En medio de una densa niebla, una chica pálida de cabellos blancos como la seda se encontraba arrodillada sobre una alfombra roja. Sus ojos carmesíes se alzaban entre la oscuridad, reflejando un brillo de incógnita y confusión, mientras un jurado de entes encapuchados sin rostro la observaban, preparándose para sentenciar su destino.
A ambos lados de la sala, las tribunas estaban llenas de espectadores. De un lado, un público de corderos asustados observaba la escena llenos de temor, sus cuerpos temblando en un silencio angustiante. Del otro lado, otro público de coyotes enojados gruñía y aullaban, exigiendo justicia con una ferocidad contenida apenas por las sombras que los rodeaban.
El juicio avanzaba con una solemnidad aterradora. La atmósfera estaba cargada de tensión, cada palabra resonando como un eco en el vacío. El destino de la chica se balanceaba precariamente en el filo de la balanza. Era hora de dictaminar, la sentencia de la acusada.
Señorita Elaine Nox —Dijo una voz aguda— se te ha llamado a juicio el día de hoy por haber quebrantado la regla primordial del mundo de los sueños.
De la nada, hizo acto de presencia justo al lado de la chica un cordero con lentes y traje de mayordomo, el cual se encontraba apoyado en sus patas traseras, y en sus delanteras cargaba un pergamino el cual procedió a desplegar.
Elaine se sobresaltó tras ver la aparición inesperada de la criatura, confundida y aterrada, retrocedió instintivamente, desatando una reacción tumultuosa en las tribunas. Los corderos asustados balaron en un coro de angustia mientras los coyotes enojados clamaban por justicia.
Entre el ajetreo, uno de los jueces levanta su mano y golpea firmemente su martillo contra el estrado. El sonido resonó como un trueno, y un viento helado rosó por todos y cada uno de los presentes en la tribuna, silenciando a todos frente al jurado.
Oh, lo siento, perdona mis modales—Dijo el cordero con lentes—Me presento, mi nombre es Dóulos, y seré el relator esta noche.
¿Q…qué está ocurriendo? ¿Dónde estoy? ¿Q-quiénes son ustedes? —preguntó Elaine, con su voz temblorosa y su cuerpo encogido por el miedo y la incertidumbre.
.. ¿ahora finges demencia? —replicó uno de los coyotes de entre el público.
Es igual que todos los humanos, solo saben causar disturbios y nunca se hacen cargo de sus acciones, —añadió un cordero desde el otro lado del tribunal.
Yo digo que la exiliemos a la "villa del silencio", eso les enseñará a los humanos a no causar problemas en nuestro mundo, —propuso un coyote, con un tono lleno de rencor.
No sé por qué seguimos colaborando con estas criaturas. Solo entorpecen y dificultan más nuestro trabajo. Todo iría mejor si desistiéramos de ayudarlos. —murmuró otro de los coyotes.
¡Cállate! ¡Que el gran Morfeo te puede escuchar! —le respondió un cordero, asustado.
¿Qué? ¿El señor de los sueños se encuentra aquí? —preguntó otro cordero, con una voz llena de temor.
¡Ejem! —tosió Dóulos con fuerza, generando que el público fuese guardando silencio lentamente — Esa decisión, no puede tomarla ninguno de ustedes —Aclaró mientras caminaba frente a la tribuna — Solo los representantes de Hipnos, pueden dictaminar el juicio. Ningún otro ser del mundo de los sueños puede intervenir. —Finalizó señalando en dirección hacia los jueces, los cuales se mostraban inminentes.
¡Yo!... e-enserio. No sé qué fue lo que hice, no sé qué hago acá, p-pero se los imploro, por favor, ¡déjenme ir! —imploró Elaine, rígida y asustada.
Lamentablemente no… no podemos dejarte ir. Al parecer tus acciones han desequilibrado el orden natural de nuestro mundo y, por consiguiente, tal acto no se puede ignorar, —declaró Dóulos. — El rasgar el Velo es un crimen que sin lugar a dudas se paga con el exilio del mundo terrenal. No obstante, aún hay quienes… dudan, de que hayas causado dichas acciones… así que dinos, Señorita Elaine, ¿tienes algo que decir a tu favor?
.. ¡No sé de qué me están hablando! ¿rasgar el velo? ¡no he hecho nada como eso! Por favor, ¡déjenme ir! —gritó Elaine, levantándose de golpe y retrocediendo aterrorizada.
Las tribunas enloquecieron nuevamente, llenas de gritos y alaridos. El furor aumentaba y la multitud no cesaba. En eso se vuelve a escuchar el golpe de un martillo nuevamente, y consigo, fuertes cadenas salieron de la oscuridad, atando a Elaine e impidiendo que pudiera moverse.
Por favor señorita Elaine... no… no ponga las cosas más difíciles. — Recitó Dóulos, llevándose su pata hacia la frente para acomodarse los lentes.
En eso, los jueces al fin muestran una reacción y parecen murmurar entre ellos, sus murmullos se convierten en brisas heladas que erizan la piel con el sólo tacto, y de repente, un fuerte gruñido se hace escuchar por toda la sala, haciendo temblar inclusive al propio Dóulos.
… ¿Q-que está sucediendo? — preguntó Elaine muy preocupada.
Al parecer… los jueces han dictaminado que pareces no estar dispuesta a colaborar con nosotros, y como te mencioné antes, no te podemos dejar ir. — Dijo Dóulos con temor en su pecho. — Por consiguiente, han solicitado la presencia de quienes osan estar en tu defensa, así que… postergarán tu juicio
¿E-eh? Y… ¿q-qué significa eso…? —exclamó Elaine inaudita.
Lo lamento, pero mientras se lleve tu juicio, permanecerás aquí con nosotros —Suspiró Dóulos, a lo que uno de los jueces nuevamente levantó su brazo, y con un golpe de su martillo, selló el destino de Elaine, cuyo eco pareció resonar en los rincones más oscuros del recinto.
