El palacio de Rivon, una estructura imponente de torres negras y pasillos interminables, se alzaba en el centro del planeta como una fortaleza de poder absoluto. Dentro de sus muros, la vida había cambiado drásticamente. Ya no era simplemente una rutina de servidumbre y obediencia; ahora, cada acción, cada respiro estaba imbuido de la energía del Núcleo, que se extendía por todas partes, moldeando la vida diaria de sus habitantes.
La Nueva Vida bajo el Núcleo
Desde el momento en que Rivon estableció su dominio y el Núcleo empezó a influir en todos, la estructura social se adaptó rápidamente. Los más leales a Rivon vivían en las zonas más cercanas al palacio, donde la energía del Núcleo era más fuerte, mientras que los ciudadanos comunes y los esclavos habitaban las zonas más alejadas, aunque todos sentían su influencia.
El Palacio y los Ascendidos
Los Ascendidos, ahora conocidos como los Guerreros del Deseo y del Caos, tenían su vida diaria centrada en el entrenamiento constante y la preparación para futuras batallas. Rivon mantenía un control estricto sobre ellos, asegurándose de que siempre estuvieran listos para cualquier desafío que el universo les lanzara.
Por las mañanas, los Ascendidos realizaban rituales cerca del Núcleo, recibiendo pequeñas dosis de energía para fortalecer sus habilidades y mantener sus cuerpos en estado óptimo. Estos rituales no solo servían para el entrenamiento físico, sino también para mantener su lealtad absoluta. El deseo y el caos fluían por sus venas, dándoles un propósito que trascendía cualquier misión.
— "El poder es nuestro camino" — recitaban los Ascendidos en un cántico colectivo mientras marchaban a los campos de entrenamiento, donde sus cuerpos se ponían a prueba. Las peleas, tanto con armas como cuerpo a cuerpo, no eran solo ejercicios; eran una liberación de la sed de violencia que todos ellos compartían.
En sus momentos libres, los Ascendidos se retiraban a sus cuarteles, donde tenían acceso a habitaciones privadas, cada una adaptada para su uso. Aunque su devoción a Rivon era absoluta, sus necesidades físicas también se manifestaban de maneras crudas. La influencia del Núcleo los hacía más fríos y crueles, y algunos de ellos recurrían a esclavas asignadas para satisfacer sus deseos sexuales.
Cada uno de estos guerreros vivía con un objetivo en mente: satisfacer su sed de poder y deseo, fortalecidos por la energía del Núcleo y siempre listos para desatar su furia en combate. Las relaciones entre los Ascendidos eran de respeto mutuo, pero también de rivalidad; cada uno de ellos ansiaba superar al otro en fuerza y dominio.
Ciudadanos y Esclavos bajo el Núcleo
En las ciudades cercanas al palacio, los ciudadanos ordinarios también experimentaban los efectos del Núcleo en su vida diaria. Aunque no tenían acceso directo a la energía como los Ascendidos, la influencia del Núcleo estaba presente en todo lo que hacían.
Las familias vivían en zonas bien estructuradas, pero la vida allí no era fácil. Los ciudadanos trabajaban en fábricas, campos de producción y talleres, donde la eficiencia era la única medida de éxito. Los Hermanos de la Depravación supervisaban estas áreas, asegurándose de que todos cumplieran con sus cuotas. La competencia y la ambición alimentadas por el Núcleo hacían que los ciudadanos se esforzaran continuamente para mejorar su posición social, aunque solo unos pocos lograban ascender.
En contraste, los esclavos vivían una vida aún más dura. Encerrados en barracones oscuros en las zonas más alejadas, eran utilizados para las tareas más denigrantes y agotadoras. Trabajaban día y noche, manteniendo las infraestructuras del planeta y sirviendo como mano de obra para los ciudadanos más ricos. Los Esclavos del Pecado, como se les llamaba, sabían que sus vidas no tenían valor más allá de lo que podían ofrecer. Muchos de ellos eran sometidos a abusos físicos y sexuales, especialmente por parte de los guerreros de más alto rango, que los veían como herramientas para su propio placer.
