La lanzadera se deslizó suavemente a través del campo gravitacional de la nave Aegis Rex, la nave principal de la Mano, que esperaba en la órbita del planeta. Los motores emitían un leve zumbido mientras la nave se acercaba lentamente al puerto de aterrizaje. Dentro de la lanzadera, el silencio dominaba. No era el silencio cómodo de la paz, sino el silencio sofocante del agotamiento, la derrota y la reflexión. Los soldados estaban exhaustos, sus cuerpos destrozados por la batalla, sus mentes abrumadas por lo que habían presenciado.
Rivon, cubierto de sangre seca y polvo, se dejó caer en su asiento, sintiendo el peso de los días anteriores acumulándose en sus músculos. La armadura, que alguna vez lo había protegido con orgullo, ahora estaba golpeada, agrietada y abollada por los constantes ataques. El metal negro y dorado que una vez brillaba, ahora estaba opaco y desgastado. Miró a su alrededor y vio rostros similares entre los Ascendidos Superiores y los pocos legionarios que habían sobrevivido. Todos compartían la misma mirada: una mezcla de cansancio y rabia contenida.
Las puertas de la lanzadera se abrieron con un silbido, revelando el interior del hangar de la Aegis Rex. Los oficiales y técnicos esperaban en formación, listos para recibir a los sobrevivientes. Pero en lugar de la alegría habitual de un retorno victorioso, la atmósfera estaba cargada de tensión. Sabían que el regreso de esos soldados no significaba una victoria, sino una retirada forzada, y las decisiones que se tomarían a partir de ese momento serían críticas.
Lord Tanos, aunque gravemente herido, fue el primero en bajar de la lanzadera. Los oficiales lo rodearon rápidamente, ofreciendo informes y pidiendo instrucciones. Su rostro, normalmente sereno, mostraba signos de fatiga y dolor, pero su voz seguía siendo firme cuando habló.
— Nos hemos retirado, pero el planeta sigue bajo asedio. Necesitamos discutir las opciones. — Su mirada se dirigió a Rivon y los demás soldados mientras los seguían fuera de la lanzadera. — Descansen por ahora. La situación será evaluada, pero debemos estar listos para cualquier decisión.
Los soldados comenzaron a dispersarse en el hangar. Rivon caminó lentamente, sus pasos resonando en el piso de metal del hangar. Sus ojos escudriñaron el vasto espacio, observando la actividad febril de los técnicos y el personal. Las naves de combate estaban siendo reparadas, los tanques de transporte llenos de suministros para futuras misiones, pero todos sabían que algo más grande estaba en juego.
Cuando Rivon llegó a la plataforma de observación, miró a través de los cristales reforzados hacia el planeta bajo ellos. Korrath, una vez una fortaleza imponente, ahora estaba en llamas. Las nubes de humo ascendían desde la superficie, cubriendo grandes secciones del planeta en sombras oscuras. Sabía que el ejército estaba diezmado, y que los recursos y el tiempo se estaban agotando. Recuperar el planeta sería un esfuerzo monumental, y las probabilidades estaban en contra.
— ¿Vale la pena intentar recuperarlo? — murmuró para sí mismo, su voz apenas un susurro. Rivon sabía que esta no era una simple pregunta estratégica. Lo que estaba en juego era la esencia misma del Imperio: mantener su poder y control, o enfrentarse a la posibilidad de perder otro mundo.
Poco después, se le ordenó presentarse en la sala de guerra junto a los oficiales superiores. El aire en la sala estaba denso, cargado de una mezcla de tensión y resignación. Los líderes militares se habían reunido en torno a una mesa holográfica, donde el mapa tridimensional del planeta Korrath brillaba con luces rojas que marcaban las áreas bajo control de los Zor'tha.
Lord Tanos, todavía herido pero en pie, habló con voz grave.
— El ejército ha sido diezmado. Nuestras defensas no pudieron detener el avance de los Zor'tha, y las líneas defensivas están completamente destruidas. La única razón por la que algunos sobrevivimos fue por una retirada desesperada. No hay suficiente tiempo ni recursos para montar una nueva ofensiva inmediata.
Un oficial de la Inquisición del Núcleo se adelantó, su expresión severa.
— Si no podemos recuperar el planeta, deberíamos considerar destruirlo. No podemos permitir que los Zor'tha lo usen como base para futuras incursiones en los territorios del Imperio.