Los tribunales estallaron en gritos, denigrando a la joven mientras ella, aterrorizada, veía cómo el espacio a su alrededor comenzaba a distorsionarse. Las paredes parecían ondular y acercarse, como si el mundo mismo quisiera atraparla. Elaine, sintiéndose acorralada y asfixiada por la presión, decidió actuar.
En un arranque de desesperación, forzó las cadenas, tratando de huir. Pero mientras las tiraba con fuerza, sintió voces susurrando su oído, aquello hizo que Elaine se disociara por un instante, y sin darse cuenta, había logrado romper las cadenas, generando un estallido estruendoso, causando que todos en la sala quedaran estupefactos por el acto.
Elaine se levantó y corrió en dirección contraria del tribunal. Su corazón latía desbocado, bombeando adrenalina mientras sus pies golpeaban el suelo con fuerza. Pero no importaba cuánto corriera, las paredes del juicio parecían cerrarse a su alrededor, impidiéndole escapar.
¡Espere, Señorita Elaine, ¡no trate de escapar! ¡No complique más su situación! — Le grita Dóulos, tratando de evitar que Elaine se meta en más problemas.
La distorsión del espacio se mezclaba con el terror que sentía, convirtiendo el momento en una pesadilla viviente. Entre los gritos y la confusión, un solo nombre resonaba incesantemente en su mente: Elaine, Elaine, Elaine, ¡ELAINE!
De repente, Elaine se levantó de un profundo sueño, desorientada. Se había quedado dormida en su clase de las 8:00. Sentada en su pupitre, miró alrededor confusa, solo para encontrar a su profesor mirándola con desaprobación mientras sus compañeros soltaban ligeras risas burlonas.
¿Eh? ¿Qué está pasando? —preguntó Elaine, sus ojos aún somnolientos y su mente confusa.
.. señorita Elaine, otra vez durmiendo en medio de mi clase —respondió su profesor, con su voz cargada de paciencia y reproche. — Sé que tiene problemas para mantener la concentración, pero le pido que, por favor, trate de hacer un esfuerzo para estar despierta en mis clases.
Elaine asintió, sintiendo sus mejillas arder de vergüenza. — Lo siento, profesor. Haré lo posible.
El profesor suspiró, dándole una mirada comprensiva antes de girarse de nuevo hacia el pizarrón. — Muy bien, continuemos con la clase, —dijo, retomando la lección mientras Elaine intentaba sacudirse la sensación de irrealidad que aún la envolvía.
Mientras tomaba su cuaderno y trataba de concentrarse en la explicación, no podía dejar de pensar en el extraño y vívido sueño del que acababa de despertar. Por alguna razón, tampoco era capaz de recordar muy bien lo ocurrido, los recuerdos de aquel sueño se dispersaban a tal punto de desaparecer, pero algo en ese sueño la había dejado inquieta, como si un oscuro presagio se hubiera filtrado en su realidad.
Elaine Nox es una joven universitaria, con 20 años de edad, de baja estatura, es conocida por su belleza serena y su inocencia innata. Con una suave cadencia en su forma de hablar y una expresión delicada en cada gesto, había ganado el apodo de "la bella durmiente". Esta etiqueta, sin embargo, iba más allá de un simple juego de palabras. Elaine sufría de trastorno del sueño, lo que la llevaba a estar agotada constantemente y a dormirse en lugares insospechados y en los momentos menos oportunos.
A pesar de sus luchas con el sueño, Elaine era ciertamente popular entre sus compañeros, especialmente entre los chicos. Su piel pálida y su cabello blanco como la nieve, combinados con su predilección por vestir ropas blancas, la convertían en un espectáculo inolvidable, un símbolo de pureza en un mundo ordinario.
Para algunos, Elaine representaba la belleza en su forma más pura y etérea. Su presencia era como un faro de tranquilidad en medio de la vorágine de la vida universitaria. Sin embargo, detrás de esa fachada de calma y elegancia, se escondían muchas incógnitas, cuestiones de su vida privada, que nadie se enteraba, dado que Elaine era muy reservada con respecto a estos asuntos.
La clase había terminado y los estudiantes comenzaban a salir del aula, pero Elaine permaneció en su pupitre, tratando de despejarse del todo. En eso, Clara, su mejor amiga, se acercó con una expresión de preocupación en el rostro.
¡Eli, lo siento mucho! —dijo Clara, con una voz cargada de culpa, mientras se agachaba en cuclillas frente a ella y tomaba sus manos. — Te hice desvelar anoche para terminar el proyecto y no tomé en cuenta tu estado. Te dije que no era necesario, pero igual insististe y no creí que te afectaría tanto. Por favor, discúlpame.
Elaine la miró con una leve sonrisa, tratando de consolarla. — Tranquila, no te preocupes. Era un compromiso de ambas. Lo importante es que pudimos terminarlo. Además, como tu dijiste, yo fui quien insistió en que no paráramos hasta terminar, aparte, desvelada o no, es probable que igual me hubiese quedado dormida. —respondió, con su tono ligero y amistoso.
Clara suspiró aliviada y se levantó, retomando la compostura. — Está bien, pero no podré quedarme tranquila hasta compensártelo. ¿Qué te parece si esta vez yo invito el almuerzo? Sé cuánto te gustan los postres de fresa de la cafetería.
Elaine se iluminó ante la propuesta. — ¿Lo dices en serio? ¡Claro que sí! ¡Muchas gracias, Clara! —exclamó, tomando las manos de su amiga y mirándola con admiración y aprecio.
Clara se ruborizó y desvió la mirada, riendo nerviosamente. — Claro, para eso están las amigas, —dijo, tratando de ocultar su vergüenza.
