—¡Gracias por ofrecerte como chivo expiatorio! ¡Vamos a jugar, Gracie! —Dante le gruñó.
—¿Qu... qué estás haciendo, Dante? —Gracie se acobardó.
—¡Tú... Me estás lastimando! —ella gritó.
—No, ni siquiera he comenzado. Estoy a punto de empezar, Gracie. Te voy a lastimar bastante —él le informó.
—¿Qué? ¿Qu... qué h... he hecho mal? —ella tartamudeó.
—¡Solo necesito que me hagas sentir mejor! —él gruñó.
—¡Dante, por favor cálmate! Vas a hacer algo de lo que te arrepentirás a este paso —Simon se atrevió a decir, y Dante se enfureció aún más.
—¡Dante! —Simon llamó otra vez, intentando tocarlo.
—¡Apártate de mí, cobarde! —Dante gruñó mientras empujaba a Simon con una mano y este último salió volando hacia atrás.
—Te lo advertí, ¿no? Te dije que tuvieras cuidado con él hoy. ¿No te das cuenta de que su lobo está al mando? ¿Eres tan tonto? —Elías regañó a Simon pero lo ayudó a ponerse de pie.
—¿Entonces deberíamos ver cómo lastima a esa chica? —Simon preguntó.