Los esclavos vivían con el constante miedo a ser castigados o sacrificados si no cumplían con las expectativas. A menudo, eran seleccionados para los rituales de los Sacerdotes del Deseo Oscuro, donde sus cuerpos y mentes eran utilizados como ofrendas para amplificar el poder del Núcleo.
Rivon: El Centro del Poder
En el corazón del palacio, Rivon supervisaba todos estos cambios. Desde sus aposentos, situados en la torre más alta, podía sentir cómo la energía del Núcleo se expandía y transformaba todo a su alrededor. Sus poderes habían crecido enormemente, y su control sobre el planeta era absoluto.
Los días de Rivon eran una combinación de placer, planificación y poder. Cuando no estaba supervisando los avances militares o ampliando su control sobre el planeta, Rivon se dedicaba a explorar su propio poder. Dentro de las cámaras privadas del palacio, donde solo unos pocos elegidos tenían acceso, Rivon seguía desarrollando nuevas habilidades, experimentando con la energía del Núcleo para expandir su alcance y descubrir nuevas formas de control y dominación.
Durante los banquetes, Rivon recibía a sus generales y nobles más leales, donde se discutían las estrategias para expandir su poder más allá del planeta. El ambiente era siempre oscuro y opresivo, con un sentido de peligro constante. Todos sabían que Rivon era capaz de aplastar a cualquiera que mostrara signos de traición o debilidad.
A menudo, después de estas reuniones, Rivon se retiraba a sus cámaras privadas, donde su poder y deseo alcanzaban su clímax. Utilizaba esclavas seleccionadas para satisfacer sus necesidades más oscuras, mientras exploraba los límites de su poder divino. La influencia del Núcleo lo había transformado en algo mucho más grande que un simple líder; Rivon ahora se veía como el dios del deseo y el caos, gobernando con mano de hierro, sed de sangre, y un apetito insaciable por el control.
La Expansión del Núcleo
A medida que los días pasaban, el Núcleo continuaba expandiendo su influencia sobre el planeta. Las plantas y animales que estaban cerca de su energía comenzaban a mutar, adoptando características más agresivas y predatorias. Los ciudadanos comunes notaban cómo sus deseos más oscuros se volvían más fuertes y difíciles de controlar. El poder del Núcleo no solo afectaba la mente de los seres vivos, sino también la estructura física del planeta.
Incluso los Ascendidos más antiguos, aquellos que habían luchado durante años sin perder su humanidad, empezaban a sentir el cambio. La sed de sangre y el deseo que corría por sus venas era imparable. Cada batalla, cada gota de sangre derramada, solo alimentaba su necesidad de más.
Rivon miraba todo esto con una mezcla de satisfacción y orgullo. El planeta era una extensión de su voluntad, y el Núcleo no solo lo hacía más fuerte, sino que transformaba a todos y todo a su alrededor en herramientas de su dominio.
Una Nueva Realidad
El planeta había cambiado para siempre, y bajo el gobierno de Rivon, el caos, el deseo y la crueldad eran las fuerzas que movían a cada ser vivo. La vida diaria de los habitantes de este mundo no conocía descanso ni paz. Todos estaban atrapados en el ciclo interminable de poder, violencia y placer, un ciclo que Rivon alimentaba con su control absoluto sobre el Núcleo.
Con el control absoluto de su planeta y la creciente influencia del Núcleo, Rivon sabía que su siguiente paso debía ser consolidar el poder militar para evitar cualquier futura invasión o rebelión. Utilizando la energía del Núcleo y su creciente intuición divina, Rivon comenzó a diseñar las defensas que protegerían su imperio de cualquier amenaza externa.
La construcción de las defensas planetarias no era simplemente una cuestión de tecnología avanzada; era una extensión del caos y el deseo que Rivon encarnaba. Cada instalación, cada arma, cada sistema defensivo estaba imbuido con el poder oscuro del Núcleo, asegurando que cualquier intento de ataque fuera devuelto con una furia inimaginable.
