Cuando era más joven, recuerdo que una vez me lastimé jugando entre los árboles con Yubel…
Yubel siempre fue mejor que yo físicamente, era más fuerte, más rápido y mucho más popular entre los niños del orfanato… Quería demostrar que no era un niño tan débil, intenté trepar un árbol de manzanas y demostrar que podía ser tan bueno como él… una idea tan tonta que solo se le ocurriría a un niño…. Lo peor es que, obviamente, fracasé…
Caí del árbol y me rompí la pierna derecha.
El pensamiento de que no volvería a caminar inundó mi mente. Sentí mucho terror. Vi a mi maestro caminando lentamente en mi dirección mientras Yubel lloraba histérico. Su llanto solo me producía más estrés; en serio quería golpearlo.
Antes de que me diera cuenta, mi maestro Kang puso su mano en mi rodilla izquierda y recitó uno de los conjuros de la palabra sagrada…
"Los espíritus que dan vida odian el color rojo, alivia el dolor que rompe corazones y almas, Sanación".
Noté que mi pierna se recuperó rápidamente, pero aún me dolía. No era un dolor físico, ya que mi pierna estaba curada, pero el sentimiento de mi pierna rota estaba tan fresco que me daba miedo hasta caminar…
Mi maestro, notando mi dolor, me dijo…
"Aún te duele, ¿verdad? Ese dolor no está en el cuerpo, está en tu mente. He estudiado el cuerpo humano toda mi vida y he llegado a comprenderlo, pero la mente humana es muy fascinante. Es fácil curar el cuerpo, pero la mente no. Intenta evitar malos pensamientos y siempre que sientas dolor, recuerda que estás bien e intenta que no te afecte".
Mi maestro dijo todo eso mientras Yubel lloraba de fondo. En verdad, era un tonto. No pude entender bien esas palabras hasta ahora.
...
Es mi tercer día en esta caravana de comerciantes y me siento tan fuera de lugar…
Mi hogar está ubicado en los países bajos del sur, con una serie de naciones pobres que no vale la pena distinguirlas entre sí; se trata como un mismo territorio.
Actualmente, me encuentro en el Reino de Rusthia, en un viaje entre la ciudad comerciante de Sandiie y el puerto pesquero de la zona de libre comercio de Zhanty…
Estamos a mitad del camino y, gracias a cierta elfa cabeza hueca, el viaje no ha tenido contratiempos. Incluso se las arregló para ganar algo de dinero mientras viajamos, ya que a veces salen monstruos en el camino.
Cuando son bestias cuyas partes de su cuerpo tienen valor en el mercado, la elfa los mata con mucha delicadeza, tomando sus piezas para comerciarlas en la misma caravana, y cuando no… simplemente hace un desastre con sus cuerpos, los manda a volar o los intimida con su sed de sangre.
Es una mujer bastante descarada…
Bueno, al menos puedo concentrarme en sentir lástima por mí mismo. Todo lo que pasó estos días me tiene muy deprimido: mis amigos abandonándome, mi maestro ocultándome que era un puto príncipe y, claro, la indiferencia de Raiza… No entiendo por qué me trajo consigo en este viaje.
¿Qué podría necesitar de mí la heroína de los elfos?
Mientras tenía estos pensamientos en mi cabeza, Raiza notó mis preocupaciones y me susurró al oído. "Sé que tienes tus problemas, pero mínimo finge que te crecieron un par de pelotas y deja de transmitir tu depresión a los demás". La elfa no sabía cómo animarme… entonces escuchamos un ruido y la caravana se detuvo…
Uno de los caballos que jalaban el carruaje principal cayó en una zanja y se había roto el tobillo. Como yo era el médico del equipo, fui inmediatamente a ver la herida del caballo. Al parecer, la herida no fue nada leve; uno de sus huesos se rompió y perforó su piel…
Saqué un poco de agua para limpiar su herida y, cuando terminé, puse mi mano en su herida y recité:
"Curación"…
Si te preguntas por qué mis conjuros de curación son tan cortos… Mi maestro solía decir que era un prodigio, y supongo que tenía razón, ya que los demás magos sanadores que he conocido en mi viaje tienen que recitar conjuros mucho más largos….
Terminé de curar al animal, pero el caballo tenía miedo de caminar. Era obvio para mí por qué: el shock de romperse la pierna seguía fresco.
Le dije a los comerciantes que le dieran algo de tiempo al caballo para que descansara y, como ya estaba anocheciendo, decidimos acampar esa noche.
