Lucian se acomodó en su despacho, disfrutando de la tranquilidad que había creado en su club. Las luces tenues y el murmullo de la música de fondo le proporcionaban un refugio del caos que asediaba al mundo exterior. Sin embargo, había una creciente preocupación en sus pensamientos: las noticias sobre la guerra y el estado de su hermanastra, Elena.
El eco de la guerra seguía resonando a través de los rumores que llegaban a su club. Los ejércitos del reino estaban defendiendo con éxito algunas de las ciudades más cercanas, haciendo retroceder a las fuerzas demoníacas que parecían indetenibles. Las victorias, aunque pequeñas, proporcionaban un rayo de esperanza en medio del desasosiego que se había apoderado de la región.
Mientras Lucian hojeaba algunos pergaminos, un mensajero llegó al club. Traía noticias frescas sobre la guerra y sobre Elena. El mensajero, aún agitado por la carrera, se detuvo ante Lucian y le entregó un informe.
—Mi señor, he traído las últimas noticias del frente —dijo el mensajero, inclinando la cabeza con respeto.
Lucian lo miró, interesado, y rompió el sello del pergamino. Al leer las primeras líneas, una sonrisa se dibujó en su rostro.
"Los ejércitos humanos han comenzado a organizarse con éxito. Bajo el liderazgo de varios comandantes, incluyendo a la destacada Elena Gutiérrez, han logrado resistir y repeler varios ataques demoníacos. Elena ha sido promovida por su valentía en el campo de batalla y ha ganado respeto entre sus pares, ascendiendo en los escalafones militares."
Lucian sintió una mezcla de orgullo y alivio al leer sobre los logros de su hermanastra. Elena había tomado la decisión de unirse al ejército para escapar de un matrimonio forzado, y ahora estaba demostrando ser una líder formidable.
—¿Qué más dice el informe? —preguntó, sintiéndose cada vez más curioso por la situación.
El mensajero continuó, su voz llena de entusiasmo.
—La resistencia ha sido fuerte, y se dice que los comandantes están considerando una ofensiva más agresiva para recuperar territorio perdido. Elena ha sido fundamental en estas estrategias y ha recibido honores en varias batallas. Se rumorea que podría recibir un ascenso al consejo militar en breve.
Lucian asintió, sintiendo una chispa de satisfacción al saber que su hermanastra estaba prosperando en un entorno tan difícil. Sabía que su valentía y determinación eran parte de su esencia, y eso la había llevado a convertirse en una figura influyente en medio del caos.
Mientras el mensajero terminaba de relatar los detalles, Lucian contemplaba la posibilidad de que, aunque él eligiera mantenerse al margen de los conflictos, su familia seguía luchando y prosperando. Quizás, en su propia manera, Elena también luchaba por un futuro mejor para ellos, incluso si eso significaba enfrentar la adversidad.
—Asegúrate de que este mensaje llegue a Elena —dijo Lucian, mirando al mensajero con seriedad—. Dile que estoy orgulloso de ella y que, mientras siga ganando honor y respeto, aquí tendrá un refugio.
El mensajero asintió y se marchó rápidamente, dejando a Lucian sumido en sus pensamientos. La guerra podía estar desatándose a su alrededor, pero su decisión de no involucrarse seguía siendo firme. La vida en su club continuaría, protegida de las tensiones externas, mientras él observaba cómo los demás luchaban por sus propias batallas.
Lucian se acomodó en su sillón, sumido en sus pensamientos mientras el murmullo del club llenaba el aire. La noticia sobre Elena le daba un renovado sentido de conexión con su familia, aunque él permanecía alejado de las luchas que enfrentaban. Era un recordatorio de que, incluso en medio del caos, había quienes luchaban con valentía por sus creencias y su futuro.
El club continuaba siendo un refugio de placer y despreocupación. Los clientes disfrutaban de la compañía de las bailarinas, y el ambiente estaba cargado de risas y música. Pero en la mente de Lucian, la batalla por la supervivencia de su hogar seguía resonando. Aunque había elegido permanecer al margen, no podía evitar preguntarse qué pasaría si las cosas se complicaban aún más.
De repente, una idea surgió en su mente. Si Elena estaba ganando poder y respeto, tal vez sería prudente establecer un vínculo más sólido con ella, uno que pudiera servirle de refugio en el futuro si las cosas llegaban a desbordarse. Mientras su mente se aventuraba por esta nueva dirección, el eco de las voces de los clientes se mezclaba con sus pensamientos, creando un ambiente casi hipnótico.
Garen volvió a entrar en el despacho, interrumpiendo sus reflexiones.
—Lucian, he recibido más noticias de las ciudades cercanas —dijo, con un tono que revelaba que había algo importante que informar.
Lucian levantó una ceja, curioso.
—¿Qué ha pasado ahora? —preguntó, ya anticipando la respuesta.
