Amelia miró fijamente a Anastasia durante un buen rato, luchando por encontrar su voz mientras su mente corría.
—Sí, pero aún así no puede evitar sentirse mal por haberte llamado fantasma antes. Estaba tan sorprendida y la palabra se escapó de su boca sin control. Por favor, si no te importa, ¿podemos hablar en privado? —le pidió Michelle a Anastasia.
Anastasia asintió:
—Claro.
Ambas se dirigieron hacia un rincón tranquilo, lejos de la multitud, mientras Amelia volvía al lado de su esposo. Era evidente que había dejado todo en las capaces manos de su hija favorita, Michelle.
Michelle colocó su mano sobre la de Ana, con una mirada compasiva en sus ojos antes de abrir los labios para hablar.
—Todavía siento mucho lo que mi madre hizo antes. Siento que te debo una mejor disculpa por sus acciones.
Anastasia se obligó a esbozar una sonrisa, el esfuerzo era evidente en la manera en que sus ojos no coincidían completamente con la expresión.