Clara y Elaine eran amigas desde la infancia, con un vínculo tan fuerte que parecía inquebrantable. Desde los días de la secundaria hasta el presente en la universidad, habían sido inseparables. Mientras que Elaine era conocida por su serena belleza y su delicadeza, Clara era su contraparte vibrante y enérgica.
Clara poseía una vitalidad contagiosa. Su entusiasmo por la vida se reflejaba en su amor por el deporte, un hobby que la mantenía activa y en forma. Admirada y respetada por su capacidad física, Clara destacaba en cualquier actividad deportiva que emprendía. Su piel morena y su cabello corto y desaliñado atraían miradas de admiración entre sus compañeros.
A pesar de sus diferencias, estas dos amigas se complementaban perfectamente. Elaine, con su tranquilidad y fragilidad, encontraba en Clara un pilar de apoyo y energía. Por su parte, Clara valoraba la serenidad y la sabiduría de Elaine, buscando en ella consejo y equilibrio. Eran dos polos opuestos, pero juntas formaban un equipo perfecto, cada una aportando lo que a la otra le faltaba.
Poco después, ambas amigas se encontraron en la cafetería, disfrutando de su almuerzo. Mientras conversaban animadamente, un viejo conocido se acercó a su mesa con una intención clara.
Ey, hola chicas. ¿Les molesta si las acompaño a comer también? —dijo Bryan, sentándose junto a ellas antes de que pudieran responder.
Clara levantó una ceja, claramente molesta. — oh, eres tú. ¿Ahora a qué vienes? ¿A pedirnos ayuda con tu proyecto también? —replicó con tono irónico.
Bryan se ofendió visiblemente. — ¿Qué? No, para nada. ¿Por quién me tomas? —respondió. — De hecho, venía a ofrecerles una propuesta.
Clara intercambió una mirada intrigada con Elaine. — ¿Una propuesta? Muy bien, ¿de qué se trata?
Verán, aprovechando que ya estamos finalizando el curso y que terminamos ese fastidioso proyecto, unos amigos y yo queremos ir a celebrar a un antro. Queremos invitar a todos los del curso, y nos gustaría que tú y la bella de Elaine se unieran. —dijo Bryan, dirigiéndose a Elaine con un tono coqueto.
Clara sonrió burlonamente. — Vaya, pero qué atrevido. Don Juan se nos puso conquistador. ¿Por qué no dices que solo quieres invitar a Eli y ya? No sería una gran sorpresa."
Bryan se sonrojó. —¿Qué? No sé de qué estás hablando, —balbuceó. — Solo quiero que todos pasemos una buena noche. Creo que nos lo hemos ganado, ¿no es así, Elaine?
Elaine murmuró, sintiéndose un poco abrumada. — Yo…
Vamos, Eli. No tienes por qué aceptar. Sé cuánto te gusta ir a descansar a casa después de clase, y aún más con lo que pasamos anoche... — dijo Clara, poniendo una mano en el hombro de Elaine.
En ese instante, fragmentos de su reciente sueño volvieron a la mente de Elaine, desconcertándola.
Tranquila, no te preocupes. Pensándolo bien, creo que puedo ir. Tal como dijo Bryan, creo que lo tenemos más que merecido, —respondió, tratando de sonar convencida.
Clara la miró desconcertada. —¿Estás segura? Sé que no eres mucho de salir.
Elaine asintió tímidamente. — Sí, salir una que otra vez no hace daño.
Bryan se levantó entusiasmado. — ¡Claro que sí! Entonces nos vemos a las 21:00 en "La oveja negra". No me defrauden. —dijo, retirándose entre saltos y festejos.
Después de almorzar, Clara y Elaine salieron a dar un paseo y se recostaron en el campo abierto del campus. Clara se tumbó primero, estirándose con una sonrisa.
.. quién diría que ese tonto tomaría al fin coraje y nos invitaría a salir. Bueno, está bien. Supongo que no viene mal una salida, como dices. Además, si vas tú, no me sentiré tan incómoda, ¿no lo crees? —dijo Clara, riendo.
Sí, aunque... primero debo consultarlo antes de ir, ya sabes, —dijo Elaine, agachando la cabeza.
.. claro, entiendo. ¿Pensabas ir a visitarlo esta tarde? Si quieres, puedo acompañarte, —ofreció Clara, sintiéndose apenada.
No, tranquila. Estaré bien. En realidad, quiero ir sola, —respondió Elaine con firmeza, levantándose para irse.
Está bien, entiendo... entonces, nos veremos en la noche, ¿te parece? —dijo Clara, levantándose para despedirse.
Claro que sí, nos veremos en la noche, —respondió Elaine con una sonrisa, despidiéndose de Clara.
Elaine salió del campus y se dirigió hacia la estación del tren. Sabía que sería un recorrido largo, pero su destino no era precisamente su residencia, como podría pensarse. Con un pase directo a las afueras de la ciudad, se dirigía a un hospital de cuidados intensivos en su pueblo natal. Aquel viejo hospital albergaba a alguien muy preciado para ella.
Mientras el tren avanzaba, Elaine solo podía apreciar cómo el atardecer se desvanecía lentamente en el vasto mar que el tren estaba atravesando. Los tonos naranjas y rosados del cielo se reflejaban en las olas, creando una pintura efímera de serenidad. Las cabinas estaban vacías, y un silencio tenue envolvía el ambiente, acentuando la soledad del momento.
Sin embargo, había algo extraño en el aire, una inquietud que no podía ignorar. Elaine atribuía inicialmente esa sensación al cansancio, pero había algo más. Sentía sombras inquietas recorriendo el lugar, moviéndose de forma inquieta hacia los rincones oscuros del vagón. Era como si figuras espectrales se deslizaran por el suelo y las paredes. Cada tanto, giraba la cabeza rápidamente, esperando atrapar la visión de algo, pero solo encontraba la desolación de la cabina vacía. Elaine tenía la sensación de que algo la observaba fijamente. No podía ver qué era, pero su presencia era tangible.
