El sonido de la música en el club seguía fluyendo, pero la mente de Lucian estaba enfocada en su hermanastra. Las noticias sobre sus victorias y su ascenso en el ámbito militar le habían traído una mezcla de orgullo y preocupación. Sabía que la vida de Elena en el campo de batalla era peligrosa, y cada día que pasaba sin tener noticias más concretas sobre ella lo inquietaba.
Mientras se acomodaba en su despacho, Lucian decidió que era momento de contactar a Elena de nuevo. Quería que supiera que, aunque estaban separados por la distancia y el caos de la guerra, él siempre la apoyaría. Pero también sabía que debía ser cauteloso; la última carta que había enviado había sido solo un gesto, y ella podría estar demasiado ocupada con sus propios asuntos.
Con una pluma en mano, comenzó a redactar una nueva carta, esta vez más personal. Quería que Elena entendiera que su éxito no pasaba desapercibido y que su familia siempre tendría un refugio en su club. Al mismo tiempo, le recordó que cuidarse era esencial. No podía evitar preocuparse por su seguridad, sabiendo que cada batalla traía consigo riesgos.
Mientras escribía, sus pensamientos se centraron en cómo había cambiado la vida de Elena. De una joven que anhelaba libertad, ahora era una guerrera respetada. Era admirable, pero Lucian sabía que el campo de batalla podía ser implacable. Por ello, era crucial que mantuviera la fe en sí misma y en su capacidad para tomar decisiones.
La carta quedó lista, y Lucian se la entregó a Garen para que la llevara. Quería que el mensaje llegara rápidamente y que su hermanastra sintiera el apoyo de su familia, incluso en la distancia.
—Asegúrate de que llegue a sus manos —dijo Lucian con firmeza—. Ella debe saber que siempre puede contar conmigo.
Garen asintió y se marchó con la carta, mientras Lucian se quedaba sumido en sus pensamientos. Su mente reflexionaba sobre lo que significaba ser parte de una familia en tiempos de guerra. Aunque él había decidido mantenerse al margen, la lucha de su hermana lo afectaba de manera profunda.
Poco después de que Garen se fue, Lucian escuchó un ruido en el pasillo. Una de las bailarinas se acercó, y aunque normalmente no se preocupaba mucho por sus empleadas, había algo en su mirada que capturó su atención.
—Mi señor, hay rumores de que la situación en el frente ha cambiado —dijo la bailarina con una mezcla de preocupación y curiosidad—. Se dice que la ofensiva que planean podría ser más agresiva de lo esperado.
Lucian la miró, sintiendo que la información podría ser valiosa. Aunque no se involucraba en la guerra, era importante conocer el pulso del conflicto.
—¿Y qué más se comenta? —preguntó, interesándose por las últimas novedades.
—Algunos dicen que el consejo militar está dividido. Hay quienes creen que deberíamos intensificar el ataque, mientras que otros piensan que es mejor ser cautelosos. La presión sobre la reina crece, y eso podría jugar a favor de tu hermana si logra consolidar aún más su posición.
Lucian asintió, viendo la conexión entre las decisiones que se tomaban en el campo de batalla y el futuro de su familia. Sabía que, aunque él no buscaba el poder, su hermanastra sí lo hacía, y eso podría cambiar la dinámica en el reino.
—Interesante —dijo Lucian, sintiendo cómo las piezas del rompecabezas se alineaban—. Mantente alerta. La guerra puede cambiar rápidamente, y no me gustaría que nos sorprendieran.
La bailarina asintió, y Lucian regresó a sus pensamientos. Sabía que debía estar preparado para cualquier eventualidad. La vida en el club podía ser placentera, pero el conflicto continuaba en el exterior, y las decisiones que tomaran aquellos en el campo de batalla influirían en todos, incluso en él.
Con el espíritu renovado, Lucian decidió que, aunque se mantuviera al margen de las luchas, sería un observador astuto. Las elecciones de Elena, sus triunfos y sus fracasos, le proporcionarían información valiosa, y él estaba listo para actuar si era necesario.
Mientras Lucian reflexionaba sobre la situación de su hermanastra, una sensación de inquietud comenzó a burbujear en su interior. A pesar de su deseo de mantenerse al margen del conflicto, sabía que las decisiones de Elena podrían afectar su vida de maneras inesperadas. Y aunque su vida en el club era placentera, el caos del mundo exterior siempre parecía al acecho.
Mientras su mente se enfocaba en las tensiones en el frente, su atención se desvió hacia la demonio que aún permanecía bajo su control en el despacho. Aunque había disfrutado de su poder sobre ella, la revelación de las luchas en el ámbito militar le recordó que, a pesar de su deseo de vivir sin molestias, el conflicto no podía ignorarse por completo.
