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Siroos fue el primero en llegar a su compañera. Irrumpió por la puerta, y su pecho bronceado se agitaba. Su corazón casi dejó de latir al ver la escena.
El lazo de compañeros se retorcía dolorosamente en su pecho, intentando alcanzarla, solo para acunarla de forma segura en su abrazo.
Cassandra apretaba su muslo, que sangraba de dos puntos. Sus ojos se habían agrandado por el dolor y la sorpresa.
Sin pensarlo, corrió hacia ella. Antes de que pudiera alcanzarla físicamente, sus poderes protectores se dispararon como tenues zarcillos azules y la rodearon en un halo protector, suavemente resplandeciente a su alrededor. Pero sabía que llegaba tarde...
Se apresuró y la atrapó en sus brazos mientras preguntaba roncamente, el sonido casi feral.
—¿Qué ha pasado? —preguntó.
Pero sus ojos giraban en sus órbitas mientras la espuma comenzó a brotar de su boca entreabierta. Podía sentir cómo su cuerpo se aflojaba en su sostén y el color abandonaba sus mejillas.