Tras una hora larga de viaje, finalmente llegó. Tras registrarse y pedir visita, se enteró de que aquella persona ya tenía un visitante en la habitación. Elaine caminó por los pasillos, con el corazón acelerado, y se dirigió hacia la habitación.
Al entrar, encontró aquella persona preciada, Un hombre corpulento de piel morena y cabellos rizados, hombre que curiosamente, era su padre, quien se encontraba recostado en la cama. Estaba en estado de coma, recuperándose de un grave accidente en su trabajo en construcción. A su lado, una mujer de las mismas características de aquel hombre, se trataba de su madre, quien, con lágrimas en los ojos, le sostenía la mano a su amado mientras ve que su hija acaba de llegar.
¡Madre!, no… creí que estarías presente… ¿También te llegó la noticia? —dijo Elaine, sorprendida al ver a su madre allí.
Oh, Elaine, no sabía que también ibas a venir. Creí que estabas muy ocupada. —respondió su madre, levantándose rápidamente para saludarla con un abrazo. — Sí, me llegó la noticia ayer. Dijeron que por un segundo tu padre estaba en estado crítico y que podíamos perderlo, pero parece que fue una falsa alarma. —suspiró su madre, aliviada.
Ya veo, menos mal… —suspiró Elaine mientras caía de rodillas.
¡Elaine! ¡Querida! ¿Estás bien? —dijo su madre asustada, ofreciéndose rápidamente a levantarla.
Sí, estoy bien, madre. Ya sabes, el cansancio y eso. —respondió Elaine, tratando de tranquilizarla.
Ay, cariño… si tan solo pudiera hacer algo por ti. —dijo su madre. — Desde que te fuiste de casa, tu padre no ha parado de pensar en ti. Quiero creer que incluso en ese estado aún lo está haciendo. — agregó, con pequeñas lágrimas en los ojos.
Estoy bien, madre, créeme. De hecho, todo se lo debo a Clara que siempre está pendiente de mí. —mencionó Elaine con una sonrisa.
Ya veo, me alegro de que tengas buenos amigos allá contigo. —dijo su madre, aliviada.
Tras platicar un rato más sobre la situación, ambas tomaron asiento junto al padre, mientras seguían charlando.
Por cierto, madre, ya que estás aquí, había algo que quería decirte. —dijo Elaine, nerviosa.
Claro, hija, puedes comentarme. ¿Qué sucede? —le respondió su madre.
Pues, unos compañeros de la universidad quieren invitarme a salir un rato esta noche, para celebrar que ya está finalizando el curso. —dijo Elaine, apenada.
Pero, cariño, ¿estás segura de que quieres ir? —dijo su madre, preocupada.
Estaré bien, tranquila. De hecho, Clara me acompañará, así que puedes estar segura de que no me pasará nada.
Ah… vale, comprendo. A veces se me olvida que ya no eres una niña, y no puedo evitar sobreprotegerte. —mencionó su madre. — Pero sé que también tienes derecho a divertirte. Solo sé precavida, ¿sí?
Claro que sí, madre, lo seré. —le dijo Elaine, tomando sus manos para tranquilizarla.
Tras ello, ambas salieron del cuarto, despidiéndose del padre. Tras llenar unos papeles, se dispusieron a despedirse afuera del hospital.
Recuerda llamarme cuando estés volviendo a casa, por favor. —dijo la madre. — No hagas que me preocupe por ti.
Lo haré, madre. Te agradezco por preocuparte por mí. —respondió Elaine, abrazándola antes de despedirse.
Con un maternal abrazo, ambas se separaron y tomaron rumbos diferentes. La madre volvió a casa mientras Elaine tomaba otro tren para regresar a su hogar. Con la preocupación aún latente, pero a su vez con una leve sonrisa de alivio en su rostro.
Más tarde, aquella noche, Elaine se encontraba en su habitación, arreglándose para ir al antro. Se había puesto un vestido largo y blanco, sencillo pero elegante, que resaltaba su figura y combinaba con su cabello. Al verse en el espejo, se sintió satisfecha con su apariencia y salió para encontrarse con Clara en la puerta de su casa.
Clara, por su parte, lucía espectacular. A diferencia de su habitual vestimenta deportiva, aquella noche había optado por un vestido negro ajustado que le daba un toque sofisticado. Su peinado, perfectamente cuidado, complementaba su look. Las dos amigas se miraron y sonrieron, sabiendo que aquella noche sería especial. Juntas, tomaron un transporte privado que las llevó directamente a la discoteca.
Al llegar, no pasó desapercibido el impacto que causaron. Las miradas de muchos se posaron en ellas, admirando la belleza contrastante de Elaine y Clara. El hombre de seguridad, impresionado, ni siquiera se molestó en pedirles identificación; simplemente las dejó pasar, consciente de que aquella noche era "Lady's Night" y de que su presencia realzaba el evento.
Una vez dentro, se encontraron con Bryan y su grupo de amigos. Al verlas, todos quedaron asombrados, especialmente Bryan, quien comenzó a tartamudear al intentar saludarlas. Elaine sonrió tiernamente, pero Clara, siempre perceptiva, notó algo extraño. Entre el grupo de personas que acompañaban a Bryan, había chicos que no reconocía de la carrera.
Con una expresión de desconfianza, Clara tomó a Bryan de la camisa y lo apartó del grupo.
Oye, espera un momento —le dijo en tono firme—, ¿quiénes son estos sujetos? Nos dijiste que solo vendríamos los del curso, nadie más.
Bryan, intentando mantener la calma, respondió:
Ey, ey, tranquila. Te dije que invitaría a unos amigos, ¿no? Y eso hice. No entiendo por qué te enojas.