Los comerciantes dormían en sus caravanas, mientras nosotros, los escoltas, teníamos que armar un campamento improvisado que protegiera a los comerciantes. Ese día no me tocaba hacer guardia, por lo que intenté dormir, pero… últimamente tenía problemas para dormir y me ofrecí para hacer guardia esa noche…
Estaba solo a mitad de la fría noche, mientras tomaba algo de agua ardiente junto a la fogata al lado de mi tienda de campaña. Entonces noté que Raiza se sentó al lado mío y me dijo:
"¿Hay algo de lo que te gustaría que hablemos?". Le respondí: "No lo sé, he tenido mucho tiempo para pensar. Pensé en una teoría: creo que cuando entré en tus recuerdos, tú entraste en los míos. Por eso actúas como si me conocieras, pero yo sé muy poco de ti".
Raiza estiró su único brazo y miró al cielo nocturno lleno de estrellas. "¿Y qué quieres saber de mí?", respondió Raiza.
"¿Qué planeas hacer conmigo? Sé que no tengo nada que hacer en esta situación, pero me gustaría saber por qué estoy arriesgando mi vida".
Raiza me miró muy seria y dijo…
"Tú estás en un viaje para derrotar al señor demonio, eso no ha cambiado. Tengo asuntos que arreglar con los demonios para poder ser libre de mi destino, pero antes de eso necesito mejor equipo. Con estas piezas de segunda mano será imposible. Tengo un conocido en Zhanty, es un herrero rúnico y necesito sus servicios. Por eso me he estado concentrando en conseguir dinero; no quiero deberle nada a nadie".
Así que esa era su motivación…
Bueno, era obvio. Yo también quería derrotar al señor demonio, pero quería hacerlo con mis amigos, y una vez acabado el conflicto, quería casarme con Amelia…
Creo que tener a Amelia era mi mayor motivación. Aún la amo, pero aún tengo mucho que procesar… notando mi preocupación, Raiza puso su mano en mi cabeza y la sobó suavemente.
Me dijo… "Mi mamá hacía esto cuando me sentía preocupada, me ayudaba a dormir". No sé qué tipo de magia utilizó conmigo esa mujer, pero admito que esa noche dormí como un bebé.
Cuando desperté, estaba subido en la caravana de comerciantes, acostado en los muslos de Raiza. Notando que desperté, la elfa me dijo…
"Buenos días, dormilón. Dormiste todo el día de ayer. Tuve que cargarte delicadamente en el carruaje. Debiste quedar exhausto por tu falta de sueño y después de curar al caballo, pero no te preocupes, esta Victoria fue tu niñera personal", lo dijo con una sonrisa boba en la cara.
Me cuesta bastante entender a esta tonta elfa.
"Bueno, ya levántate. Llegamos a la zona de libre comercio de Zhanty y tenemos mucho trabajo que hacer, Ester".
Zhanty no es un país como tal, es una zona costera que se rige bajo un gremio de comerciantes. No hay un rey, ya que quienes controlan esta ciudad son los mismos comerciantes, y aun así, es un lugar mucho mejor para vivir que Rusthia.
Rusthia es un país mucho más grande, pero sus impuestos están muy mal administrados, por lo que es común ver zonas muy pobres y subdesarrolladas.
Dejar ese ambiente y llegar a este lugar, ver que está mucho mejor social y económicamente hablando, es un contraste bastante grande.
Ya en la ciudad de Zhanty, me sentí maravillado por los edificios y maquinarias que poseían. En esta zona tenían los mejores herreros rúnicos del continente.
Sus trabajos no solo sirven para forjar armas, también podían forjar herramientas que ayudan en el día a día, por lo que el avance tecnológico de Zhanty era brutal.
Apenas podía entender todo lo que miraba hasta que cierta elfa me jaló del brazo y me dijo: "Ya terminé de cobrar la recompensa, sígueme".
Bueno, supongo que ya descansé mucho, le seguiré la corriente al menos un rato más.
Llegamos a un taller de apariencia muy pobre, aunque curiosamente las armas y herramientas que vendía la tienda tenían mucha calidad y estaban fabricadas con materiales muy costosos.
No podía entender cómo este taller de mala muerte puede vender este tipo de productos, creo que podría ser lavado de dinero... pero ese no es mi problema. Aunque lo que más me llamó la atención de la tienda fueron unos guantes blancos fabricados con hilo de araña gigante de mazmorra.
Mientras yo me dedicaba a curiosear los diferentes artículos de la tienda, Raiza se acercó al mostrador para intentar hablar con el tendero.
