Siroos caminaba cansadamente de regreso a su complejo con los hombros encorvados. Ella se estaba infiltrando lentamente en su misma existencia y él la dejaba. No había anticipado que el vínculo de compañeros trastornaría tanto su capacidad de pensar, y a veces, tomaba decisiones basadas únicamente en su corazón.
Tumbado en su esterilla de dormir, colocó ambas manos bajo su cabeza y comenzó a contemplar mientras miraba fijamente el techo. La puerta de madera de su complejo se golpeó y se preguntó si era Faris que venía por una bebida tarde. Pero su hermano casi no tocaba.
—¡Adelante! —Permitió con su voz ronca.
La puerta chirrió al abrirse y una mujer entró, vestida con ropa muy provocativa. Cerró rápidamente la puerta detrás de ella y se acercó de puntillas donde yacía Siroos.
Su cabeza se giró lentamente hacia ella mientras la observaba y preguntó con severidad.
—¿Kela? —preguntó.