Clara lo soltó con desdén y lo miró fijamente.
Más te vale que no estés tramando algo, Bryan. Si tú o tus amigos tratan de hacer algo mínimamente extraño, Eli y yo nos iremos de inmediato.
Bryan, asustado, asintió rápidamente.
C-claro, claro, tienes mi palabra.
Tras esta breve pero intensa conversación, ambos volvieron con el grupo. La noche continuó con música, risas y baile. Mientras algunos socializaban, otros tomaban copas y disfrutaban del ambiente. Sin embargo, Clara no podía dejar de observar a los amigos de Bryan, quienes mostraban un interés particular en Elaine y en ella.
El grupo de muchachos se acercó a Elaine y Clara, con sonrisas despreocupadas en el rostro.
Ey, chicas, pero como tal, ustedes no son de por aquí, ¿verdad? —preguntó uno de ellos, mirándolas con curiosidad.
Elaine, un poco tímida, respondió con un tono suave:
Eh… no, de hecho, venimos del pueblo cercano a la ciudad. Ambas… nos criamos allí.
En eso, uno de los muchachos, de cabello rubio, soltó una risa algo burlona, claramente afectado por el alcohol:
Oh, vaya vaya, así que se trata de un par de chicas rurales, jajaja, ¡qué exótico! —dijo mientras intentaba tomar a Elaine de una forma un poco descarada.
Clara, siempre protectora, intervino rápidamente.
Ey, ey, ¿a qué te refieres con "exótico", eh rubiecito? —dijo, apartando al chico de Elaine y mirándolo de forma despectiva.
Bryan, notando la tensión, se apresuró a calmar los ánimos.
Tranquilos, tranquilos, solo venimos aquí a disfrutar, ¿no? Tranquilicémonos todos, ¿sí? —dijo con una sonrisa conciliadora—. Qué les parece si mejor traigo unos tragos y procuramos pasarla mejor. Ey, rubiecito, acompáñame a traer un poco.
Bryan tomó fuerte del brazo al rubio y se lo llevó hacia la barra, dejando al resto del grupo para que siguieran disfrutando de la fiesta. Una vez en la barra, Bryan se giró hacia el chico con una expresión de enojo.
Ey, ¿se puede saber qué te pasa? Teníamos un trato. ¿Qué carajos piensas que estás haciendo seduciendo a Elaine? —le dijo, empujándolo levemente.
El rubio se encogió de hombros, aparentando inocencia.
¿Qué? No sé de qué me estás hablando, viejo. Solo nos divertíamos —respondió—. Ahora, si me disculpas, tengo ciertos asuntos con una preciosura —finalizó, tomándose un shot antes de dirigirse nuevamente hacia Elaine.
Bryan intentó frenarlo, pero no lo alcanzó a tiempo. Aquel rubio se perdió entre la multitud, y la misma multitud impidió que Bryan se moviera bien. Cuando finalmente llegó, se encontró al rubio intentando tomar a Elaine y tratando de invitarla a bailar.
Vamos, bebé, muéstrame lo que tienes, eres una cara bonita y yo un chico guapo, te mostraré de qué está hecho un hombre de verdad —dijo el rubio, presumiendo de sí mismo, borracho, mientras tomaba fuertemente del brazo a Elaine y la arrastraba hacia la pista de baile.
Oye… por favor, suéltame, me estás lastimando —dijo Elaine, asustada, intentando zafarse del chico, pero él era más fuerte.
¿Qué? ¿Pero qué dices? Solo no te resistas y ya, que no te voy a hacer nada malo —mencionó el rubio, procediendo a agarrarla de la cintura y atraerla hacia él.
¡Ella dijo que la sueltes! —se interpuso Clara, empujando al rubio y tomando a Elaine con un brazo, abrazándola.
En ese instante, se hizo un ruido unánime en toda la discoteca. La música bajó de golpe, y todos voltearon a ver la situación.
Oh… no puede ser —dijo Bryan en voz baja, y al instante salió corriendo en dirección a ellos, interponiéndose para evitar el conflicto—. Vamos, chicos, era una pequeña broma, ¿no, amigo? —dijo Bryan, dirigiéndose al rubio mientras le guiñaba el ojo—. No dejemos que estos malentendidos arruinen el ambiente y sigamos con la fiest-
Quítate del medio, gusano — el rubio apartó bruscamente a Bryan mientras encaraba de frente a Clara—. ¿Qué te pasa, zorra? ¿Acaso no ves que yo y tu amiguita estamos teniendo algo especial?
Vuelve a tocarle siquiera un solo cabello a Elaine, y borraré esa fea sonrisita tuya de tu cara. — respondió Clara con una mirada intimidante.
Ah, ¿sí? Por favor, solo nos estábamos divirtiendo, ¿o acaso te pusiste celosa? JAJAJA — el rubio se puso a reír fuertemente, a lo que sus demás amigos le siguieron el juego y rieron al unísono—. Venga, no hace falta ponerse a la defensiva, corazón. ¡Siempre hay un poco de mí para todas! —dijo en voz alta, a la vez que la música volvía a subir.
Clara, en un estado de furia, apretó los dientes y le dio un puñetazo directo a la cara del sujeto, haciéndolo levantarse en el aire y caer algunos metros lejos. El rubio, con la nariz destrozada, cayó sobre una mesa con botellas de licor, rompiéndolas en el acto y lastimándose a su vez. La música volvió a parar, y todos quedaron atónitos ante lo ocurrido. Clara, con una mirada fría, tomó del brazo a Elaine y se la llevó.
Vámonos, Eli… —dijo Clara, enojada.
S-sí —respondió Elaine, asustada, intentando seguirle el paso a su amiga.