"Oye, Ellen, ¿me recuerdas?". El enano, con cara incrédula, respondió:
"Oye, ¿tú no deberías estar muerta?".
"Sí, debería estarlo, pero sigo aquí. Podemos ponernos al día después, ahora hablemos de negocios. Como notarás por mi equipo y la falta de mi brazo derecho, necesito que me des equipo para pelear en los países del norte".
El enano, con indiferencia, respondió: "No me interesan tus historias, al menos no ahora. Déjame tomar tus medidas y consultar qué materiales necesitaré para tu prótesis y tu equipo de combate".
El enano cerró la tienda y pasamos al taller detrás de la tienda. Raiza se desnudó frente al enano y a mí; creo que en este punto no le importaba que viera su cuerpo desnudo. El enano, con mucha indiferencia, tomó sus medidas de sus piernas, su brazo y hasta de su cara. Con su ábaco calculó cuánto costaría su equipo.
Después de terminar de tomar las medidas y repasar los precios de los materiales, el enano tuvo una respuesta: "Raiza, necesitaré 115 monedas de oro. Si me traes los materiales, podría dejártelo a la mitad, pero nunca tuviste talento para recolectar minerales en las minas. Así que, ¿con cuánto dinero cuentas?".
Raiza sacó una bolsa de monedas de oro. El enano comenzó a contarlas y dijo: "Esto es poco menos que la mitad, y aun así, es mucho dinero. ¿De dónde los sacaste?".
Raiza comenzó a vestirse con sus ropas de segunda mano mientras, con una cara prepotente, decía:
"Soy muy buena matando. Cacé muchas bestias de camino aquí, vendí sus materiales y también aposté un poco jugando a las cartas", dijo Raiza, con una mirada culpable después de mencionar la parte de las apuestas.
El enano la miró fijamente y respondió: "Pensé que no te gustaba apostar... en ese caso, tengo una idea. Mañana se celebra el festival de Zhanty y habrá un torneo de combate sobre el agua, rodeado de tiburones de plata", dijo el enano.
Interrumpí la conversación y dije: "¿Qué tipo de torneo es ese?". El enano me miró a los ojos: "Ustedes tendrán que pelear para no ser la comida de los tiburones".
El enano tomó una tiza, sacó una pizarra y comenzó a explicarnos las reglas de dicho torneo:
"Las peleas son por equipos de 2 vs 2. Ocurren en una plataforma flotante en medio del mar, mientras los espectadores observan desde la seguridad de los barcos.
Los ganadores son aquellos que se quedan dentro de la plataforma y los perdedores caen de la plataforma y son devorados por los tiburones.
Si tienen suerte, pueden nadar a los barcos del público; no pasa mucho, pero hay gente con mucha suerte".
Raiza lo interrumpió y dijo: "¿De cuánto es la recompensa?".
El enano dijo: "30 monedas de oro, pero podrías duplicar tu dinero apostando por ti misma. Podríamos hacer un trato: yo pagaré su inscripción al torneo y les prestaré equipo con la condición de que su grupo se llame Taller de Ellen. La publicidad le vendría bien al negocio y podría restregar mi trabajo a los demás talleres".
Así que este enano se llama Ellen... y al parecer tiene sus conflictos con otros herreros rúnicos. Le pregunté cuál era su problema con los demás talleres y me dio una larga e innecesaria explicación.
Pero en resumen, la filosofía de Ellen es priorizar la utilidad sobre la apariencia. Sus equipos son buenos, pero algo feos. Los demás talleres adornaban sus trabajos con joyas, oro y otros metales preciosos, por lo que solían subestimar a Ellen, y eso explica el estado actual de su taller. Ellen prioriza la calidad de sus productos sobre ganar dinero, en pocas palabras.
Una vez Raiza terminó de vestirse, ella aceptó el trato de Ellen: "Me parece justo, pero no creo que puedas terminar mi prótesis para mañana. Igual dudo que haga falta, pero dame un casco con el cual pueda ocultar mis orejas. No sé si sea buena idea que más gente sepa que sigo viva".
Ellen dijo que le parecía correcto y que podíamos pasar la noche en la bodega del taller, que ya estaba acondicionado con algunas literas para dormir.
Supongo que suele recibir visitas como estas de vez en cuando, pero antes de dormir queríamos salir a comer.
Esta ciudad no solo es famosa por su tecnología, también es famosa por su deliciosa comida.