Cañones Espaciales del Caos
Los cañones espaciales fueron la primera y más importante línea de defensa creada por Rivon. Estos gigantescos cañones estaban diseñados para derribar cualquier nave enemiga que se acercara al planeta, utilizando energía oscura canalizada directamente desde el Núcleo. Los cañones eran tan potentes que podían destruir naves capitales de gran tamaño con una sola descarga, pulverizando cualquier amenaza antes de que pudiera siquiera tocar el suelo.
Estos cañones estaban situados en puntos estratégicos alrededor del planeta, controlados por los Guerreros del Deseo y del Caos, específicamente por los Portadores de la Energía, quienes se aseguraban de que las armas estuvieran constantemente alimentadas con el poder del Núcleo. Los Custodios de la Esfera supervisaban la operación y el mantenimiento de los cañones, protegiéndolos de cualquier sabotaje o ataque sorpresa.
Satélites de Asedio
Rivon, con su visión estratégica, entendió que la mejor defensa no solo estaba en el planeta, sino también en el espacio exterior. Así nacieron los Satélites de Asedio, estaciones flotantes que orbitaban el planeta y servían como plataformas de ataque preventivo. Equipados con cañones de energía y sistemas de vigilancia, estos satélites eran capaces de rastrear cualquier movimiento en el espacio cercano y atacar antes de que las naves enemigas se acercaran demasiado.
Cada Satélite de Asedio estaba equipado con sistemas de autodefensa, capaces de generar escudos de energía impenetrables para protegerse de cualquier ataque. Además, sus cañones de largo alcance podían destruir objetivos en varios sectores del sistema planetario, asegurando que cualquier amenaza fuera neutralizada antes de que llegara al planeta.
Escudos Planetarios del Deseo
Uno de los proyectos más ambiciosos de Rivon fue la creación de los Escudos Planetarios del Deseo, barreras energéticas masivas que cubrían las ciudades principales y los centros industriales del planeta. Alimentados directamente por el Núcleo, estos escudos no solo protegían físicamente las zonas críticas, sino que también amplificaban el poder del deseo en aquellos que luchaban bajo su protección.
Los Escudos Planetarios del Deseo no eran simples barreras; eran un arma en sí misma. Cualquier nave enemiga o unidad que intentara atravesar estos escudos era desintegrada instantáneamente, y cualquier ataque era reflejado con una fuerza aún mayor. Para los que defendían el planeta, los escudos aumentaban su resistencia física y mental, permitiéndoles luchar más tiempo y con más intensidad.
Fortalezas Subterráneas
Rivon no dejaba nada al azar. Además de las defensas visibles en la superficie y en el espacio, también mandó construir Fortalezas Subterráneas, búnkeres ocultos bajo las principales ciudades del planeta. Estas fortalezas servían como centros de comando de emergencia y como refugios para los ciudadanos más importantes y las tropas de élite en caso de una invasión masiva.
Las Fortalezas Subterráneas estaban equipadas con cañones de energía ocultos que podían ser desplegados a través de plataformas móviles para atacar desde abajo, sorprendiendo a cualquier invasor. Además, cada fortaleza estaba conectada por túneles subterráneos que permitían la movilización rápida de tropas y recursos, asegurando que el planeta pudiera continuar la resistencia incluso si las defensas en la superficie fallaban.
Líneas de Defensa Automáticas
Además de las fuerzas de Guerreros del Deseo y del Caos, Rivon también ordenó la creación de Líneas de Defensa Automáticas, redes de drones y robots de combate controlados por inteligencia artificial, que patrullaban constantemente los sectores más críticos del planeta. Estos drones estaban diseñados para eliminar cualquier amenaza sin la intervención de los guerreros, proporcionando una defensa constante y efectiva en todo momento.
Los robots de combate estaban equipados con una combinación de armamento pesado y cañones de energía, capaces de resistir grandes ataques y devolverlos con una precisión letal. Estos robots actuaban como la primera línea de defensa en muchas áreas del planeta, asegurando que las fuerzas de Rivon no tuvieran que luchar en todos los frentes al mismo tiempo.
