Un mundo sumido en el caos. Monstruos aparecieron por todas partes a través de portales llamados "grietas". Pueblos, ciudades y reinos fueron consumidos por estas criaturas, que parecían sacadas de cuentos de hadas convertidos en pesadillas. La gente huía desesperada en busca de refugio, pero ningún lugar era seguro. Sin embargo…
Algunos solo esperaban ser salvados, pero otros corrían hacia el peligro sin dudarlo, dispuestos a proteger a quienes no podían defenderse. Fue entonces cuando un grupo de guerreros, preparados para este momento, emergió de las sombras para luchar contra la extinción de la humanidad.
En una aldea remota, asediada por las criaturas, el estruendo de espadas chocando y disparos resonaban en la noche. Entre el caos, un joven de cabello dorado blandía su espada con maestría, enfrentándose a hordas de no muertos, slimes y goblins que emergían de las grietas.
Pero no estaba solo. Soldados armados con pistolas cubrían su retaguardia, protegiéndolo de los ataques sorpresa. El suelo estaba cubierto de cadáveres, tanto de monstruos como de aliados. Las llamas devoraban las casas, arrojando una siniestra iluminación sobre la devastada aldea.
—¡Cuidado!
Un soldado escondido gritó mientras disparaba a las criaturas. El joven de cabello dorado giró la cabeza en el último segundo, esquivando una flecha lanzada por un esqueleto arquero.
"Eso estuvo cerca... Un segundo más y habría muerto."
Frunció el ceño y esbozó una sonrisa desafiante. Sin perder tiempo, corrió en zigzag hacia el esqueleto para evitar otro ataque a distancia. La criatura vaciló, sin saber hacia dónde disparar. Aprovechando su duda, el joven se acercó y, con un rápido movimiento de su espada, lo partió en dos.
—¡Mutante al norte!
Volteé en esa dirección y esbocé una sonrisa desafiante al ver a la criatura.
—Je... No esperaba encontrar algo tan horrendo aquí. Pero no importa.
Del oscuro bosque, una monstruosa figura emergió. Medía más de dos metros, con un cuerpo deforme y musculoso. Sus manos eran tan anchas como martillos de guerra. En cuanto nos vio, soltó una carcajada y corrió hacia nosotros con una velocidad aterradora.
Los soldados abrieron fuego, pero las balas no le hacían efecto.
—Así que quieres jugar de esa manera, !pues ven con todo lo que tengas!
Adopté una postura firme, preparado para el combate. Nuestros ojos se cruzaron por un instante. Entonces sonreí. El mutante flexionó sus piernas y saltó con toda su fuerza, alzando ambos brazos para aplastarme.
Respiré hondo y di un paso al frente. Cuando estuvo a punto de caer sobre mí, blandí mi espada en un corte diagonal. Un instante después, la criatura aterrizó en el suelo con un estruendo... con un charco de sangre.
Lo observé de reojo por un momento, asegurándome de que estuviera muerto. Pero algo más llamó mi atención: a unos metros de nosotros, otra grieta se abrió en el aire. Su resplandor morado y oscuro, y de su interior comenzaron a emerger más monstruos.
—¡Tch! Estas cosas no dejan de aparecer. Qué fastidio…
Corrí hacia ellos y, sin dudarlo, comencé a cortar a las criaturas que salían de la grieta con movimientos rápidos y certeros.
Pero mientras me enfrentaba a la nueva amenaza, algo pasó desapercibido.
El mutante que yacía muerto en el suelo comenzó a levantarse lentamente. Una aura oscura rodeó su cuerpo, y sus ojos negros se tornaron de un rojo brillante, llenos de rabia descontrolada. Como si la ira misma lo estuviera guiando, soltó un rugido ensordecedor y corrió directamente hacia mí.
—¡Jefe, cuidado!
Un grito desesperado resonó en el campo de batalla. Volteé rápidamente al escuchar el rugido. Mis ojos se abrieron de par en par al ver al mutante levantarse de entre los muertos. Intenté reaccionar, pero ya era demasiado tarde.
Pero…