La base estaba en movimiento constante. Desde que los refuerzos habían llegado, las tropas se habían reagrupado, y las operaciones para mantener la frontera habían cobrado nueva vida. Sin embargo, algo diferente latía en el corazón de todo ese caos. Rivon, aunque rodeado de la fortaleza del Imperio, sentía cómo su propio poder se estaba gestando en silencio. Mientras los Ascendidos y los legionarios cumplían sus deberes con devoción, él notaba un cambio interno. Cada batalla, cada muerte, lo acercaba más a esa verdad que, aunque todavía oculta, se hacía más evidente en su ser.
Los informes llegaban a diario: los Shak'Thor seguían atacando en diferentes sectores, y las naves de la Mano estaban constantemente en combate en la órbita del planeta. No obstante, Rivon sabía que el verdadero conflicto estaba por venir. El Imperio mantenía su supremacía, pero los enemigos externos se multiplicaban, y los internos, aunque menos visibles, comenzaban a hacerse sentir.
En su habitación, Rivon se sentó frente al comunicador. Tenía órdenes de prepararse para la próxima misión, pero algo en él le decía que esta vez sería diferente. Había rumores de que las fronteras más distantes estaban siendo corrompidas por algo más que las razas alienígenas. Se hablaba de la Sombra, esa fuerza que se mencionaba en susurros entre los altos rangos, pero de la que nadie parecía querer hablar abiertamente.
El comunicador emitió un sonido agudo, interrumpiendo sus pensamientos. Rivon respondió con rapidez, viendo la figura de Lord Tanos proyectada en el aire.
— Rivon, se te ha asignado una nueva misión. Te moverás con tu equipo hacia el sector exterior de la base. Los informes indican actividad inusual, y creemos que podría ser una incursión de Zor'tha. Asegura la zona y regresa con cualquier información que encuentres.**
— Entendido, — respondió Rivon, con la habitual frialdad que lo caracterizaba.
La comunicación se cortó, y Rivon se levantó, preparando su equipo para la misión. Su mente, aunque enfocada en el deber, seguía siendo arrastrada por las sensaciones que experimentaba en cada combate. El deseo, el poder, todo lo que lo definía parecía entrelazarse con la guerra misma.
Cuando salió al pasillo, el campamento estaba en plena actividad. Ascendidos Menores y legionarios corrían de un lado a otro, preparándose para la siguiente incursión. Rivon caminaba entre ellos, notando las miradas que le lanzaban. Sabían que algo en él era diferente, pero nadie se atrevía a cuestionarlo. Era más alto, más fuerte que el resto, y sus habilidades en el campo de batalla eran innegables.
Al llegar a la zona de despliegue, Rivon se reunió con su equipo de Ascendidos. No necesitaban muchas palabras. Todos sabían lo que había que hacer.
— Nos movemos ahora, — ordenó, y el equipo lo siguió de inmediato.
Se subieron a los transportes, y en cuestión de minutos, las naves se dirigían hacia el sector asignado. Mientras volaban sobre el terreno devastado, Rivon no podía evitar notar cómo el paisaje reflejaba la brutalidad de la guerra. Edificios derrumbados, vehículos destruidos y cuerpos dispersos por el campo de batalla. Todo formaba parte de la vida diaria en el Imperio. Y para él, esto no era más que otro día en su ascenso hacia el poder.
La nave aterrizó en la periferia del sector. El aire era denso, cargado de una sensación de tensión que Rivon no podía ignorar. Algo en el ambiente se sentía mal, como si hubiera una presencia que no podía ver, pero que lo observaba a él. Sabía que los Zor'tha no eran las únicas amenazas que enfrentaban. La corrupción de la Sombra era real, aunque los altos mandos del Imperio lo negaran.
— Despliega el equipo de reconocimiento, — ordenó Rivon, mientras activaba su visor. — Quiero saber qué hay más allá de este terreno antes de avanzar.
Los Ascendidos se movieron con rapidez, sus sensores activándose mientras exploraban la zona en busca de cualquier signo de incursión. Sin embargo, cuanto más se adentraban, más extraño se volvía el entorno. No había señales de vida alienígena, ni los rastros habituales de las criaturas que atacaban sus fronteras.
— Algo no está bien, — murmuró Rivon, sintiendo cómo su cuerpo respondía al ambiente con una alerta instintiva.
De repente, una interferencia se produjo en sus comunicadores, y el aire a su alrededor comenzó a vibrar con una energía oscura. Las sombras en el suelo parecían moverse por sí solas, y un murmullo apenas audible llenó el aire.
— Estamos siendo observados, — pensó Rivon, apretando con fuerza su espada de energía.
Antes de que pudiera emitir una orden, las sombras se arremolinaron en torno a ellos, y de entre la oscuridad surgieron figuras distorsionadas, humanas en apariencia, pero corruptas por una energía oscura que no se parecía a nada que hubieran enfrentado antes.
Los Zor'tha no eran el enemigo en esta ocasión.
— Formación defensiva! — gritó Rivon, pero en su interior, sabía que esto era más que una simple batalla. Las figuras avanzaban, sus ojos vacíos y cuerpos deformes brillando con una energía que recordaba a la Sombra de la que tanto habían oído hablar.
Los Ascendidos dispararon, pero las sombras parecían absorber los disparos, acercándose con una velocidad inhumana.
Rivon cargó hacia ellos, su espada atravesando la primera figura con una fuerza brutal. A medida que el enemigo caía, esa misma energía oscura se disipaba en el aire. Pero no había tiempo para detenerse. Más de esas criaturas venían, y aunque no era un ejército numeroso, lo que les faltaba en cantidad lo compensaban con el poder aterrador que los envolvía.