Fortificaciones de la Lujuria
Por último, se construyeron las Fortificaciones de la Lujuria, baluartes masivos en puntos estratégicos a lo largo de las fronteras del planeta. Estas fortificaciones eran una mezcla de centros de placer y de guerra, donde los guerreros podían descansar, recargar su energía y entrenar mientras se preparaban para la batalla.
Las Fortificaciones de la Lujuria no solo servían para alojar a las tropas, sino también para mantenerlas motivadas y alineadas con los deseos de Rivon. En estas fortalezas, se celebraban rituales oscuros y entrenamientos especiales que conectaban a los guerreros con el Núcleo, haciéndolos aún más poderosos y resistentes. Estas estructuras eran tanto lugares de descanso como máquinas de guerra, preparadas para lanzar ofensivas masivas si se daba la necesidad.
Con todas estas defensas planetarias en marcha, el planeta de Rivon se había transformado en una fortaleza impenetrable, un lugar donde el caos y el deseo se combinaban con la brutalidad de la guerra. Cualquier invasión sería rápidamente aplastada por la maquinaria bélica que había construido, y los Guerreros del Deseo y del Caos estaban listos para defender el reino de Rivon con todo su poder.
Rivon, satisfecho con el progreso, sabía que su planeta estaba más protegido que nunca. Pero el poder del Núcleo seguía creciendo
En los últimos meses, Sera había observado con fascinación y una mezcla de temor los cambios que rodeaban a su hermano. Rivon no era el mismo joven esclavo que solía ser. Ahora, se movía como un conquistador, un dios entre los mortales, irradiando poder con cada gesto, cada palabra. La energía del Núcleo parecía envolverlo constantemente, dándole una presencia casi insoportable para aquellos que no estaban acostumbrados a su poder.
Desde su nueva posición en los niveles superiores del palacio, Sera veía cómo Rivon supervisaba las construcciones de las defensas planetarias, daba órdenes a sus guerreros y pasaba largas horas en el trono que había reclamado. Todo había cambiado. Ya no vivían en la incertidumbre de una nave de guerra, sino en una fortaleza planetaria construida con el poder que Rivon había adquirido.
Sera no podía evitar sentir una inquietud creciente. A pesar de las comodidades y el lujo que ahora tenían, había algo en Rivon que la preocupaba. El brillo de sus ojos, la intensidad de sus gestos, y la creciente frialdad con la que trataba a los demás. Antes, Rivon siempre había sido protector con ella, su única fuente de confianza en un mundo cruel. Pero ahora, algo en él había cambiado. Era como si el poder del Núcleo lo estuviera transformando en algo que ella apenas reconocía.
Desde su ventana, podía ver cómo los Guerreros del Deseo y del Caos patrullaban la fortaleza. Todo parecía estar bajo control, pero Sera sabía que, debajo de esa aparente calma, había una tormenta que se gestaba. Rivon había cambiado no solo físicamente, sino también en sus deseos y acciones. Aunque la protegía de todo peligro, también sabía que su hermano ahora era un hombre diferente, uno que no dudaba en usar a otros para satisfacer sus deseos más oscuros.
En la sala principal, Rivon se encontraba recibiendo informes de los Manos de la Perversión, discutiendo las últimas estrategias defensivas y las próximas incursiones. La frialdad y eficiencia con la que manejaba cada situación eran impresionantes, pero también intimidantes. Sera decidió entrar al salón, observando a su hermano desde la distancia mientras trabajaba.
— Hermano... — murmuró, lo suficientemente cerca para que la escuchara pero manteniendo una distancia respetuosa.
Rivon alzó la vista, su mirada de acero suavizándose ligeramente al verla. Era una de las pocas personas que lograba sacar de él una emoción más humana.
— Sera, — dijo, haciendo un gesto para que se acercara. — ¿Todo está bien?
Ella asintió, pero el nerviosismo era evidente en su rostro.
— Quería hablar contigo... sobre todo esto. — Su mano hizo un gesto amplio, abarcando la fortaleza, las defensas, y todo lo que había construido.
Rivon la miró en silencio por un momento, como si intentara entender qué estaba realmente en su mente.
