—¿Y qué hay de Miguel? —preguntó Kate—. ¿Qué sientes por él?
La pregunta de Kate me recordó a cuando Miguel me besó anoche.
Fue el primer beso de mi vida y la mejor experiencia que he tenido.
Cuando Miguel me besó, cada célula en mi cuerpo gritaba por él, y me hacía sentir que ni siquiera era yo misma. Fue una experiencia sin precedentes, novedosa, fuera de control.
Incluso tenía miedo. Mis instintos biológicos me urgían a transformarme en una bestia para tener sexo con él, pero mentalmente no estaba preparada.
—No está mal, —dije vagamente.
—Vamos, —dijo Kate, observando mi expresión—. ¡Algo debió haber pasado entre ustedes dos! ¡Deprisa, dime la verdad!
Kate era observadora en este aspecto. Estaba pensando en evitar este tema. Afortunadamente, vi al profesor entrar desde la puerta. Cambié el rumbo de la conversación y dije pensativa:
—Shh, ya casi es hora de clase.