Rivon luchaba con todo su ser, su deseo de control y poder aumentando con cada golpe. Sabía que esto era solo el principio de algo más grande, algo que el Imperio había tratado de mantener en secreto, pero que ahora estaba emergiendo para desafiar todo lo que conocían.
Las cargas explosivas estaban colocadas, y el equipo de Ascendidos retrocedía en formación, esperando la señal de Rivon para activar los detonadores. La estructura que los Zor'tha habían construido, su base de operaciones en esta región, se alzaba imponente ante ellos, pero estaba a punto de desaparecer. Todo había salido según lo planeado, pero en la mente de Rivon, el caos continuaba creciendo.
Mientras observaba los movimientos de sus soldados, sintió un estremecimiento recorriéndole la columna. No era el miedo de la batalla, sino algo más profundo, más visceral. La energía que había comenzado a fluir en él durante el combate seguía latiendo con fuerza, como un eco que no se apagaba. Cada pulsación de ese poder lo conectaba más con algo que había estado dormido dentro de él durante demasiado tiempo.
Los Ascendidos esperaban su señal, pero Rivon seguía quieto, su mano apretada alrededor de la empuñadura de su espada de energía. El arma vibraba suavemente, como si respondiera a la misma energía que él sentía. Podía escuchar los murmullos de los Ascendidos detrás de él, pero esos sonidos se desvanecían bajo el peso de lo que estaba experimentando.
Sin darse cuenta, Rivon levantó su mano. No la que sostenía el detonador, sino la otra, que había estado vacía. Frente a la estructura enemiga, algo dentro de él lo empujaba a extender su poder, a probar hasta dónde llegaba esa fuerza que sentía en lo más profundo de su ser. No sabía qué estaba haciendo exactamente, pero podía sentir cómo la energía se acumulaba en su interior, buscando un escape.
Entonces, sucedió.
Un destello de luz brilló en la punta de sus dedos, y el aire a su alrededor pareció cargarse de estática. En un instante, el suelo tembló bajo sus pies, y la estructura enemiga empezó a crujir. Los Ascendidos a su alrededor miraron en silencio, confundidos, sin saber de dónde provenía esa fuerza. La estructura, que debería haber sido destruida por las cargas explosivas, comenzó a colapsar sobre sí misma, como si una fuerza invisible la estuviera aplastando desde el interior.
Rivon no podía creer lo que estaba viendo. No había activado las cargas, pero la fortaleza de los Zor'tha se desmoronaba como si hubiera sido golpeada por un poder imparable. Y ese poder... provenía de él.
Los escombros cayeron con un estruendo, y el polvo se elevó en el aire, cubriendo el campo de batalla en una nube espesa. Los Ascendidos, ahora inmóviles, miraban el lugar donde la fortaleza había estado solo unos momentos antes. No habían disparado ni activado las explosiones, pero la fortaleza estaba destruida.
— ¿Qué demonios...? — murmuró uno de los Ascendidos, su voz llena de asombro.
Rivon guardó silencio, su mente procesando lo que acababa de ocurrir. Aunque trataba de mantener la calma exterior, en su interior todo era caos. No había querido mostrar su poder, no quería que nadie supiera lo que estaba sucediendo dentro de él. Y, sin embargo, allí estaba, desplegando una fuerza que no tenía explicación.
— Las cargas... no han sido activadas, — dijo uno de los Ascendidos, mirando a Rivon como si esperara una respuesta.
Rivon apretó los labios y activó el detonador. Aunque no era necesario, quería cubrir lo que había hecho. Las explosiones retumbaron, destruyendo los pocos escombros que quedaban de la fortaleza, y los Ascendidos volvieron a sus posiciones.
— Misión cumplida, — dijo Rivon con una voz controlada. — Regresamos a la base.
Sin hacer más preguntas, los Ascendidos obedecieron. Para ellos, la misión había sido un éxito, y aunque lo que acababa de suceder era extraño, confiaban en Rivon. Después de todo, él era un líder nato, y su habilidad en el campo de batalla les había salvado la vida en numerosas ocasiones.
Sin embargo, Rivon no podía ignorar lo que había pasado. Mientras caminaba de regreso a la nave, su mente estaba atrapada en un torbellino de pensamientos. No podía dejar de preguntarse qué era lo que había desatado dentro de sí. Sabía que no era el Núcleo, sabía que no tenía nada que ver con las fuerzas que alimentaban a los Ascendidos. Esto era algo completamente diferente, algo que lo conectaba con un poder más antiguo y oscuro.
Cuando subieron a la nave de transporte, el silencio reinaba. Los Ascendidos estaban ocupados revisando sus armas y equipo, pero Rivon apenas podía concentrarse en otra cosa que no fuera lo que acababa de suceder. Se sentó en uno de los asientos, su respiración agitada, tratando de calmar la tormenta de pensamientos que lo invadían.
Sabía que no podría seguir ocultando esto por mucho tiempo. Algo estaba despertando en su interior, y cada batalla parecía acercarlo más a esa verdad que había estado evitando. Pero por ahora, tenía que mantener la fachada. Tenía que seguir siendo Rivon, el líder, el guerrero implacable. Aunque por dentro, algo mucho más grande estaba a punto de desatarse.
Mientras la nave se elevaba hacia el cielo, Rivon cerró los ojos y trató de encontrar algo de paz. Sabía que cuando llegara el momento, tendría que enfrentar esa verdad. Y, aunque no lo admitiera, una parte de él estaba ansiosa por descubrir hasta dónde llegaba ese poder que ahora no podía ignorar.