— Todo esto es por nuestra supervivencia, Sera. — Rivon la miró intensamente, su voz baja pero cargada de convicción. — Nadie nos volverá a someter. Nadie podrá arrebatarnos lo que hemos conseguido.
Sera asintió lentamente, pero no pudo evitar añadir:
— Lo sé, pero... me preocupo por ti. Has cambiado mucho, y a veces no sé si sigues siendo el hermano que solía conocer.
Rivon dejó escapar una risa corta, casi amarga, antes de inclinarse hacia ella.
— Sera, el mundo en el que vivimos no permite que sigamos siendo quienes éramos antes. He hecho lo que debía para protegernos, y seguiré haciéndolo. — Su mano se posó en el hombro de ella, dándole una leve presión. — Pero siempre seré tu hermano.
Aunque las palabras de Rivon eran reconfortantes, Sera no podía ignorar lo que sentía en su corazón. Sabía que algo más estaba ocurriendo, algo que él no le decía, pero en ese momento decidió no presionarlo más.
— Está bien... — murmuró, dejando caer la conversación.
Rivon volvió su atención a los informes, pero antes de que ella se fuera, agregó:
— Hay una nueva asignación de tareas para ti. Quiero que supervises a los nuevos ciudadanos en la fortaleza. Confío en ti para que mantengas todo en orden. Si tienes algún problema, dímelo.
Sera asintió, sabiendo que esto era una manera de mantenerla ocupada y alejada de los asuntos más oscuros que rodeaban a su hermano. Pero, por ahora, aceptaría su rol, esperando que en algún momento pudiera comprender mejor lo que estaba ocurriendo.
Rivon, después de asegurar su control sobre el planeta y establecer las defensas necesarias, decidió que su próximo paso era consolidar aún más su poder mediante la creación de un ejército sagrado, una fuerza destinada no solo a combatir, sino también a expandir su culto y su influencia a lo largo de la galaxia.
Este nuevo grupo de soldados no serían simples guerreros. Rivon los diseñó como una mezcla de combatientes y emisarios de su voluntad divina. Serían enviados a planetas distantes, no para conquistar, sino para convertir y adoctrinar, estableciendo el culto a Rivon como la verdadera fe en los rincones más alejados del universo.
El Rearme de las Fuerzas de Rivon
Antes de la creación de este nuevo ejército, Rivon comenzó el proceso de rearme de sus fuerzas existentes. Su ejército, que ahora llevaba nombres que reflejaban el caos y el deseo, necesitaba estar equipado con las mejores armas y armaduras, imbuídas con el poder del Núcleo.
Los Guerreros del Deseo y del Caos recibieron armas nuevas, forjadas en los templos oscuros del Núcleo. Estas armas no solo eran instrumentos de guerra, sino también canalizadores del poder divino de Rivon. Espadas que brillaban con energía oscura, cañones que lanzaban proyectiles imbuidos con deseos destructivos, y armaduras que no solo protegían a los guerreros, sino que también los hacían más fuertes y letales en combate.
Cada soldado, desde los más bajos en la jerarquía hasta los Manos de la Perversión, fue rearmado y reequipado con herramientas de destrucción que canalizaban el caos y el deseo. Los Portadores del Delirio recibieron nuevas espadas imbuidas con energía del Núcleo, mientras que los Siervos del Lujurioso Caos fueron armados con cañones que disparaban rayos de energía pura, capaces de devastar líneas enteras de enemigos.
Pero el rearmamento no se detuvo ahí. Rivon sabía que sus ejércitos necesitaban más que fuerza bruta; también necesitaban una fuerza de convicción que los guiara en su misión de expansión. Esto lo llevó a la creación de una nueva clase de guerreros: los Portadores del Deseo Divino.
Los Portadores del Deseo Divino
Estos nuevos guerreros, que actuarían como una especie de sacerdotes guerreros, no serían simplemente combatientes, sino emisarios de la fe de Rivon. Su propósito era viajar a planetas lejanos, no para invadir con violencia, sino para expandir la creencia en el dios del deseo, Velkarion (como era conocido entre las sombras).