Ya en el muelle de Zhanty, fuimos a un restaurante a comer mariscos. Siempre los había visto en los libros, nunca pensé que serían tan sabrosos. Incluso Raiza estaba muy feliz devorando su lenguado a la parrilla, mientras yo disfrutaba de los camarones apanados. Básicamente comimos varios platos del menú.
Ya con el estómago lleno, tocó pagar la cuenta. El coste de la comida fue de 68 monedas de plata, incluida la propina. Raiza insistió en pagar; supongo que me lo debe por todas las cosas que he tenido que hacer por ella.
Digo ni siquiera me preguntaron qué pensaba sobre participar en el torneo, pero dudo que mi opinión importe a estas alturas.
Raiza sacó su bolsa de monedas a la vista de los demás clientes y le dio una moneda de oro al camarero, la cual tiene valor de 100 monedas de plata. El camarero nos dio el cambio y procedimos a retirarnos. Cuando salimos del restaurante, ya era bastante de noche.
La ciudad nocturna de Zhanty era hermosa a la luz de los faros rúnicos. Es muy impactante para un pueblerino que usaba velas y lámparas de aceite. Era como un niño pequeño recorriendo aquella hermosa ciudad. A mi izquierda había hermosas casas y edificios; a mi derecha, una gran playa con arena blanca y libre de cualquier rastro de basura, acompañada del sonido de las olas del mar. Era una vista magnífica.
Estaba muy feliz recorriendo el lugar junto a Raiza, pero cuando me di cuenta, estábamos rodeados de gente muy sospechosa.
Era obvio que nos vieron en el restaurante y querían el dinero de Raiza. Me estaba mentalizando para la inevitable pelea, pero Raiza levantó su mano y dijo: "Por favor, no me hagan daño. Tomen mi dinero, pero no nos lastimen".
Apenas podía creer esa actitud tan sumisa de esta problemática mujer. Entre los bandidos que nos rodeaban, un hombre se acercó a Raiza. Creo que era el líder de esos sujetos. Él tomó la bolsa de monedas de Raiza, la guardó en su chaqueta y procedió a retirarse junto a sus compañeros sin dirigirnos la palabra.
Aún no procesaba lo que pasó. Raiza tomó mi mano y corrimos rumbo hacia el taller de Ellen. Aún seguíamos corriendo cuando le pregunté a Raiza:
"¿Qué carajos pasó? ¿Por qué dejaste que se llevaran tu dinero?".
Entonces, sacó su bolsa de oro grande junto con otras bolsas de monedas más pequeñas y dijo:
"Ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón". Quedé asombrado.
Raiza siguió hablando: "No quería llamar la atención en esta ciudad, y preferí solo tomar su dinero. ¿Ves que la violencia no siempre es la respuesta?".
En ese momento volví a comprobar que aquella elfa es muy lista y peligrosa. Admito que me avergüenza decir que solté una carcajada solo de pensar en cómo se sentirán los bandidos cuando se den cuenta de que ellos fueron las víctimas de robo, al menos esta noche.
Aquel mismo bandido que nos acababa de robar regresó a su escondite a mostrarle el botín a su jefe, quien era un hombre alto con el cabello rubio dorado. A pesar de ser un criminal, tenía un aire de noble elegante y lo que más resaltaba eran sus dientes, en los que tenía prótesis dentales. Su nombre era Tommy.
Tommy miró al bandido con una sonrisa en su boca y le pidió el botín del día. El bandido buscó en su ropa las bolsas de oro, pero solo encontró piedras en sus bolsillos.
Tommy, viendo esto, le dijo al bandido: "Muy divertida tu broma, ahora ¿dónde está el botín?".
Uno de sus secuaces le dijo a Tommy: "¿Qué pasó con el dinero que le robamos a esa elfa de un solo brazo? Deberías tener al menos 30 monedas de oro".
El bandido conectó los puntos y pensó en voz alta: "Fue ella, esa elfa me robó todo el botín de hoy". Con una mirada incrédula, Tommy, con una vena hinchada en su frente, dijo:
"Entonces hay dos opciones: una, una elfa de un solo brazo te quitó el dinero de nuestro trabajo; y la otra, robaste o perdiste mi dinero. ¿Sabes qué tienen en común esas dos opciones?".
El bandido, con miedo en sus ojos, dijo que no lo sabía. Entonces Tommy, con una gran sonrisa que exponía sus prótesis dentales, exclamó: "El castigo".
Aquel bandido perdió mucho más que unas bolsas de oro esa noche.