Afuera de la discoteca, Clara sacó su teléfono y llamó al servicio de transporte. La voz al otro lado de la línea le informó que se demorarían un poco en llegar, debido a la lejanía del lugar. El tiempo pasó lentamente, sintiéndose eterno. Elaine y Clara permanecieron en silencio, sin dirigirse la palabra, hasta que Elaine vio la mano de su amiga con la que golpeó al sujeto, se encontraba roja, lastimada, claramente magullada por un golpe desmedido que le terminó generando una contusión severa, Elaine rasgó un tramo de tela de su vestido tratando de hacer una venda improvisada, y con un ligero llanto rompió el tenso ambiente.
Clara… yo… no quería que esta noche terminara así —dijo Elaine, con lágrimas en los ojos y encogiéndose de hombros, mientras trataba de vendar la mano de su amiga.
Clara la miró, y su enojo se desvaneció al ver a su amiga tan afligida. Se acercó a ella y la abrazó tiernamente.
Oye, no digas eso. Nada de esto es tu culpa —murmuró Clara, acariciándole el cabello—. Todo esto es culpa de Bryan y sus "amigos". Juro que cuando vuelva a cruzármelo, haré que pague por lo que nos hizo pasar… —dijo, sintiendo la furia regresar y frunciendo el ceño.
Clara, tranquilízate… —suplicó Elaine—. Puede que él haya tenido parte de la culpa, pero tampoco tenía control sobre ellos. Por favor, no seas tan dura con él, ¿sí? —continuó Elaine, mirándola fijamente a los ojos, con lágrimas rodando por su rostro.
Clara sonrió y suspiró, relajándose un poco.
Está bien, no lo haré. Pero debo decir que esa amabilidad tuya puede que nos condene un día de estos —dijo, y ambas rieron suavemente, encontrando un momento de calma en medio del caos.
Pasó más tiempo, y aún no había rastro del vehículo de transporte. Ambas seguían esperando fuera de la discoteca cuando, de repente, vieron que se acercaba el grupo de amigos que antes las había estado molestando. Clara vio la situación y, tomando del brazo a Elaine, decidió que debían irse rápidamente del lugar. Al principio caminaron a paso lento, pero al ver que los chicos se acercaban más, empezaron a acelerar el paso. Pronto, estaban corriendo, intentando perder a los chicos entre las calles de la ciudad.
Mientras corrían, el tacón de Clara se rompió. Maldijo por lo bajo y se quitó ambos zapatos, corriendo descalza. Elaine hizo lo mismo. Desenfrenadas, corrieron lo más rápido que pudieron, pero sin darse cuenta, terminaron atrapadas en un callejón sin salida. Detrás de ellas, los chicos las alcanzaron.
El rubio, a quien Clara le había roto la nariz, fue el primero en acercarse a ellas, con su rostro desfigurado por la furia y el dolor se acercó y les dijo:
¿Qué tenemos aquí? —dijo con voz burlona, aunque la rabia le endurecía las palabras—. Las princesas tratando de escapar. Qué conmovedor.
Clara se colocó delante de Elaine, con mirada fría hacia el chico rubio.
Déjanos en paz —exigió Clara, con una voz firme.
¿Y qué harás si no lo hago? —retó el rubio, acercándose más.
Clara no retrocedió, manteniéndose firme frente a él.
No estoy de humor para juegos. Lárgate antes de que las cosas se pongan feas —dijo, con un tono mortalmente serio.
El rubio soltó una carcajada, un sonido desagradable y cruel.
¿Feas? —repitió, acercándose aún más—. Más que... ¿este lindo detalle que me dejaste? —Menciona el rubio señalando su nariz rota y aun goteando de sangre.
Elaine, temblando, se aferró al brazo de Clara.
Clara, por favor, no hagas nada… —susurró, con su voz quebrada por el miedo.
Pero Clara no escuchaba. Su mente estaba cegada por la ira, lista para defender a su amiga a toda costa.
La última advertencia —dijo Clara, con ojos centelleando entre una mezcla de furia y determinación.
Oh, vamos, tampoco quiero que me vean como el malo de la película, solo quería traerles esto —dijo el rubio, sacando de su espalda los tacones que ambas habían dejado atrás—. Tomen, es para ustedes. —se los ofreció a Clara con una sonrisa.
Clara dudó, pero finalmente extendió las manos para recibir los tacones. Justo en ese momento, el chico rubio soltó los tacones, tomó impulso y le dio un puñetazo firme en el estómago a Clara, dejándola sin aire y tumbándola al suelo.
¡CLARA! —gritó Elaine, intentando abalanzarse sobre su amiga, pero dos de los sujetos la agarraron y la sometieron, tapándole la boca.
El rubio no perdió el tiempo. Se lanzó sobre Clara, pateándola sin piedad mientras ella estaba en el suelo. Los demás chicos se unieron a él, burlándose e insultándola, golpeando a Clara con una violencia que hacía estremecer el alma.
Clara intentaba cubrirse, pero los golpes llegaban de todas partes. Sentía el dolor en cada parte de su cuerpo, pero más que el dolor físico, la impotencia la consumía. No podía hacer nada para proteger a Elaine ni para defenderse a sí misma. La risa cruel de los chicos resonaba en sus oídos como una sinfonía infernal.
Malditos… ¡ugh! Cobardes… ¡Infelices!... ¡AGH!... —Respondía Clara con cada golpe que estos sujetos le daban.
¡Basta, por favor, déjenla! —murmuró Elaine entre sollozos, su voz ahogada por las manos que la mantenían silenciada.
¿Que la dejemos dices? —El rubio pronunció las palabras con un tono burlón—. Claro que te haremos caso, pastelito, pero no sin antes darle una lección —mencionó con una sonrisa retorcida, mientras procedía a rasgar el vestido de Clara.
Clara se estremeció, sabiendo lo que iba a ocurrir. Trató desesperadamente de detener a los sujetos, pero dos de los chicos la sujetaron con fuerza de sus manos y pies, impidiendo que pudiera luchar.