Las palabras resonaron en la sala como un golpe seco. Destruir Korrath no solo significaría la pérdida de un importante bastión militar, sino también una señal de que el Imperio estaba dispuesto a sacrificar planetas en su guerra interminable. Algunos oficiales intercambiaron miradas incómodas, conscientes de lo que eso implicaría.
— Tenemos tecnología suficiente para causar una explosión en el núcleo del planeta y eliminar cualquier rastro de los Zor'tha y sus fuerzas, continuó el oficial de la Inquisición. — Pero no podemos tomar esta decisión a la ligera.
Rivon observó en silencio, su mente girando en torno a la brutalidad de la situación. No había una solución fácil, y cada opción implicaba un sacrificio inimaginable. Pero para él, todo era parte del juego brutal en el que estaba inmerso. Sabía que, tarde o temprano, el Imperio tendría que decidir entre el control y la supervivencia.
Lord Tanos respiró hondo, sus ojos oscuros brillaban bajo la luz del mapa holográfico.
— Debemos sopesar nuestras opciones rápidamente — dijo con firmeza. — Si intentamos retomar el planeta, necesitaremos refuerzos masivos. Si decidimos destruirlo, que sea bajo la orden directa del Cónclave Celestial.
Un silencio cayó sobre la sala mientras los oficiales consideraban las posibilidades. Todos sabían que no había un camino fácil, y cada segundo perdido significaba más muertes.
— Deben tomar una decisión antes de que las fuerzas enemigas se consoliden por completo en el planeta, agregó un oficial veterano, su rostro endurecido por años de guerra. — Si dudamos, perderemos todo.
Rivon permaneció en la sombra de la sala, su mente procesando los próximos pasos. Cualquiera que fuera la decisión, él sabía que seguiría siendo una herramienta del Imperio, un soldado al servicio de un poder que no admitía debilidades. El destino de Korrath estaba en manos de los altos mandos, pero Rivon ya tenía clara una cosa: sobreviviría, sin importar el costo.
La atmósfera en la sala de guerra se volvía aún más tensa. Los oficiales debatían en voz baja mientras el mapa holográfico seguía proyectando la imagen del planeta Korrath bajo asedio. La discusión sobre destruir el planeta o intentar recuperar el control con refuerzos era cada vez más acalorada. Entonces, una notificación resonó en la sala. Una holo-comunicación de alta prioridad comenzaba a desplegarse desde el centro de la mesa.
Una figura etérea y luminosa apareció frente a ellos, la imagen distorsionada de un Primus Ascendido, líder de la Mano a la que pertenecía Rivon. Lord Caine, el imponente líder de la Mano de Vetra, se materializó en la imagen, su armadura decorada con marcas de innumerables victorias y batallas. Su rostro era severo, pero mantenía una compostura inquebrantable.
— Aquí la Mano de Vetra — la voz de Lord Caine resonó fuerte y clara en la sala. — Nuestros refuerzos están en camino hacia Korrath. Nos encontramos a tres ciclos estándar del sistema, con una flota completa de naves de guerra y tropas listas para el despliegue.
El rostro de Lord Tanos mostró un leve alivio al escuchar las noticias. Rivon, que se mantenía cerca de los oficiales, también sintió cómo la tensión en el ambiente disminuía, al menos momentáneamente. Los refuerzos eran la única esperanza para recuperar Korrath sin tener que destruir el planeta.
Lord Caine continuó, sus ojos brillando con una determinación implacable.
— Si llegamos a tiempo, nuestras naves de combate atacarán a la flota enemiga orbitando Korrath. Con la eliminación de sus naves, podremos despejar el espacio y garantizar la llegada de nuestras tropas. Una vez que estemos en tierra, erradicaremos cualquier presencia Zor'tha en el planeta.
El oficial de la Inquisición del Núcleo, que había propuesto destruir el planeta, se adelantó con cautela.
— ¿Podremos reorganizar nuestras tropas en tan poco tiempo? Los Zor'tha han consolidado su control en varias áreas del planeta. Recuperarlo no será sencillo, ni siquiera con refuerzos.
Lord Caine no titubeó ante la pregunta.
— No será sencillo, pero tampoco imposible. Hemos luchado contra los Zor'tha antes y conocemos sus tácticas. No se detendrán a menos que los exterminemos. Con nuestras naves y tropas, atacaremos desde múltiples frentes, forzándolos a dividir sus fuerzas. Debemos actuar con rapidez y precisión.
