Una Misión Encubierta
Ahora mismo, yo estaba arrastrándome sobre mi estómago a través de una zona rocosa.
Solo tenía que viajar cincuenta metros al este de mi punto de partida para alcanzar mi destino.
¿Cómo había terminado en esta situación? Era una larga historia.
Esta madrugada, cuando yo estaba solo, preparando nuestras raciones, el coronel me
habló. "Rudeus, tienes una misión. Debes escabullirte hacia el manantial a cincuenta metros
de aquí, solo. Ahí, encontrarás a Eris Boreas Greyrat. Tómale una foto."
Rápidamente me puse en acción para cumplir mis órdenes. Las órdenes del Coronel son
absolutas, pensé. Él no tolerará ninguna insubordinación.
Me alejé diez metros desde el campamento al aire libre que era mi punto de partida, para
entonces detenerme. Un hombre calvo con un rostro aterrador yacía ahí, como para bloquear
mi camino.
"Coronel, me encontré con un solitario guardia de seguridad. Un demonio con una lanza
blanca y una bandana."
"Ese es Fin del Camino Ruijerd. Haz algo para despistarlo, y luego procede hacia tu
destino."
Haz algo era una orden irritantemente vaga, la cual casi me provocó echar fuego por la
nariz, pero lo importante en una misión era responder con flexibilidad. Yo ya había
completado innumerables misiones, probando mi habilidad para sobrevivir cada vez que fue
necesario, incluso con un comandante incompetente que estaba desconectado de la situación.
Le demostraría de lo que yo era capaz.
"Ruijerd-san, voy al baño y vuelvo," le dije.
"Bien."
Oh, sí. Se lo creyó.
Sin mostrar expresión alguna, yo me alejé de la escena, dirigiéndome directamente hacia
el este. Traté de que el viaje se viera lo más normal posible. No tramaba nada malo, así que
por supuesto que no había ningún problema con que yo siguiera avanzando. Ruijerd
simplemente estaba en el camino.
El guardia me habló antes de poder seguir mi camino. "Rudeus."
Mi corazón casi salta de mi pecho. ¿Había cometido un error?
"No vayas demasiado lejos," dijo él.
"Por supuesto que no," respondí tan fresco como un pepino, antes de continuar mi viaje.
Yo tenía toda la intención de obedecerlo al pie de la letra. Después de todo, me justifiqué
internamente, cincuenta metros no son nada.
Después de eso hubo silencio. Caminé diez metros, luego veinte. A la mitad de camino,
no pude evitar mirar atrás sobre mi hombro. Las sombras de un tramo de muro rocoso
oscurecían a Ruijerd. Las rocas también ocultaban el manantial más adelante, haciendo
imposible verlo.
Todo iba de acuerdo al plan. El mejor de los casos: nadie me veía, localizaba a mi
objetivo en secreto, y grababa en mi mente algunos recuerdos para toda la vida.
Sin embargo, sería imposible salir del campo de visión de Ruijerd. Por lo tanto, existía
una buena posibilidad de que él cerrara la brecha de veinte metros entre nosotros y me llevara
directamente hasta el punto de partida.
¿Qué hago…? Supongo que la única opción es correr, ¿no?
Incluso si Ruijerd se daba cuenta, yo solo necesitaba una breve fracción de segundo para
enfocar la imagen y capturarla con mi cámar—
Recordé algo justo en ese momento. "¡Esto es malo, Coronel!"
"¿¡Qué sucede, Rudeus!?"
"¡No tengo una cámara!"
Este ciertamente era un gran problema.
En mi antiguo mundo, podías comprar una cámara que tomara fotos en alta definición
desde una gran distancia por solo unos cuantos miles de yenes. Para ser honesto, ni siquiera
necesitabas tanto dinero. Podías comprar una cámara desechable por quinientos yenes. Pero
este era un mundo de fantasía. Aquí no existían las cámaras. Esta era una misión imposible.
Mientras yo entraba en pánico, el Coronel respondió, "Rudeus. Las lentes de tu corazón
toman fotos más nítidas que cualquier cámara. Graba el recuerdo en tu alma."
Graba el recuerdo en tu alma. Yo me llené de resolución después de internalizar esa
importante lección. "¡Sí, señor…!"
¡Ya que el obturador de la lente de mi corazón captaba las imágenes mucho más rápido
que la velocidad de la luz, yo solo necesitaría un momento —un solo momento— para
enfocar al objetivo y grabar la foto en mi alma!
"¡Hagámoslo!"
Corrí. Corrí. Y corrí —sin vacilar. Diez metros. Veinte metros. Más allá de esa roca
yacía una imagen cegadora, algo casi fuera de este mundo.
Al instante siguiente, alguien me agarró del cogote y me levantó del suelo.
"¡Argh!"
"¿Qué estás haciendo?"
Era Ruijerd. Él ya me había alcanzado. Fue tan rápido que ni siquiera le tomó dos
segundos.
"Lo siento, Coronel. ¡Le he fallado!"
"¿Coronel? ¿De qué hablas?"
"Discúlpame, Ruijerd. Caí ante la tentación. ¡Simplemente tenía que verlo, sin importar
qué!"
Ruijerd respondió con un tono claramente exasperado mientras me seguía sosteniendo
del cogote, "¿De verdad querías ver eso?"
"Bueno, sí," respondí, como si no pudiera ser más obvio.
En respuesta, Ruijerd me levantó todavía más. "Entonces mira."
Gracias al punto ventajoso que ofrecía esta altura, yo fácilmente pude ver más allá de las
rocas. O tal vez sería más preciso decir que una vista me fue impuesta. Las lentes de mi
corazón cambiaron para tomar fotos en sepia, si saben a lo que me refiero.
"¿Eh…?"
Dentro del manantial, una enorme tortuga estaba poniendo un huevo.
"Las Tortugas Gigantes son dóciles en comparación a los monstruos del Continente
Demoniaco, y son una fuente de comida útil. Así que no deberías molestarlas mientras están
poniendo sus huevos. Ya te lo había dicho."
Ah, es cierto. Lo recordaba vagamente diciendo algo parecido. Algo sobre que había dos
manantiales cerca, y ya que la tortuga ocupaba uno, nosotros debíamos usar el otro para
bañarnos.
Yo básicamente había confundido esos manantiales.
"¿Querías ver eso?"
No pude encontrar las palabras para responder por un largo momento —un muy largo
momento. Pero entonces dije, "Bueno, no es algo que veo todos los días."
Ruijerd y yo observamos juntos a la Tortuga Gigante poner sus huevos por un rato. Para
ser honesto, ver a una enorme tortuga poniendo huevos del tamaño de una pelota de
basquetbol era una escena bastante misteriosa. Guardé la foto en el rollo de la cámara de mi
corazón con un filtro sepia.