Elaine quedó helada ante la situación. Las lágrimas no paraban de correr por sus mejillas mientras luchaba en vano para liberarse y acudir a su amiga.
¡NO! ¿QUÉ CREEN QUE ESTÁN HACIENDO? —gritó Elaine, desesperada— ¡SUÉLTENLA! SI QUIEREN HACER ALGO, PREFIERO QUE LO HAGAN CONMIGO — se ofreció ella por la impotencia de no poder ayudarla.
¿Tomarás su lugar? —Preguntó el rubio, incrédulo— Oh, claro que sí, mi vida, pero eso será justo después de que nos divirtamos con ella —concluyó entre risas y alaridos, mientras terminaba de rasgar el vestido de Clara.
Todos se burlaron al unísono. Los sujetos que sostenían a Elaine empezaron a rasgar su vestido, riéndose de su desesperación. Clara, destrozada, mientras la manoseaban con furor, desgarraban su ropa interior y con la vista nublada por los golpes, con lágrimas dirigió su mirada hacia Elaine y, con una desgarrada voz susurró:
Eli… por favor… no me mires… no así… —dijo mientras lloraba, con lágrimas que brillaban en la penumbra del callejón, a su vez que dejaba salir un último aliento, antes de caer inconsciente.
Elaine luchaba con todas sus fuerzas, pero los hombres eran demasiado fuertes. Los insultos y las risas resonaban en sus oídos, mezclándose con sus propios sollozos y los de Clara. La desesperación la consumía, su mente buscando frenéticamente una forma de escapar, de salvar a su amiga.
El miedo y el pánico se acumulaban en el aire. Elaine estaba tan horrorizada que su juicio empezó a nublarse. Los sujetos se reconfortaban con el banquete que esperaban darse, entre risas y jadeos. Pero entre su goce, ruidos se escuchaban como ecos en la lejanía de las calles. Más allá de la oscuridad, algo se ocultaba, algo al acecho...
Golpes y pasos resonaban en la distancia, además de susurros y llantos. El grupo de chicos se detuvo, mirando a su alrededor con inquietud. Un aura de miedo y angustia impregnaba la atmósfera, y en ese preciso momento, sonidos y augurios comenzaron a retumbar fuertemente en la zona.
Voces angustiosas se pronunciaron en el lugar, las cuales gritaban entre lamentos y alaridos…
ELAINE… AYuDAMEEE… NO ME DEJES TIRADA…
SOCOOORRO… ¿ALGUIEN PUEDE AYUDARME?…
ME DUELE… ME DUEEEELE… MI POBRE ORGULLO… DUEEELE...
Las voces se acumulaban unas sobre otras, acompañadas de llantos y risas. Los hombres, antes tan seguros, comenzaron a mostrar signos de nerviosismo. Sus ojos se movían frenéticamente de un lado a otro, buscando el origen de aquellos sonidos.
¿Qué demonios es eso? —murmuró uno de los chicos, con voz temblorosa.
¡C-cállate y busca de dónde vienen esas voces! —ordenó el rubio, intentando mantener la compostura, aunque su tono traicionaba su creciente miedo.
Las voces continuaron elevándose, llenando el aire con su lamento. De repente, todas se callaron unánimemente, sumiendo el callejón en un silencio sepulcral.
El rubio tragó saliva, y su confianza desvaneció en un segundo. Antes de que pudiera reaccionar, una figura emergió de la oscuridad, moviéndose con una velocidad y fuerza inhumanas. Con un solo golpe, derribó a uno de los chicos, enviándolo volando contra la pared del callejón.
¿Q-qué carajos fue eso? —murmuró uno de los muchachos, con sus ojos desorbitados de terror.
N-no lo sé… ¡p-pero no pienso quedarme aquí por más tiempo! —replicó otro de ellos, con una voz temblorosa pero decidida.
Uno de los chicos se subió los pantalones con manos temblorosas y corrió hacia la salida del callejón. Sin embargo, apenas alcanzó la boca del callejón, una figura envuelta en sombras lo agarró del cuello. Un grito desgarrador resonó mientras era levantado por los aires y desaparecía en la densa oscuridad.
Los demás, paralizados por el miedo, se agruparon, susurrando insultos y maldiciendo consecutivamente. De repente, una ventosa negra emergió de la oscuridad, envolviendo la pierna de otro de los chicos y arrastrándolo rápidamente hacia las tinieblas. Sus gritos se desvanecieron en el aire, dejándolos solo con el sonido de sus propios latidos.
Quedaban solo dos. Uno de ellos, con su mente fracturándose bajo el peso del terror, gritó, "¡YA NO PUEDO MÁS CON ESTO!" Agarró una tabla de madera del suelo y comenzó a golpear frenéticamente el aire. Risitas desgarradoras y angustiantes surgieron de la oscuridad, burlándose de su desesperación.
De repente, uno de los cuerpos de sus amigos, desfigurado y ensangrentado, fue lanzado con una fuerza brutal. El cuerpo impactó contra el chico armado, estampándolo contra el muro del callejón. Aquel golpe hizo que ambos cuerpos quedaran deformados sobre el muro, no dejando más que su sangre y vísceras bajaran lentamente por la superficie. Su vida se extinguió instantáneamente, dejando solo al rubio en pie.
El rubio, temblando, pero impulsado por una mezcla de miedo y desesperación, trató de enfrentar a las entidades.
¡¿Q-QUIÉNES SON?! ¡¿QUÉ QUIEREN?! —gritó con una voz temblorosa pero desafiante.
Las criaturas se burlaron de él, sus risas resonando en el aire frío y denso. De las sombras, una figura larga y oscura comenzó a materializarse. Su forma era amorfa al principio, pero lentamente se transformó, adaptándose a la imagen del rubio. La criatura, ahora un reflejo grotesco de él, se acercó con una sonrisa escalofriante.