Los hologramas de las naves de combate comenzaron a proyectarse en el mapa holográfico. La flota de la Mano de Vetra era vasta y formidable, compuesta por poderosos cruceros de batalla, destructores y transportes de tropas masivas. Los nombres de las naves aparecían uno por uno: Vengeance of Vetra, Crucible, Lance of the Ascended, y otras naves de guerra que habían acumulado victorias en incontables batallas.
— Los preparativos ya han comenzado, añadió Lord Caine. — Estaremos listos para el despliegue terrestre tan pronto como eliminemos las naves enemigas. Esta vez, no dejaremos a ningún Zor'tha con vida en Korrath.
Lord Tanos asintió con firmeza.
— Nos reorganizaremos en cuanto lleguen. Nuestros recursos y tropas restantes serán dirigidos hacia las zonas de mayor concentración de los Zor'tha. Mientras las naves de la Mano de Vetra se encargan del espacio, nuestras tropas avanzarán desde los flancos. No podemos permitir que los Zor'tha utilicen Korrath como una base de operaciones.
Rivon, observando la discusión en silencio, sentía cómo se formaba una nueva chispa de esperanza. Sabía que la Mano de Vetra no se retiraba fácilmente, y sus líderes eran conocidos por su estrategia implacable. Aunque las bajas habían sido devastadoras, los Ascendidos restantes y los legionarios que aún quedaban se reagrupaban, listos para un último esfuerzo.
El holograma de Lord Caine miró a Lord Tanos, y sus ojos se entrecerraron ligeramente.
— Rivon, el Sargento Ascendido. He oído hablar de su desempeño en el campo de batalla — dijo, con su tono frío y calculador. — Ha mostrado habilidades que superan lo común entre los Ascendidos Menores. Quiero que sea asignado a la vanguardia de la ofensiva terrestre.
Las miradas en la sala se dirigieron a Rivon, quien permaneció estoico ante la mención de su nombre. Aunque los otros oficiales sabían que sus habilidades eran excepcionales, las palabras de Lord Caine lo situaban en una posición de mayor responsabilidad.
Lord Tanos miró a Rivon y asintió.
— Así será. Rivon liderará uno de los escuadrones de choque que penetrarán las líneas enemigas.
Rivon mantuvo su mirada fija en el mapa holográfico del planeta Korrath, mientras su mente comenzaba a evaluar las posibilidades. La oportunidad de liderar una ofensiva masiva contra los Zor'tha despertaba en él el mismo deseo insaciable que había experimentado en tantas batallas antes. El poder, la destrucción y la victoria inminente lo atraían, y sabía que ese sería su momento para destacarse.
Lord Caine concluyó la comunicación.
— Estaremos en contacto mientras nos acercamos. Preparen a sus tropas y aseguren que todo esté listo para nuestro desembarco. El planeta Korrath será nuestro nuevamente.
La holo-comunicación se desvaneció, y la sala quedó en un silencio momentáneo antes de que los oficiales comenzaran a emitir órdenes. Había un claro plan ahora, pero el tiempo seguía siendo un factor crucial.
Rivon, junto con el resto de los Ascendidos Superiores, sabía que la verdadera prueba aún estaba por llegar. En pocas horas, estarían nuevamente en el campo de batalla, enfrentándose a un enemigo que no conocía la piedad. Pero esta vez, contaban con algo que no habían tenido antes: refuerzos suficientes para borrar a los Zor'tha de la faz del planeta.
El bullicio en los hangares de la Aegis Rex se había intensificado. Los preparativos para el contraataque seguían sin descanso, pero Rivon permanecía apartado mientras observaba cómo los técnicos trabajaban para reparar su armadura. La armadura de un Ascendido Menor no era simplemente un conjunto de placas de metal; era una extensión de su ser, cargada con los blasones y las insignias que contaban la historia de cada batalla y victoria obtenida. Para él, recibir una armadura nueva sin haber caído en combate sería una ofensa. El metal desgastado, aunque agrietado y abollado, debía ser restaurado, no sustituido.
Los técnicos limpiaban cuidadosamente las placas doradas y negras, sellaban las grietas y recalibraban los sistemas internos. Cada insignia de victoria que adornaba la armadura, desde sus batallas pasadas hasta las más recientes, fue reparada con el mismo cuidado reverente. Los blasones colgaban de los costados como una serie de trofeos silenciosos, cada uno contando una historia de brutalidad y poder.