Decidió que sería interesante ver cómo la demonio, aún sumisa, reaccionaba ante la noticia del éxito humano. Lucian se levantó y se dirigió hacia donde la había dejado, asegurándose de que el collar aún mantuviera su control. La demonio lo miró, sus ojos ahora desprovistos de la arrogancia que había mostrado al principio.
—He oído rumores de que la guerra está avanzando —dijo Lucian, observando la reacción de la demonio—. Me pregunto cómo se siente una élite demoníaca al saber que sus fuerzas están siendo derrotadas.
La demonio lo miró con una mezcla de desafío y resignación. Aunque estaba bajo su control, todavía tenía su orgullo, aunque ahora su energía y resistencia estaban mermadas.
—No es solo una batalla de fuerza —respondió ella, su voz tensa—. La caída de una élite no se mide solo por la victoria o la derrota en el campo de batalla. Hay más en juego.
Lucian sonrió, disfrutando del hecho de que incluso bajo el collar, la demonio aún tenía un poco de su fuego interno.
—Quizás tengas razón —dijo, acercándose más a ella—. Pero en este momento, eres solo una pieza en mi juego. Y como tal, deberías aprender a adaptarte.
La demonio frunció el ceño, pero Lucian sabía que no podía hacer nada para resistirse. Había una satisfacción palpable al ver cómo su voluntad se desmoronaba. A medida que la guerra continuaba, él podría usarla para su beneficio, incluso si su deseo no era involucrarse en los conflictos.
—Hablemos de las posibilidades —continuó Lucian—. Si la reina cae, y tus fuerzas se debilitan, ¿cómo crees que reaccionarán las demás facciones? Este es un momento crítico para todos los demonios, y si la resistencia humana sigue creciendo, podríamos estar ante una nueva era de cambios.
La demonio lo miró con cautela, comprendiendo que Lucian estaba jugando un juego más grande del que ella había imaginado.
—Las élites siempre encuentran formas de sobrevivir, incluso en la derrota. No subestimes nuestro poder —respondió, aunque su tono ya no estaba lleno de arrogancia.
Lucian sonrió. Sabía que, aunque la demonio intentaba mantener su posición, su capacidad de control ahora era su principal fortaleza. Y en medio del caos, él continuaría observando, listo para actuar cuando las condiciones fueran favorables.
Con un último vistazo hacia la demonio, Lucian se dio cuenta de que, aunque no buscaba la gloria, siempre habría formas de influir en los acontecimientos. El mundo podía cambiar a su alrededor, pero él seguiría siendo el arquitecto de su propia vida.
Lucian se alejó de la demonio, sintiéndose más satisfecho con el control que había ejercido sobre ella. No tenía intención de involucrarse más en el conflicto del mundo exterior; su enfoque estaba en disfrutar de la vida que había creado en su club, un refugio donde las preocupaciones parecían lejanas.
Mientras se movía por el despacho, sus pensamientos regresaron a su hermanastra. Sabía que Elena estaba luchando en un mundo peligroso, pero por ahora, su única responsabilidad era cuidar de su propio espacio. Aunque había un deseo de proteger a su familia, Lucian no iba a permitir que eso interfiriera con su vida actual.
El sonido de la música y las risas en el club lo rodeaban, y al mirar a su alrededor, vio a los clientes disfrutando de la compañía de las bailarinas. Esa era la vida que había elegido: un entorno donde podía controlar todo a su alrededor, donde las reglas las dictaba él y donde el caos del mundo exterior no podía alcanzarlo.
Mientras pensaba en el futuro, decidió que mantendría un ojo en las noticias. Aunque no deseaba involucrarse, saber lo que ocurría en el ámbito militar le permitiría estar preparado, por si alguna vez necesitaba actuar en defensa de Elena o su madre. Con esa idea en mente, regresó a su lugar en el salón, sintiéndose aliviado de que el caos no afectara su vida en ese momento.
El resto de la noche pasó sin incidentes. Lucian disfrutó de la compañía de sus clientes, dejando que la atmósfera placentera del club lo envolviera. Cada risa, cada susurro, era un recordatorio de que su vida podía continuar sin ser interrumpida por las luchas del mundo exterior.
Sin embargo, mientras se relajaba, una pequeña parte de él seguía atenta, lista para actuar si alguna vez era necesario. Pero por ahora, todo estaba en calma, y Lucian estaba decidido a disfrutar de esa tranquilidad.