¿Qué?... No sé de qué me estás hablando, viejo… Solo nos… divertíamos… —dijo la criatura, imitando perfectamente la voz y el tono del rubio.
El rubio retrocedió, horrorizado, mientras la criatura avanzaba, su sonrisa ampliándose de manera antinatural. Sentía el sudor frío corriendo por su espalda, su mente incapaz de procesar la abominación que tenía delante.
¡No, aléjate! ¡ALÉJATE! —gritó, intentando mantener a raya el horror que se cernía sobre él.
La criatura, con un movimiento rápido y silencioso, se lanzó sobre él. Sus manos frías, más frías que el hielo, se cerraron alrededor de su cuello con una fuerza implacable, levantándolo del suelo con mucha facilidad. El rostro de la criatura comenzó a deformarse ante los ojos aterrorizados del rubio, retorciéndose y distorsionándose en una grotesca parodia de la humanidad.
Sus dedos se apretaron más y más, cortando el aire y la vida misma de su víctima. El sonido siniestro del crujido de la garganta del rubio llenó el aire mientras luchaba por respirar, por liberarse del abrazo mortal de la criatura. Su rostro se volvió morado, y sus ojos desesperados reflejaban el horror.
La sangre dejó de circular en sus venas, y la vida empezó a abandonar su cuerpo. Lentamente, sus ojos comenzaron a salir de sus órbitas, las venas se hinchaban bajo su piel. Entonces, con un estallido macabro, su cabeza se partió en dos, derramando su contenido carmesí sobre el suelo. Tras ello, la criatura retrocedió lentamente, mezclándose entre la oscuridad, denotando únicamente su macabra sonrisa.
Los restos destrozados del rubio cayeron con un sordo chapoteo cerca de Elaine. Elaine no pudo contener un grito desgarrador ante el espectáculo horripilante que se desplegaba frente a ella. Su mente, inundada de terror y pánico, luchaba por procesar la brutalidad de lo que había presenciado. La muerte, fría y despiadada, se cernía sobre ellos en la oscuridad, devorando las últimas migajas de su cordura e inocencia incauta.
En el desolado callejón, el eco de los horrores que acababan de presenciar reverberaba como una sinfonía de pesadilla, llenando el aire con una macabra sensación de desesperación. El resto de criaturas, deleitándose ante su carnicería, se acercaban lentamente a Elaine, cuya mente tambaleaba al borde del colapso. Sin embargo, con un último esfuerzo, se arrojó sobre el cuerpo inconsciente de su amiga Clara, aferrándose a ella con desesperación mientras retrocedían juntas, arrastrándose por el suelo húmedo del callejón.
La tensión cada vez era más fuerte y Elaine no pudo soportarlo más. El terror se apoderó de su cuerpo de una manera visceral. Aquel espectáculo grotesco y traumático rompió sus últimas defensas. El miedo, implacable y absoluto, se manifestó en un líquido cálido y humillante que se deslizó por sus piernas, empapando su ropa. Cada gota que caía al suelo era un testimonio silencioso de su desesperación, una confesión de su terror más profundo.
Las criaturas, testigos de su desgracia, se deleitaron con su sufrimiento. Sus risas siniestras resonaron en el aire, agudas y crueles, amplificando su humillación. Elaine sintió cómo esas carcajadas cortaban su alma, cada sonido un recordatorio de su impotencia y vulnerabilidad.
Pero de repente, un sonido inusual llenó el aire, un susurro etéreo que se entrelazaba con el suave goteo de la arena, formando una melodía armoniosa. Las criaturas, confundidas, se agruparon, desconcertadas por la nueva presencia que se manifestaba en su oscuro dominio.
La penumbra del callejón fue desafiada por una luz celestial, una luminiscencia estelar que perforaba la oscuridad con una belleza sobrecogedora. Desde las alturas, descendió una figura envuelta en un halo de arena cósmica, emanando una mezcla de poder y autoridad. Con cada movimiento, esta entidad provocaba que las criaturas fueran consumidas por la arena, desintegrándose en destellos de luz y sombra.
Algunas criaturas intentaron huir, pero el ser de arena cósmica las persiguió implacablemente, lanzando ríos de arena que se arremolinaban y las absorbían, disolviéndolas en el mismo viento que controlaba. Pronto, el caos del callejón se transformó en un escenario de paz y serenidad, la melodía armoniosa llenando el aire con su dulce y tranquilizadora canción.
La figura divina se acercó a Elaine, irradiando una sensación de seguridad y protección. Vestido con un traje que cambiaba de tonalidades como las estaciones del año, emanaba una presencia tranquilizadora y poderosa. Su rostro y piel se encontraban cubiertos por la misma arena cósmica que él manipulaba, mientras su cabello danzaba en el aire como las llamas de una hoguera. Sus ojos, dos esferas que brillaban como la luz de las estrellas, irradiaban calma y compasión, proyectando una paz que parecía ahuyentar todos los temores de Elaine.
¿Q-quién… quién eres tú…? —balbuceó Elaine, sintiendo cómo el pánico se disipaba ante la presencia de esta entidad misteriosa. Sus párpados se volvieron pesados, y lentamente cayó en un profundo sueño, abrazada por la paz que emanaba el ser.
Hola Elaine… es un placer al fin conocerte. —respondió el ser con una voz que resonaba como el murmullo del viento. —tranquila… Descansa ahora, estás a salvo por el momento.
Con delicadeza, el ser tomó a Elaine y a Clara en sus brazos, y con pasos seguros se alejó del callejón, llevándolas hacia un destino desconocido mientras pronunciaba unas palabras que resonaban en la mente de Elaine:
Ahora, vamos… ya que tu juicio, aún no ha terminado.