark—. ¿Por qué me haces esto sin avisar?

 

—Venga, no te enfades tanto —Kuro sonrió—. Solo quería probar si podíamos cambiar el control del cuerpo. ¿No es emocionante?

 

—La próxima vez, avísame —le reprochó Dark, aún molesto y algo avergonzado.

 

Kuro soltó una pequeña risa.

 

—Está bien, lo siento. Tienes razón. Te avisaré la próxima vez —dijo con tono burlón—. Entonces, ¿cómo aprendiste a escribir?

 

—Hace algunos años, unos bandidos capturaron a un médico que iba a curar a un noble. Durante un tiempo lo mantuvieron en mi celda, ya que era más bien un rehen que un esclavo. Mientras estaba prisionero, me trató las heridas… y me enseñó algunas cosas útiles, entre ellas el lenguaje universal.

 

—¡Impresionante! —comentó Kuro—. Me gustaría aprender a escribir también.

 

Rhea, que caminaba unos pasos por delante, lanzó una mirada hacia atrás y le ofreció comida a Dark.

 

—Aquí, setas y algunas plantas comestibles. No saben muy bien, pero al menos no moriremos de hambre.

 

Dark aceptó, comiendo sin hacer comentarios. Aunque amargo, el sabor no era peor que el de la prisión.

 

—Descansemos por ahora —dijo Rhea mientras seguían caminando—. Mañana buscaremos un arroyo para obtener agua y lavarnos.

 

Un crujido entre los árboles les puso en alerta. Un rugido profundo resonó, estremeciendo el bosque.

 

—¡Es una bestia! —gritó Rhea, con ojos como platos—. ¡Corre, no podemos enfrentarnos a eso!

 

Ambos comenzaron a correr, sintiendo el suelo húmedo bajo sus pies mientras el rugido se acercaba. Dark que comenzaba a agotarse, abrazaba con fuerza la caja ornamentada.

 

—¡Por aquí! —gritó Rhea, girando bruscamente hacia un sendero angosto.

 

El sendero terminaba en un acantilado. Sin dudar, Rhea gritó:

 

—¡Salta!

 

Dark vaciló, pero Kuro lo impulsó. El agua helada le robó el aliento al caer, y al emerger vio a Rhea nadando rápidamente hacia la orilla.

 

—¡Lo conseguimos! —sonrió ella aliviada, ya en la ribera—. Todo calculado.

 

Dark salió tambaleándose. Exhausto, se dejó caer mientras le recriminaba a Kuro:

 

—Volviste a hacerlo… traidor.

 

—Ey, ¿escuchaste ese rugido? Además, nadas muy bien —respondió Kuro con tono travieso.

 

—Era mi primera vez.

 

Kuro recordó las palabras de su abuelo: "Si tienes un hijo y quieres que aprenda a nadar, tíralo al agua".

 

—¡Ey! —Rhea le dio un golpecito en el brazo—. ¿Estás bien?

 

Dark soltó una pequeña sonrisa. Aunque la situación no era para alegrarse, por primera vez entendía que estaba viviendo una nueva vida.