Rivon observaba en silencio, sintiendo cómo la energía dentro de él resonaba con la armadura a medida que los técnicos terminaban el proceso. Sabía que esta armadura era mucho más que una simple herramienta de guerra. Con cada batalla, cada gota de sangre derramada, la armadura se convertía en un símbolo de su poder y su dominio. Y con su reciente ascenso a Sargento, el peso simbólico de la armadura era aún mayor.
— Está lista, dijo uno de los técnicos, su voz seria y respetuosa.
Rivon asintió y se acercó a la plataforma donde descansaba su armadura. Colocó las manos sobre el frío metal, sintiendo la energía fluir nuevamente en su cuerpo. Se enfundó en ella con precisión, como un ritual que había repetido incontables veces. Al ajustar las placas y activar los sistemas internos, la familiaridad de la armadura lo reconfortó. Con ella, Rivon sentía que volvía a ser el arma definitiva que el Imperio necesitaba para ganar esta guerra.
Una vez que la armadura estuvo completamente ajustada, se dirigió a la plataforma de mando, donde el resto de los Ascendidos Menores y Superiores esperaban las órdenes. Sus blasones brillaban con el resplandor de las luces del hangar, y los símbolos de sus victorias recientes se destacaban sobre el metal oscuro. Para cualquier observador, la visión de Rivon completamente equipado era un recordatorio de su letalidad.
Lord Tanos se acercó, observando a Rivon de pies a cabeza. El líder de la operación sabía que no se trataba solo de la brutalidad del joven Ascendido, sino de su capacidad para liderar.
— Tienes el mando de la vanguardia en esta misión — dijo Tanos, con una mirada que reflejaba la gravedad de la situación. — Tu escuadrón será el primero en asegurar la planta de energía. Sin ella, nuestras fuerzas no podrán mantener la ofensiva. Haz lo que sea necesario, pero asegúrate de que los Zor'tha no retomen esa posición.
Rivon asintió. Sabía que esta misión sería crucial para el destino de Korrath. Si fracasaban en asegurar la planta de energía, las defensas restantes colapsarían, y los Zor'tha tendrían control total del planeta. No había margen para el error.
— ¿Cómo están los preparativos? — preguntó Rivon, volviendo su mirada hacia el mapa holográfico que flotaba en el centro de la sala.
Tanos señaló las proyecciones.
— Las naves de la Mano de Vetra llegarán en menos de tres ciclos. Una vez que despejemos el espacio de las naves enemigas, tus fuerzas desembarcarán en la zona sur de la fortaleza. El objetivo principal es la planta de energía, pero mantén a tus hombres listos para adaptarse a cualquier cambio en el campo de batalla. No podemos subestimar a los Zor'tha.
Rivon asintió, absorbiendo cada detalle del plan. Sabía que liderar la vanguardia no solo requería fuerza bruta, sino también estrategia. Los Zor'tha eran impredecibles, pero la brutalidad organizada de los Ascendidos sería suficiente para aplastarlos.
El sonido de botas resonaba mientras Rivon caminaba hacia su escuadrón. Los Ascendidos Menores estaban listos, alineados y en formación. Cada uno de ellos llevaba sus armaduras personalizadas, cargadas con símbolos de victorias y glorias pasadas. Como él, sus blasones y medallas de servicio colgaban de las armaduras, símbolos de su dedicación y letalidad.
— Nos dirigimos a la planta de energía — anunció Rivon, su voz firme y autoritaria. — Seremos la punta de lanza de la operación. No habrá fallos. Si caemos, la ofensiva colapsará. Pero no tengo ninguna duda de que cumpliremos con nuestra misión. Somos los mejores, y esta victoria será nuestra.
Los Ascendidos asintieron sin dudar. Sabían lo que estaba en juego, y ninguno mostraba signos de debilidad. Cada uno de ellos había pasado por pruebas más duras que la mayoría de los soldados humanos, y su lealtad a la Mano de Vetra era absoluta.
A medida que los preparativos continuaban, las naves de transporte comenzaron a llenarse de tropas y vehículos blindados. Los tanques Marauder rugían con energía mientras se alineaban para ser cargados en las naves. Todo estaba listo para la ofensiva final.
Rivon miró una última vez el planeta Korrath, visible a través de los ventanales reforzados del hangar. Sabía que la batalla que se avecinaba sería feroz, pero también sabía que, con cada paso que daba hacia la guerra, su poder crecía. El campo de batalla era su escenario, y con su armadura reparada y su escuadrón listo para el combate, estaba preparado para reclamar lo que le pertenecía.
Cuando el aviso de que los refuerzos estaban cerca resonó en la nave, Rivon sabía que el momento había llegado.