—Las victorias de los ejércitos humanos están generando un efecto en cadena. Las fuerzas demoníacas están sufriendo grandes pérdidas, y esto ha provocado un descontento entre sus filas. Algunos de ellos están comenzando a cuestionar la efectividad de sus líderes —informó Garen, su voz cargada de emoción.
Lucian sonrió para sí mismo, complacido por la noticia. Sabía que el poder de las élites demoníacas no era absoluto, y cualquier debilidad que pudieran mostrar podría ser su oportunidad para mantener el equilibrio en su vida.
—Eso es bueno, Garen. Tal vez las cosas empiecen a cambiar, pero eso no significa que debamos bajar la guardia. Mantén los oídos abiertos. Quiero saber si hay algo que pueda aprovechar, aunque no pretenda involucrarme en su guerra —dijo Lucian, dejando claro que su decisión de no actuar se mantenía firme.
Garen asintió, comprensivo. Con el tiempo, había aprendido a leer entre las líneas de los pensamientos de Lucian.
—Entendido, mi señor. Estaré atento a cualquier noticia que pueda ser útil.
Con un gesto despectivo, Lucian despidió a Garen. Sabía que, aunque el mundo exterior seguía desmoronándose, su vida en el club continuaría sin interrupciones. Y aunque los demonios podrían estar sufriendo, él había tomado la decisión de vivir su vida a su manera.
Mientras el ruido del club lo envolvía nuevamente, Lucian se permitió un momento de reflexión. Agradecía que Elena estuviera avanzando, y al mismo tiempo, se sentía agradecido por su propia independencia. Había una libertad en no tener que luchar, en simplemente dejar que otros se ocupen de los conflictos.
A medida que el mensajero se marchó, Lucian sintió que un nuevo aire de determinación lo rodeaba. Sabía que, aunque estaba eligiendo mantenerse al margen del conflicto, había una forma de ofrecer apoyo a su hermanastra sin comprometer su propia seguridad. La carta que había escrito era un simple gesto, pero en medio de la guerra, esos gestos podían significar mucho.
Mientras pensaba en Elena y en su creciente influencia en el ámbito militar, Lucian decidió que debía seguir monitoreando la situación en el reino. Aunque su vida en el club era placentera, el mundo exterior estaba en constante cambio. La posibilidad de que su familia se viera afectada por las decisiones que otros tomaban le recordaba la fragilidad de su posición.
Fue entonces cuando decidió que era hora de investigar más sobre los rumores que circulaban. No quería involucrarse directamente, pero un conocimiento más profundo sobre la situación en el campo de batalla podría ser útil. Sabía que las facciones demoníacas no eran lo único en juego; la política entre los humanos también estaba en constante cambio, y cualquier oportunidad de fortalecer su propia posición podría presentarse en cualquier momento.
Lucian se dirigió a la sala principal del club, donde los clientes disfrutaban de la compañía de las bailarinas. Observó el ambiente, notando cómo algunos de los clientes hablaban en voz baja, compartiendo rumores sobre las victorias y derrotas en el frente. Se acercó a un grupo de clientes, buscando información valiosa.
—¿Qué saben sobre la situación en el campo de batalla? —preguntó con un tono casual, mientras se unía a la conversación.
Los hombres se volvieron hacia él, visiblemente intrigados. Uno de ellos, un mercader con un aire de sofisticación, empezó a hablar.
—Las cosas están cambiando, Lucian. El ejército humano ha empezado a ganar terreno. Se dice que hay una ofensiva planeada para la próxima luna llena. Las victorias recientes han levantado la moral, y con la influencia de tu hermana, parece que hay esperanzas de recuperar más territorio.
Lucian se sintió satisfecho al escuchar las noticias. Era un buen momento para los humanos, y mientras más fuerte se volviera Elena, más posibilidades habría de que su familia continuara a salvo.
—Eso suena prometedor. ¿Y qué hay de las facciones demoníacas? —preguntó Lucian, interesado en cómo se estaba desarrollando el panorama.
El mercader se encogió de hombros.
—Están divididos. Algunos apoyan a la Reina de las Sombras, mientras que otros empiezan a cuestionar su liderazgo. Las derrotas han sembrado la duda, y eso siempre crea oportunidades. Pero, por ahora, siguen siendo una amenaza significativa.
Lucian asintió, consciente de que el equilibrio de poder podía cambiar en cualquier momento. La lucha interna entre los demonios podría ser su mejor aliado si decidía intervenir de alguna manera en el futuro. Sin embargo, por ahora, su enfoque debía permanecer en su club y en mantener la paz que había logrado.
Mientras la conversación continuaba, Lucian sintió que cada pieza del rompecabezas comenzaba a encajar. No necesitaba participar en la guerra para influir en el resultado. Podía observar, escuchar y, si era necesario, actuar cuando las condiciones fueran favorables.
Con un último vistazo a sus clientes, Lucian se retiró hacia su despacho, sintiéndose renovado por la información que había obtenido. No solo era un observador; también era un jugador en este tablero de ajedrez, y estaba decidido a mover las piezas a su favor, sin arriesgarse a ser parte del conflicto.