Sin embargo, estos Portadores del Deseo Divino no debían ser llamados sacerdotes. Para evitar cualquier comparación con los cultos más tradicionales, Rivon decidió darles un título que reflejara mejor su naturaleza híbrida de guerreros y evangelizadores. Así nacieron los Apóstoles del Deseo Oscuro.
Apóstoles del Deseo Oscuro
Los Apóstoles del Deseo Oscuro serían la mano extendida de Rivon en los rincones más alejados de la galaxia. Equipados con armaduras similares a las de los Guerreros del Deseo y del Caos, pero con un diseño más simbólico, portaban estandartes sagrados y reliquias que representaban la fe en Velkarion.
Cada Apóstol tenía un doble propósito: combatir cuando fuera necesario y expandir la creencia en el poder divino de Rivon. Eran expertos en persuasión, capaces de influir en las masas y convertir poblaciones enteras a su culto, utilizando tanto su elocuencia como sus habilidades místicas para manipular los deseos de aquellos a los que se acercaban. En combate, los Apóstoles no solo luchaban con armas convencionales, sino que también usaban su poder sobre los deseos oscuros para controlar y corromper a sus enemigos.
Los Apóstoles del Deseo Oscuro serían enviados en naves especializadas, diseñadas para navegar sin ser detectadas, moviéndose a través de la galaxia para encontrar nuevos mundos y plantar las semillas de la fe en Velkarion. En muchos casos, estos apóstoles serían los primeros en llegar a un planeta, preparando el terreno para la llegada del ejército de Rivon o asegurándose de que la influencia de su dios se expandiera sin necesidad de derramamiento de sangre.
El Templo del Deseo Eterno
Como símbolo de su poder y fe, Rivon ordenó la construcción de un gigantesco templo, el Templo del Deseo Eterno, en el corazón de su planeta. Este templo no era solo un lugar de adoración, sino un centro de poder que canalizaba la energía del Núcleo y la distribuía a través de todo el planeta.
El Templo del Deseo Eterno era una estructura colosal, decorada con estatuas que representaban las conquistas de Rivon y los momentos más importantes de su ascenso al poder. Torrentes de energía oscura fluían a través de sus paredes, alimentando tanto a los guerreros que lo protegían como a los Apóstoles del Deseo Oscuro que lo visitaban para obtener la bendición de su dios.
En el centro del templo se encontraba el Altar del Deseo, un lugar donde los Apóstoles venían a renovar sus votos y recibir nuevas bendiciones antes de partir en sus misiones. Este altar era también el lugar donde Rivon realizaba rituales oscuros, conectando su poder con el Núcleo y asegurando que la energía fluyera constantemente a través de él y sus guerreros.
El Templo del Deseo Eterno se convirtió rápidamente en un lugar sagrado para todos los que seguían a Rivon. Los Guerreros del Deseo y del Caos venían a rendir homenaje, mientras que los ciudadanos y esclavos lo veían con reverencia y temor. Aquellos que se atrevían a cuestionar la autoridad de Rivon eran llevados al templo para ser "convencidos" de su divinidad a través de rituales que invocaban los deseos más profundos y oscuros en sus corazones.
El Imperio del Deseo
Con el Templo del Deseo Eterno erigido y los Apóstoles del Deseo Oscuro viajando a nuevos mundos, Rivon se consolidaba como una fuerza inquebrantable. La fe en Velkarion comenzaba a extenderse, y aunque algunos planetas resistían al principio, pocos podían enfrentarse al poder de los Apóstoles y la maquinaria de guerra que Rivon había creado.
Este nuevo ejército no solo expandía el poder militar de Rivon, sino que también garantizaba que su nombre y su divinidad se extendieran a lo largo y ancho de la galaxia. Ahora, cada rincón del universo podía ser influenciado, convertido o conquistado, no solo por la fuerza, sino también por la fe.
Los Apóstoles del Deseo Oscuro serían el ejército espiritual de Rivon, uniendo la guerra y la religión en una única fuerza destinada a controlar la galaxia. Rivon no solo sería conocido como un conquistador, sino también como un dios, y su palabra, su poder, y su deseo serían los pilares sobre los cuales se construiría un nuevo orden galáctico.